Eric despertó como lo habría hecho en cualquier otra mañana de domingo.
Estaba despierto, eso lo sabía de sobra, pero no le apetecía en absoluto abrir los ojos. Seguía muy cansado, no tenía idea ni le importaba que día era, mucho menos la hora. Un ruido lo molestaba, un pitido regular muy ruidoso, supuso que era alguna de las funciones raras de su celular. Estiró el brazo para alcanzarlo y callar el ruido, pero no encontró la mesa de noche.
Pasó un largo lapso de tiempo meditando sobre todo lo que pasaba; aquel sonido era raro, la posición de su cama era rara, también su cama era mucho más dura, su pijama no era un pantalón con una camisa (o solo ropa interior, para cuando hacía calor), la mesa de noche no estaba. Quiso abrir los ojos para averiguar qué pasaba; pero eran demasiado pesados y una cegadora luz le daba directamente en la cara, lo que también era raro si se consideraba que la única ventana que había en su cuarto daba directamente a la pared de ladrillo de su vecina.
Al final se rindió; el cansancio le ganó a la curiosidad y terminó por dormirse de nuevo.
Eric se removió en la cama y soltó un quejido. Esa debía ser algo como la decimoquinta vez que se despertaba entre aquella extraña vez en la que nada había cuadrado y ahora.
Él no lo recordaba, no recordaba siquiera la primera vez que había despertado, pero a veces dejaba su ensueño, y se dedicaba a observar el lugar. Observaba extrañado a los chicos que no conocía, la habitación en la que estaba, a la enfermera que pasaba. No hablaba, pero observaba, los muchachos que él no conocía lo tomaban de las manos y le decían cosas hasta que se volvía a quedar dormido a los pocos minutos.
Tenía las piernas bien dormidas, y algo pesado descansaba sobre ellas. Intentó moverlas lo más más posible, aunque que le costaba mucho estando dormidas, pero aquello que estaba encima no se movió. Pateó con toda la fuerza que le fue posible en aquellas circunstancias.
El peso sobre sus piernas no calló al piso, sino que se levantó poco a poco, le tronó el cuerpo y bostezó.
Eric se quedó rígido. ¿Quién era esa persona? Se sentó rápidamente y abrió los ojos.
No estaba en su cuarto, y el molesto pitido no provenía de su teléfono. Estaba en la oscura habitación de un hospital.
Sentado junto a él estaba un chico de cabello castaño claro y lacio, ojos miel y labios rosados y gruesos, la verdad es que bastante guapo. El chico tenía los ojos rojos de tanto llorar y se veía que, como Eric, acababa de despertarse. Lo miraba con cautela y cansancio, se talló los ojos y le preguntó algo a Eric, pero él no lo escuchó, seguía aturdido.
– ¿Todavía no hablas? –aquella vez sí le entendió.
Se extrañó mucho, frunció el ceño. ¿Cómo que si todavía no hablaba? ¿Hablar de qué? ¿Con quién? ¿Con él? Eric ni siquiera lo conocía.
Eric miró alrededor. Contó, incluyendo al que se encontraba junto a él, a tres chicos y una chica que no conocía, solo el muchacho que lo miraba estaba despierto. Hasta que, en un rincón, encontró a su prima, Marilyn, también dormida.
Marilyn debía ser la de la broma, claro. Esa era exactamente el tipo de bromas que Marilyn disfrutaba; pesadas y sin gracia.
Eric la odiaba. De verdad odiaba a Marilyn. Y él sabía que ella lo odiaba a él.
– ¿Puedes decirle a Marilyn que deje de fingir que duerme? Esta broma no es divertida –le espetó Eric al chico.
El muchacho que estaba junto a él soltó una casi inaudible exclamación de sorpresa y se quedó mirándolo.
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Amnesia ~Gay~
RomanceAyer Eric era un chico de Estados Unidos que se acababa de mudar a México con su familia. Un chico malhumorado, antisocial y sin amigos. Un chico bastante deseado, pero que sólo él mismo se sabía gay. Hoy Eric despierta en la sala de un hospital, ha...