1. El monstruo

7 2 2
                                    

12:00 am.

Caminar por las calles de Seúl suele atemorizar a algunas personas. Sin embargo era lo que más amaba hacer.

El frío golpeaba mi rostro haciendo más evidente el hecho de que tenía las mejillas muy rojas. Una de las cosas que mas odio de mi rostro son mis mejillas, tan esponjosas que me hacen ver gordo. Además, se me ponen rojas al mínimo cambio de temperatura.

Coloqué mi bufanda y apresuré los pasos intentando llegar a tiempo a la reunión del equipo de prensa. Todavía no entendía el por qué de reunirnos a estas horas si la situación estaba tan crítica como para no quedarnos adentro. Con todos los militares, la prensa ya no puede moverse como antes, y menos con la tensión que hay con el otro lado.

Definitivamente podría seguir hablando de lo mal que está el país, y lo hubiese hecho de no ser porque mis oídos detectaron algo más que mis pasos.

Un grito muy agudo.
Estaba claro que era de una mujer.

Me preguntaba que haría una mujer a estas horas en un barrio así, dentro de un callejón poco concurrido y con casi nada de iluminación. O bien vino con su novio y este la estaba golpeando, o estaba saliendo de una fiesta y un ladrón la estaba acechando.

Dirigí mis pasos hacia los gritos de la mujer, que definitivamente pedía auxilio, y encontré un callejón bastante angosto. No sé si será buena idea ir, tal vez sea una buena justificación para llegar tarde el andar de metiche entre problemas de pareja.

Un grito desgarrador llamó de nuevo mi atención, esta vez la mujer parecía más que asustada. Esos gritos no eran de auxilio, eran gritos de puro dolor. No era como si se hubiera torcido un tobillo, era como si la estuvieran golpeando. Algo estaba torturando de la peor manera a una mujer.

La sangre en mi cuerpo se heló cuando escuché un crujir de huesos seguido de otro grito pidiendo piedad a quien sea que estuviera ahí.
El miedo me inundó, y sin embargo, la curiosidad me empujó a seguir a través del estrecho camino.

Se podía notar el miedo en mis dedos, pero mi curiosidad era mucho mayor y me arrastré silenciosamente detrás de los contenedores de basura, buscando.

Un grito más, éste sí me asustó y pegué un salto.

—Maldición -chillé poniéndome en cuclillas y acercándome al final del callejón.
La luz era tenue y no podía ver más que sombras al final.

Un momento.

De repente los gritos cesaron y solo se oía una respiración exageradamente rápida. Se me ocurrió que el tipo había golpeado a la mujer hasta desmayarla y ahora estaba abusando de ella. Apreté los puños molesto y me puse de pie olvidando lo cobarde que me sentía hace diez segundos.

Salí de inmediato caminando y en el momento en el que iba a llamar al tipo algo golpeó mi frente. Fruncí el ceño y miré la esquina del callejón encontrándome con una figura humana en cuclillas y de espaldas a mi, posiblemente rebuscaba entre algo, no lo sé realmente. Mi espíritu de macho alfa emanó rápidamente.

—Hey ¿donde está la chica?

No volteó. Sin embargo, tiró tras de sí algo que volvió a caerme en el rostro.

—Maldito imbécil

Dije y bajé la vista hacia aquello que me había golpeado. Enfoqué los ojos con sorpresa al ver el objeto debajo mío.

Por Dios ¿eso era un dedo?
La respiración acelerada cesó, pero a los segundos se convirtió en una risa horripilante y el "hombre" volteó dejándome sin aire al instante.

Su rostro, maldita sea.  Eso no era humano. Tenía los ojos amarillos, la piel viscosa, llena de pliegues cual arrugas en un cadáver putrefacto... Esas facciones horripilantes, la boca cubierta de sangre y en las manos garras con tiras de carne.

Bajé la vista y mis labios temblaron cuando debajo de él,  en el suelo, pude ver las piernas de ella, completamente rasgadas. El monstruo sostenía  lo que parecían ser sus demás extremidades y cuando giré hacia mi derecha vi su cabeza.

—Oh Dios mío

El monstruo se paró y escuché la voz más horrible del mundo.

Dios no existe

Mi cuerpo ya tembloroso pareció despertar de repente. Empecé a correr sin parar en dirección contraria, sintiendo casi al instante pasos rápidos acercándose a mí. El sudor escurría por mi frente, totalmente frío, sin siquiera sentir los pies, aún faltaban tres cuadras para llegar a la calle principal y pensé que lloraría ahí mismo. Yo había sido ganador en las competencias de atletismo universitarias. Maldición, debía servirme de algo.

Escuché los pasos más cerca de mí, con sonidos suaves, al ras del asfalto. A unos metros, quizá tres, los pasitos aumentaban la velocidad. 
Señor mío.

Corrí más rápido y seguí oyéndolo más cerca.

Dos metros tal vez. Mis piernas empezaban a doler y las lágrimas salían rebeldes de mis ojos al ver la luz de la calle al final del callejón.
Escuché una rápida respiración a pasos de mí, su respiración está ahí, en mi oído... y supe que estaría muerto.

Unas garras me cogieron del hombro tirándome al suelo de golpe.

—AYUDA! AYUDA!

Alguien debía oírme. Estaba cerca a la luz del poste pero el monstruo se lanzó sobre mí clavando sus garras en mi vientre, desgarrándolo para mi suplicio. Qué dolor. Nunca me había ardido tanto. La adrenalina no pudo evitar que me escociera tan fuerte y me hiciera gritar.
Podía ver sus ojos brillar sobre mí, disfrutando de mis gritos.

Dios mío ayúdame

—Por favor! Suéltame! Ayúdenme!

La sangre se desprendía de mi vientre a borbotones y una risa aparecío en su rostro cuando se inclinó, lamiéndome y haciendo que la sangre escurriera de su boca.
Para ese entonces mi final estaba decidido, sólo jugaba conmigo. Lo pude notar y con lágrimas en los ojos tartamudeé.

—Q-qué eres?

Su mirada brillante se posó en mí, parando lo que habría sido mi último respiro.

El que trae la nueva sangre

Miré su frente viscosa y noté un símbolo entre sus ojos.
De repente una luz de linterna cayó sobre la cara del monstruo que soltó un alarido antes de correr hacia la oscuridad.

—¿Hay alguien ahí?

Era la linterna de un teléfono.

—Ayuda! Ayúdenme!

La figura se acercó con cautela enfocando mi rostro.

—¿Jimin? Maldición, ¡¿Jiminnie eres tú?! -reconocí esa voz

—Namjoon! Namjoon!

Mi amigo corrió a mi encuentro, su rostro se deformó, estaba horrorizado.

—Que mierda...¡te estás desangrando! ¡¿qué fue eso?!

—Ayúdame. Por favor...ayuda

Miré a mi amigo suplicante mientras un enorme sueño me invadía y poco a poco la imagen de Namjoon se volvía borrosa.
Entre los edificios podía ver lucecitas perderse.

—Maldita sea. Tranquilo Jimin, mírame. Llamaré a emergencias, ayuda!! Auxilio!! ... ¡Ayuda! Jimin, Jim-

AcémilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora