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Oscuridad y silencio absoluto. Hacia tiempo que nada cambiaba en este mundo desolado. Min no recordaba ni la luz del Sol, ni el sonido de su propia voz. Solo recordaba estar flotando en la infinidd absoluta sin moverse durante mucho tiempo, demasiado.

Ya no recordaba como eran las personas, como era ella, como era todo antes del gran final.

Lo mejor de la nada era que podía pensar. Se aferraba a su último recuerdo con miedo a que este desapareciera también. El del último día, el de como todo se hundió sin avisar, como si fuera su culpa.

Echaba de menos como se sentía amar.

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No muy lejos de ahí (o puede que sí, el tiempo y las distancias se habían trastocado como todo en esta realidad). Mun se sentía igual que Min a excepción de la luz, su luz interior. Le ayudaba a sobrevivir. Le aportaba la esperanza y energía suficiente para saber que este destierro acabaría y todo volvería a ser como antes. Luz. Color. Sentimiento. Amor.

Recordaba que hubo un tiempo en el que su corazón latía de forma diferente depende de la situación y la persona conla estubiera. Recordaba sentir un cosquilleo en su espalda cada vez que la veía, cada vez que la besaba y eran uno, desafiando al tiempo a separarlos. Este sentimiento era lo único que tenía, suficiente para aportar un poco de luz.

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Para MIn todo era lo mismo, siempre. Se sentía vacía, a punto de estallar. Ya no tenía miedo, ya no tenía nada. No veía la hora de que todo acabara de una vez y de enviarlo todo a la mierda. No aguantaba ni un solo día más en esta oscuridad controladora. Quería ser libre como lo era antes, pero de poco le serviría teniendo en cuenta que tampoco es que hubiese hecho mucho uso de ella. Se limitaba a pasar los días sola, con la única compañía de de una libreta vieja y la música que le recomendaban sus libros. Soñaba con un mundo en el que todo era diferente, donde expresarse en voz alta no fuera algo que le preocupara, donde podía hacer lo que quisiese. Sueños. Tan cerca y a la vez tan lejos. Las distancias se distorsionaban en los sueños igual que en este mundo desolado. Pero esto era lo peor que cualquier pesadilla. La realidad. Soledad y oscuridad, como cualquier día antes.

Pasaron infinitos hasta que un día la sintió, y la vió. Vió la luz a lo lejos y se odió por no saber que hacer.

No hizo nada.

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Mun sentía la muerte cada vez más cerca.

LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora