Sospechas

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-¿Eva? Estoy aquí-gritó mi hermano.

-¡Eduardo!-grité-. ¿Dónde estabas?

-Jugando con mis amigos. ¿Y los papas?-dijo él abriendo la nevera. Intenté coger todas las fuerzas que pude para decirle lo que había pasado.

-No están-conseguí articular.

-Anda va, que tengo ya trece años, hermanita-me contestó Eduardo.

-¡Que no! Es verdad ¿no lo ves?-grité con los nervios destrozados.

-Vale, vale. No hace falta que me grites-pretestó mi hermano- . ¿Por qué no te comportas como una hermana normal?

-Pues mira, chico, si tanto te molesto me voy y te quedas tú solo-dijo yo enfadada. Sin esperar respuesta, me encaminé hacia la puerta y salí disparada. No podía más. Caminé apresuradamente por las calles del pueblo y, desgraciadamente, se me enganchó el tacón de la bota en el agujero de una alcantarilla y caí al suelo.

-¡Ay!-me quejé. Me había torcido bastante el tobillo. Mi primera decisión había sido llegar hasta el parque para hablar allí con el policía que hacía guardia y explicarle que gran parte de mi família había desaparecido, pero con el tobillo así no podía andar mucho más. Finalmente, me senté en un banco. Me sobresalté cuando oí un chasquido.

-¿Hay alguien allí?-la verdad es que no veía mucho. Como era de suponer, la niebla se había espesado-. ¿Hola? necesito ayuda. Me he caído.

Después de unos minutos comprendí que el ruido sólo era una hoja seca arrastrada por el viento. Entonces, un sentimiento de culpa se apoderó de mi al recordar la estúpida discusión con mi hermano. Era normal que se enfadase, no era fácil creer esa historia que yo le había explicado. Además, si realmente eramos los únicos que quedaban en la família por lógica nos teníamos que llevar bien. 

-Eduardo, allá voy-dije más bien para mi misma dispuesta a llegar a casa y perdirle disculpas.

Pero llegué y él no estaba. Decidí esperar un poco, quizá se había marchado un rato con sus amigos. Cuando pasó media hora, miré por la ventana y pude ver que llovía a cántaros. Y mi hermano no llegaba. Me fui a dormir, pensando tontamente en que quizás se había quedado a dormir en casa de alguno de sus colegas. Me levanté a por un vaso de agua y vi a mis padres y a mis hermanos muertos en el salón.

Desperté en mi cama gritando y húmeda por las lágrimas. Me intenté tranquilizar y me deslicé fuera de la cama para ver, con falsas esperanzas, si ya habían vuelto todos. Evidentemente yo estaba sola. Desayuné con tristeza absoluta y luego estuve un rato en el sofá, preguntándome a mi misma como podía aguantar toda esta situación sin desmoronarme más todavía. Puse la televisión para distraerme, pero no encontré señal alguna. Mi sentido común entró en acción y salí de casa para informar en la comisaria municipal de que toda mi família llevaba desaparecida un día. Las calles estaban desiertas, pero yo no pensaba en eso, tenía que encontrar a algún policía. Anduve por los callejones y las calles deseperadamente, pero nunca había nadie. Aquello era demencial. Volví a mi casa preparada para recordar todo cuanto pudiera para entender. Aunque claro, nunca se está preparado del todo para ver la verdad.

¿Recuerdas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora