PARTE I - Los malditos - Capítulo 1

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Clarisse avanzó despacio por el largo pasillo con el repiqueteo de sus tacones retumbándole en los oídos. Su elegante vestido, se veía opacado por el sucio que se adhirió a él durante la lucha.

Pasó junto a una puerta donde los gritos desgarradores de un hombre la aturdieron, y tuvo que hacer una mueca para resistirlo. Continuó hasta alcanzar el final del pasillo, atravesó una puerta doble de vaivén y encontró a un médico tomando anotaciones de pie frente a un cristal, se detuvo a su lado y este ni siquiera cambio su postura, observando y escribiendo su tabla de anotaciones.

- ¿Dónde está John? - Preguntó la mujer, pero el médico no respondió. - ¡Hey! - Captó la atención del científico. - John.

-El Dr. Adams está ocupado. - Dijo señalando el cristal y volviéndo a su labor.

-Excelente. - Respondió con fastidio.

Dejó a un lado al investigador y cruzó una puerta junto al vidrio a pesar de las negativas del médico que reaccionó ante la acción de la morena, protestas que rápidamente se extendieron al interior del quirófano, donde un grupo de enfermeras asistían al Dr. John Adams en un intrincado procedimiento y algunas cesaron su actividad para interponerse ante la mujer, aunque el Dr. Adams no tardó en percatarse de su intrusión.

- ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo, Clarisse?! - La mujer alzó su bolso de mano y extrajo de él un envoltorio transparente y lo lanzó sobre el cuerpo que yacía en la camilla.

-Lo necesitabas, ¿No? Ahí lo tienes.

Clarisse se dio la vuelta mientras el médico examinaba el paquete y ya casi dejaba la habitación cuando este habló.

-Clarisse. - Ella se detuvo junto a la puerta. - Gracias.

-Me debes una. - Respondió ella.

-Ahora vete, no deberías estar cerca de la sangre.

-No te atrevas a darme ordenes, ni siquiera somos amigos.

La hermosa morena de ojos violeta se alejó en silencio y a paso tranquilo envuelta en su vestido púrpura ante la mirada impávida de los presentes, de quienes ni siquiera dio señales de haber advertido su presencia.

Clarisse dejó la clínica, pasando junto al cuerpo inconsciente del oficial de seguridad que intentó detenerla cuando ingresó a la institución, no lo había matado, no quería llamar demás la atención, pero no pensarba permitir que nadie la detuviera. No importaba como, pero el médico había cumplido con su parte del trato al entregarle al lobo que asesino a su prometido, así que solo quería terminar su labor y largarse de allí.

Una lágrima roja se deslizaba por su mejilla mientras recordaba las últimas palabras de Carlos, la ira la embargó y aceleró el paso, el purpura de su traje volaba contra el viento conforme la vampira ganaba velocidad. Apretaba los ojos mientras solo describía un borrón en las ventanas de aquel lado de la ciudad. Dió un salto de unos tres pisos de altura y rompió una ventana de un edificio de oficinas, llamando la atención de los transeuntes, pero no le importó en lo absoluto.

Aterrizó en una mala posición, uno de sus tacones se rompió y cayó al suelo, se quedó allí por un momento, y sin resistirlo un momento más, rompió en llanto. Pasó allí un par de horas, antes de levantarse, asomarse a través de la ventana rota, y recordar que su relación con Carlos era prohibida, así que no podía demostrar aflicción alguna ante sus compañeros, se secó el líquido sanguinolento de sus mejillas y respiró profundamente. Debía volver a casa y quitarse esa ropa ridícula. Eran las cuatro treinta de la mañana, sería mejor apresurarse, debía llegar a casa antes de que el sol se alzara en elcielo.



Habían transcurrido varias horas desde que John Adams, el médico especialista del hospital Central de la ciudad, había concluido la operacion. Tras haber estudiado mucho el caso, lo planeó hasta el cansancio e incluso se inmiscuyo en una situación de la que jamás debió tener conocimiento, tal vez por eso le irritaba tanto tener que volver al hospital por un paciente con quien recien habia terminado un procedimiento tan complicado. ¿Qué clase de problemas podían haberse presentado? No lo habían llamado por algo sencillo, les urgía su presencia, asi que debía ser grave. Tendría, nuevamente, que pedir la ayuda de Clarisse, aunque no estaba seguro si esta querría hacerlo, así que mientras conducía, tomó el teléfono y marcó el numero. Ya se le ocurriría algo.


El abrazo de los malditos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora