Capítulo 4

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La Boda

Gerard estaba acostado en su cama, los únicos sonidos que interrumpieron el silencio fueron el suave crepitar del fuego de la chimenea y el tictac del reloj. Él contó las horas. Las tres en punto. Dos horas más para el alba y así daría comienzo formalmente al comienzo a su nueva vida.

Había pasado la noche literalmente en vela cuando una doncella entró sin hacer ruido en su habitación se sobresaltó al verlo levantado. Recogió las cenizas del fuego de la noche, encendió otro y volvió a salir. Gerard llamó para pedir el desayuno. Después de eso, su ayuda de cámara le llevaría agua caliente para afeitarse, le prepararía la ropa y saldría para la iglesia. Por un momento se colocó de pie ante el fuego, con las manos tendidas hacia el calor, contemplaba el baile de las llamas y recordaba los últimos acontecimientos de la semana, recordaba como al día siguiente después de hablar con su madre, Patricia se presentó en su casa furiosa porque él no había asistido a la fiesta de la baronesa de Hamilton; ese día él estaba con un humor de los mil demonios. Verla aparecer le empeoraba su estado de ánimo porque aún no estaba preparado para romper con ella definitivamente, pero ese día ella agotó su paciencia.

_ Buenos días _ dijo en tono de ira al verlo sentado leyendo el periódico.

Él se levantó para darle un beso, pero ella giró el rostro, Cockburn arqueó una ceja y no dijo nada más, volvió a sentarse y retomó su lectura.

_ ¿Por qué no fuiste anoche al baile y me dejaste plantada? _ preguntó Patricia con glacial educación.

_ No estaba de ánimo. _ Contestó él, con la expresión dura apartando el periódico y dejándolo a un lado.

_ Esto es inaudito... Todos esperaban que fuéramos a la fiesta juntos, no sabes la vergüenza que pasé con mis amigas, fue un completo bochorno.

Asunción llegó en ese momento y saludó a la joven:

_ Patricia cariño no sabías que estabas aquí.

_ Disculpa que no me haya anunciado madre, pero lo que pasé anoche fue tan terrible, que cuando desperté esta mañana lo único que quería era hablar con tu desconsiderado hijo.

Asunción se quedó viendo a Gerard con cara de susto y sin comprender nada.

_ Está molesta porque no fui a la fiesta de los Hamilton _ dijo él en tono de fastidio explicándole a su madre.

_ Entiendo _ dijo Asunción con alivio.

_ ¿Madre no le vas a decir nada? _ preguntó Patricia, su voz era furiosa y desesperada _toda la alta sociedad estaba allí, imagínate que estaba la cotilla de la duquesa de Sumerset, todos me preguntaban por mi flamante prometido y yo no sabía que decirle porque el muy ladino ni siquiera tuvo la delicadeza de avisarme... porque el señor no estaba de ánimo.

Asunción no dijo nada, sino que sentó una silla, de respaldo recto, se colocó el paño para bordar y comenzó a dar unas puntadas dando a entender que no se inmiscuiría en la discusión hecho que desconcertó a la joven, ya que su suegra era su aliada.
Pero eso no persuadió a Patricia, respiró profundo y siguió hablando con su prometido.

_ Esta noche tenemos otra invitación, esta vez será para el teatro, por favor Gerard te agradezco que no vuelvas a hacer algo semejante, quiero que mis amigas se mueran de envidia al vernos juntos.

_ Esta noche tampoco voy a ir al teatro. _Dijo él levantándose del sillón.

_ Pero... ¿por qué? _ preguntó con rabia.

_ Patricia tu y yo tenemos que hablar de algo muy serio.

_ Lo único serio aquí es que quiero que estés conmigo esta noche en el teatro.

Mi Amor es TuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora