La Verdad

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Otra vez el sueño, pensé cuando desperté por la mañana. Había leído en nosequé revista, que cuando un sueño se repetía quería decir algo importante. Yo seguía molesta, porque algunos trozos se me olvidaban nada más despertar. Mi parte de carebro racional, me decía que buscase más, que no podía haber desaparecido todo el mundo de la faz de la tierra, pero otra parte de mi, susurraba que algo había sucedido... Tras pensar profundamente en la situación y desayunar tres galletas de chocolate con un vaso de leche, llegué a la conclusión de que las respuestas las encontraría en la playa donde todo cambió. Me vestí como si me fuera a una expedición en la selva amazónica (más vale prevenir que curar), cogí una mochila y metí dentro un bocadillo enorme de chorizo, una chaqueta y unas gafas de sol. Salí hacia la calle con la piel de gallina. Mientras andaba, mi mente barajaba toda clase de posibilidades sobre lo que había pasado: que un virus había descompuesto todos los cuerpos (vivos y muertos) de la zona menos en la playa, que unos psicópatas habían raptado a la gente del pueblo (ya pasó una vez en el pueblo de las Sabinas) o incluso que yo seguía soñando. Había caminado tan ensimismada en mis pensamientos, que no me di cuenta hasta bien perdida en el bosque, que la niebla se había vuelto tan densa, que sólo se veía un par de metros delante mío. 

-Otra vez perdida aquí-me dije molesta, recordando que me había caído cerca de allá al suelo. Entonces, motivada por una sospecha, me miré a toda prisa la pierna, y me sobresalté al descubrir que no quedaba en ella rastro alguno de herida. También, recordando que me había torcido el tobillo el día anterior, prové a correr, pero como ya esperaba, no sentí dolor. Se me erizó el vello de la nuca. Súbitamente, un ruido se oyó delante mío. 

-¿Quién anda ahí?-preguntó una voz grave y agradable. ''Dios mío, hay alguien'', pensé esperanzada.

-¿Hola?-pregunté yo sin creer lo que estaba pasando.

-Vaya, no es normal tener visitantes aquí-contestó la voz acercándose. Me sorprendí cuando descubrí que la voz era de un anciano de unos sesenta años.

-Yo... Creía que todo el mundo había desaparecido-dije con un nudo en el estómago.

-¿Que todo el mundo ha qué? Vamos, eso es una tontería, no puede desparecer todo el mundo. Se habrán ido de viaje sin ti. ¿Te has portado mal últimamente? Quizás es sólo un castigo-dijo el hombre.

-Sí-dije alegre-, debe ser eso. ¿Cómo se llama?

-Mi nombre es Juanjo-dijo orgulloso.

-Yo soy Eva, Eva Valles-me presenté.

-Bueno, Eva, si estás sola, creo que lo mejor es que vengas conmigo, con mi mujer y mis nietos a estar en mi casa hasta que todos vuelvan tus padres y hermanos y toda la cuadrilla esa ¿no?-me preguntó él solícito y con un leve deje de desprecio en su voz..

-Sí puede... me haría un favor-le respondí yo un poco tímidamente. El asintió con una sonrisa y se adentró en el bosque. Al principio me costó ir a su ritmo, porque andaba como deslizándose, muy rápidamente, pero luego conseguí caminar algo más a su paso. Después vi a lo lejos una luz, de una casa y cuando estuvimos más cerca, distinguí a tres chicos de mi edad más o menos. Sonreí para mi misma. Que tonta había sido pensando que el mundo entero había desaparecido.

-Por cierto-dije repentinamente-, esta casa es nueva ¿verdad? Yo no la había visto hasta antes de ayer.

-Sí, bueno, en realidad está aquí desde antes de que nacieras, pero es normal que no la hayas visto hasta ahora-comentó Juanjo como si estuviera desvelándome un secreto inconfesable que yo no entendía. Bajo su barba asomaba una sonrisa de burla.

-Lo siento, pero no lo entiendo-dije yo algo molesta.

-Bueno, ya lo entenderás. Ahora te presentaré. Chicos, cariño, ésta es Eva. Sus padres se han ido de ''viaje''-dijo poniendo énfasis en la palabra viaje y haciendo reír a los otros- y me la he encontrado vagando por el bosque. Se quedará aquí unos días.

-Hola-dijo la mujer de juanjo-. Soy Ana.

-Yo soy Julián-dijo un chico con aspecto algo retraído y desgarbado. Tenía el pelo negro como la noche y los ojos verdosos.

-Y yo, soy la maravillosa Pamela-dijo otra chica con pose dramática. Sus ojos eran azules y su pelo rojo fuego.

-Di que no, que se llama María. Yo me llamo Sandra-dijo otra chica sonriente. Ésta era morena y tenía unos ojos castaño oscuro.

-Encantada-dije yo con una sonrisa nerviosa. Pensé con sorpresa que los tres hermanos no se parecían en nada.

-¿Y vuestros padres?-pregunté para rompe el hielo tras un silencio incómodo.

-No están-dijo Julián indiferente.

-Tuvimos un accidente de coche-explicó Sandra.

-Sí, en el que nosotros...-empezó María.

-¡Chist!-cortó Juanjo-. No hace falta que le expliques toda la historia.

La cena estaba muy buena, pero transcurrió en un silencio espeso y extraño. Luego me fui a dormir a mi nueva cama. Cuando desperté tenía una idea fija en la cabeza. Me vestí rápidamente y iba a salir a fuera cuando alguien me interceptó.

-¿Adónde vas?-preguntó entrecerrando los ojos María.

-A la playa-respondí yo sin titubear.

-¡No!-exclamó ella.

-¿Por qué?-pregunté yo contrariada.

-No puedes. El abuelo me lo ha dicho-contestó firmemente María.

-Pues me da igual-grité yo provocando en María una estúpida rabieta. Haciendo caso omiso de ello salí escopeteada. Un suspiro de alivio se abrió paso por mi garganta cuando comprové que la niebla se había aclarado considerablemente. Llegué a la playa sin incidentes y grité. Un cuerpo muerto estaba tirado en la arena. Caminé hacia él, con repentinamente lágrimas en los ojos, pero alguien me paró.

-No te acerques, por favor. No lo soportarías-me dijo con cara triste Sandra. Detrás suyo venían Juanjo, Ana, María, Julián y Sandra. Grité. No salió sonido alguno de mis labios. Todos flotaban y sus pieles eran casi tan transparentes como la niebla que había alrededor nuestro.

-Estáis muertos-susurré sin fuerzas. Corrí por terror hacia lo que tenía delante:el cadáver. Las piernas me fallaron cuando vi su cara.

-Cariño, no somos los únicos-dijo compasivamente Ana.

-Estás muerta, Eva-me dijo Julián. Y recordé. Aquél sueño que se repetía no era sólo un sueño. Había estado corriendo con mis amigas y nadando, pero un bicho marino me picó en la pierna. Luego me intenté poner en pie, pero no puede y me desplomé. Ahora también recordé las últimas palabras de Valentina. 

-Vaya, siempre creí que moriría asesinada por mi.

Entonces fue cuando una de ellas gritó.

¿Recuerdas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora