PRÓLOGO

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Todos sabían que era peligroso adentrarse en las montañas Kukuroo, pues era bien sabido que en ella habitaban criaturas peligrosas con formas animales y capaces de comunicarse con los humanos. Estas criaturas, admiradas y temidas por los humanos, fueron conocidas como dioses. Pero entre todos estos dioses, el más poderoso y el que gobernaba las montañas , era Virtem, el dios de la vida y la muerte, quien tenía la forma de un ciervo gigante.

Virtem y los humanos hicieron un trato, el cual decía que no se les permitiá las personas entrar a las montañad, a cambio de esto, el y los demás dioses, les brindarían protección y recursos, pero en el caso de que alguien no cumpliera el trato se...

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Virtem y los humanos hicieron un trato, el cual decía que no se les permitiá las personas entrar a las montañad, a cambio de esto, el y los demás dioses, les brindarían protección y recursos, pero en el caso de que alguien no cumpliera el trato se le consideraría como un invasor y los animales se encargarían de eliminar al invasor.

Gracias a esto, dioses y humanos vivían en paz, pero todo esto cambió cuando las personas descubrieron la pólvora.
Con este gran descubrimiento comenzaron a pensar que eran invencibles, olvidandose de los dioses y del tratado.
Talando árboles y matando animales, comenzaron a adentrarse a las montañas y a robar las tierras, enfurenciendo a los dioses.

La dioses sintiéndose amenazados y traicionados, atacaron a los humanos. Comenzando una guerra entre dioses y humanos. Ciertamente los dioses contaban con una gran ventaja, pero inevitablemente sufrían muchas bajas, causando que el número de dioses vivos disminuyera drasticamente. Aprovechando esto, los humanos robaban cada vez más y más tierras.

Después de años de incansable lucha los humanos habían logrado robar el 60% las tierras de los dioses, pero aún no satisfechos, construyeron una enorme fortaleza de hierro, con cañones apuntando a la montaña. Así los atacaban son recibir daño alguno. Decididos a robar todo el territorio de los dioses.

Los dioses sin esperanzas discutían la posibilidad de abandonar el territorio , pero Virtem se negaba a abandonarlo, decidido a pelear por ello.

-Virtem por favor, no tenemos oportunidad alguna contra ellos, cada vez matan a más de los nuestros y evolucionan a una velocidad terrorífica. - rogaba un jabalí de apariencia vieja.

-No, solo tenemos que esperar a que este listo, no te desesperes Tempus , muy pronto contraatacaremos.
Sapientia, ¿cuando crees que este listo? - pregunto desde la oscuridad, a un oso-zorro, mientras que el jabalí llamado Tempus se marchaba murmurando maldiciones.

-Yo diría que en una semana, pero si Kon lo ayuda, en tres días estará listo. - respondió con seguridad

-Muy bien, traelo por favor - ordenó

-Si - accedió, dirigiendose a cierta parte de la montaña.

-Ya es hora de que salgas Gon... - murmuró una vez que se encontró solo.

Mientras, los humanos

-Jajajaja, esos animales ya deberían saber cual es su lugar. - reía a carcajadas un hombre de aspecto lúgubre.

El príncipe de la montaña (Killugon) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora