Un encuentro con el Destino (El comienzo)

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Es el primer día de escuela en un nuevo colegio de un pequeño niño, este niño era bajo, demasiado para su edad, vestía ropa muy grande para el, pues así lo vestía su madre, era moreno, cabello negro, un gran bolso recubría su espalda y llegaba hasta más abajo de sus piernas, este niño tan sumiso al mundo, tan tímido para estar en quinto grado, este niño tan peculiar era Henry, con tan solo la edad de once años.

Es un día lunes, no recuerdo que fecha era, llega un pequeño niño a un nuevo salón de clases, todos lo observan fijamente, dan esa mirada que a cualquiera no le daría importancia, pero el, a el le dio un sacudido por todo el cuerpo, era su miedo inundando su pequeño ser.

Entra y se sienta justamente delante, frente a su profesora, se quería sentir seguro, el quería estar protegido.

Mientras todos se presentan, dicen su nombre y quien fue su maestra, el pequeño Henry piensa:

-¿Que puedo decir?, vengo de otro colegio, no conozco a nadie, debes calmarte Henry, todo estará bien solo debes levantarte y decir tu nombre y eso es todo.

Al termina de pensar esa ultima frase la profesora simplemente dice

-Es tu turno de presentarte, nunca te había visto, ¿eres nuevo cierto?

¡Nuevo!, que gran error, una simple palabra que selló parte del destino de Henry, esa palabra sería el principio de acontecimientos que más tarde dejarían una huella de la cual librarse no era una opción.

-Mi nombre es Henry, tengo once años, soy nuevo, de otro colegio en realidad.

Su voz se entumeció, las miradas empezaron a tener efecto en el, sudaba, temblaba, sus ojos caían poco a poco hasta llegar a mirar tan solo sus zapatos.

En ese momento dio paso, cedió a la presión de ver a todos y simplemente su mente se desplomó, se desplomó como las Torres Gemela aquel trágico día en Nueva York, se desplomó a un grado tal cual que el miedo venció e hizo que comenzara "La gran guerra del desvalido".

"Y es ahí justamente donde me doy cuenta que la gran falla fue sucumbir a sus demonios".

Han pasado ya varios meses desde que Henry llegó a su nuevo colegio, ya han pasado varios meses en donde su tristeza a aumentado.

suena la campana del recreo, momento en el cual cualquier chico se entusiasma, llega la hora de comer, de jugar, de ir y verse con sus otros compañeros, llega la hora en la cual Henry tiene que batallar.

¿Quien no ha pasado por bullying en su escuela? ¿Quien no se ha escondido por miedo al acoso?

Henry cada vez que escuchaba ese -¡RING RING! solo significaba algo para el, "Correr".

Se escondía en su aula, no salia, a veces iba hasta la biblioteca para estar más seguro, pero siempre lo encontraban. Sus burlas por ser como era, por ser tímido y un poco menos atlético, las burlas hechas por sus propios compañeros de clases por el simple hecho de ser más bajo, la burla por ser "Diferente".

Llega el momento de todo chico en el cual debe enfrentarse a sus demonios, en el caso de Henry sus demonios eran tangibles, el los podía ver, todos podían verlos, pero solo era eso pues nadie se percataba de lo que sucedía en el momento en el cual el estaba solo. Se cansó de las burlas, se canso de la humillación, se cansó de la critica, y dio un alto a todo:

-¡Basta! gritó el pobre chico con su voz aguda.

-¡Ya Basta por favor!, no les hago nada, ¿Por qué son tan malos conmigo? preguntaba el pobre chico que aguantaba sus ganas de llorar.

Se escucha una voz un poco más gruesa y tenue que solo dice:

-¿Se quiere alzar? ¡Agárrenlo!

Al escuchar esas palabras el simplemente corre, corre por todo el colegio en busca de un profesor que lo socorra,para su sorpresa o más bien desdicha no consigue a nadie. Acorralado, sin una escapatoria acepta su destino y se detiene, mira a todos sus matones, ellos lo toman a la fuerza y simplemente lo lanzan al suelo.

Henry, solo escucha las risas, llorando en el piso, pidiendo clemencia, trata de gritar, trata de decir una palabra, el pobre sin aliento solo puede llorar, pues la arena entra por su boca ahogándolo; su respiración se cansa, y simplemente se queda inmóvil.

Después de un rato de haberle hecho esa vergüenza, sus matones, sus propios compañeros se ríen de el y se van, es ahí donde el timbre vuelve a sonar

-¡RING RING!

Uno de sus matones, aquel que dio la orden de apresarlo lo mira fijamente y le advierte que si dice algo le irá peor.

-Espero no vallas a contarle a alguien sobre esto, solo es un juego, un juego al cual todos nos divertimos.

Henry con sus ojos llenos de lágrimas solo observa y baja la cara, al irse ese chico, como puede se levanta va al baño a limpiarse la arena lo más que pudo, al llegar al aula de clases simplemente no pudo ocultar los rastro de arena y su profesora molesta le dice:

-¿como puedes ensuciarte así?, sal del salón y espera a que llame a tu mamá.

Ese día el entendió que los adultos no entienden por lo que pasan algunos chicos, he ahí la primera lección que aprendió Henry.

"Los adultos nunca comprenderán lo que he vivido".

Así fue como Henry selló su destino, convirtiéndose en objeto de burlas y golpes de sus compañeros, se convirtió en el juguete de todos.

El pitufo, el feo niño, el bembón, el rarito, solo eran algunos apodos para el, los días en el cual lo hacían comer arena, las veces que le dejaron encerrado en el aula abandonada del preescolar, las tantas veces que le robaban su comida, su dinero, el esconder el bolso de clases, solo eran ciertas cosas que vivía Henry a diario, termino el quinto grado y empezó el sexto, y créanme que nada cambio.

Henry termino sus estudios básicos de la peor forma, solo, golpeado, humillado y entristecido.

El llegar a casa y encontrar a su madre molesta por el uniforme sucio, el abandono de su padre aun teniéndolo cerca, la incomprensión del mundo en general, detonaron algo en el, hicieron que cambiara, ahora Henry decidió ser otro.

Es ahí donde Henry decide ocultar su rostro y colocarse su mascara, pues se dio cuenta que durante todo ese tiempo tuvo "un encuentro con el destino".

"Realmente el ser humano puede ser tan destructivo como quiera y tan constructivo como desee, como nuestro corazón que bombea sangre a cada parte de nuestro cuerpo, así es la capacidad de sentir empatia por alguien, nosotros decidimos que tan buenos somos y que tan malos queremos ser... ahora me pregunto... ¿Somos realmente buenos los seres humanos o solo fingimos ser algo por el hecho de querer intentar ser diferente a como somos realmente?".

"Espero les halla gustado la segunda parte les confieso que costó un poco escribir pues de cierta manera hay algo en cada fragmento de la historia la cual me hace pensar mucho, espero que sientan las mismas emociones que sentí yo al escribir."



Un tardío AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora