REFLEXION SOBRE EL AMOR

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 Me contaron una historia, un poco triste, pero muy bonita, es una de esas historias que pasan muchas veces en muchas partes del planeta tierra, este nuestro gran mundo que por todas partes atacamos para autodestruirnos.

 Hace muchos años existía un pequeño que tenía un amor, una niña de su misma edad, que a él le parecía la más hermosa, la del pelo más sedoso y la de los sentimientos más sinceros de todas las niñas del mundo, que aunque no las conocía a todas, le parecía que ella era la más bella de su mundo de ocho años,  en el segundo grado de la escuela primaria.

 La niña que él quería, le platicaba muchas cosas, y él también, se contaban lo que querían ser cuando crecieran, que cosas les gustaría tener, como les gustaría vestirse o practicar algún deporte, y cosas así, pero no se decían lo que sentían cada uno por el otro, eran muy tímidos y ellos mismos no sabían cómo era que se platicaban tantas cosas, y no podían decirse que se gustaban.

 Pasaron algunos años, los años que pasan rápido pero que son los más largos de nuestras vidas, crecieron juntos, se platicaron muchas cosas más, pasaron la escuela primaria juntos y juntos la terminaron, juntos y cada vez más unidos iniciaron la secundaria, terminaron el primer año y su amistad seguía creciendo, comenzaron el segundo año y llegó un momento en que los dos tuvieron otros amigos pero seguían platicando y contándose sus cosas, ella tuvo un novio, él tuvo una novia, todo se lo platicaron igual, pero de ellos juntos no hablaban a pesar de que se seguían queriendo, tal vez llegó a ser tan grande su amistad, que se olvidaron del amor que se tenían para no arriesgarlo y perderse uno al otro.

 Cuando salieron de la secundaria y entraron a estudiar la preparatoria, separaron sus caminos, pero solo un poco, porque seguían comunicándose, por teléfono, con mensajes o a través de la red, pero en los momentos importantes de su vida, aunque no estuvieran juntos, siempre guardaron un lugar para el otro, y después lo comentaban, en donde quiera que estuvieran, en distinta universidad, en distinta ciudad y en distintos caminos.

 Pasaron muchos años más, él era maestro, ella dejó la universidad para casarse, tenía un hijo, él tenía dos, en algún momento  de su camino habían dejado de comunicarse, por ir postergando las palabras, ahora que volvían a encontrarse tenían muchas cosas de que platicar, se dieron cuenta que todavía se querían, que en cada momento de sus vidas, los dos guardaron el lugar que desde niños siempre habían tenido, se contaron todo lo que no se habían contado, pero no se dijeron que aquello que sentían se llamaba amor, no se dijeron que ese amor de niños había crecido con ellos, había madurado con ellos y que  había  renacido con su reencuentro, no, no se lo dijeron y una vez más, entre el miedo y el amor, ganó el silencio.

 En otros años más, que pasaron callando su amor, rebasaron los cuarenta años de edad, ella desde hacía un tiempo se sentía mal y cuando fue a ver al médico, él se lo confirmó su enfermedad era una cosa rara y difícil que llaman cáncer, su cuerpo se deterioraba rápidamente, a él lo consumía la desesperanza, los dos sabían que estaba cerca el final, ella ya no podía caminar y permanecía en cama, en los últimos instantes de su vida, llegado el momento de las confesiones, ella, la señora, la joven estudiante, la adolescente,  le dijo que seguía siendo aquella niña  que lo miró por primera vez, desde un pupitre, entrando a aquél salón de clases, le confesó que lo había amado desde esa primera mirada y lo amaría hasta el último instante de su vida, él, pasada la sorpresa que le provocara esa confesión, le contestó, mi amor… mi amor comenzó desde la primera vez que te miré sentada, sonriente, en el mismo pupitre de mis recuerdos, con tu pelo negro y sedoso, con tus ojos, que en cada mirada me brindaban alegría y me hacían soñar, pero tenía miedo de decírtelo, tenía miedo de que al saberlo te separaras de mí, de que no lo entendieras, de que no me dijeras nada más, tenía miedo de que el silencio nos envolviera porque yo sé que hubiera muerto sin ti, ahora me doy cuenta, que morí cada día de los que no te tuve, por mi cobardía, por no decirte lo que sentía desde el primer momento en que te vi, al decir esto, la miró, miró sus ojos casi apagados, acercó sus labios a los de ella y la besó, con el ansia del beso primero, al primer amor, con el deseo de infundirle vida al amor, para toda la vida, que moría, y en el beso aquel, ella exhaló el último suspiro, el último aliento de vida y se durmió en sus brazos, para siempre.

 Yo solamente pensé que muchas cosas que no decimos, tal vez debamos decirlas, y hay otras que debemos callar, porque podrían hacer daño, pero no hay que esperar el día en que las personas que amamos, se vayan de nuestro lado, para decirles lo que significan para nosotros.

  Un TE QUIERO en el momento preciso puede hacer feliz a alguien que amas.

  Haz feliz a alguien HOY.                                         

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