Mi mente escritora.

Alma en pena.

Te he visto llorando, 

y he creído que eres el ser más precioso que hubo en mi vida.

He pensado que eres muy valiente por aceptar mi partida.

Te he abrazado aunque no te has dado cuenta

porque estabas tan débil que no sentisté mi presencia.

Y he llorado contigo,

porque quise abrazarte y darte mil besos,

decirte al oído cuánto lo siento,

no quise irme pero tampoco quería quedarme.

Aunque a tu lado viví los mejores momentos,

en unos cuántos años olvidarás la fecha de nuestro primer beso.

Y yo seguiré rondando por las calles

lamentando el día que te deje llorar mi partida.

Lamentando mi debilidad al tomar esas pastillas.

Y recordaré ese día,

cuando llegasté a casa y gritasté mi nombre,

esperando el sonido de mi voz para correr y besarme;

pero ese sonido nunca llego, y lo sospechasté.

Y lo unico que te recibio fue un cuerpo frío.

Tan frío como aquella noche que nos deshicimos de la ropa

para hacernos uno solo y entrar en calor,

pero después de verlo no volvío la calidez al cuerpo,

y tú lo abrazasté, me abrazasté.

Pero ni aunque me apretasté contra tu pecho, desperté.

Lo lamento tanto.

Lo lamento tanto amor mío.

Estaba feliz a tu lado,

pero aquel día a mi mente llegaron aquellos tiempos pasados,

donde en mi vida solo había oscuridad,

y no estuvisté ahí para tomar mi mano.

Lo lamento tanto.

Lo lamento tanto cariño.

Fui débil.

Deje que el dolor me abrazará

que me consumiera la desesperanza,

olvidando que había alguien que me amaba,

alguien que por mí la vida daba.

Fui egoísta

y me quite mi propía vida.

Dejándote atrás llorando mi partida.

Y lo lamento tanto.

Porque ese día que te vi llorando.

Mi corazón, que ya había dejado de latir, se rompió.

Pero tú sufristé más.

Y tú llorasté más.

Y no podías dejar de gritar,

de preguntarte qué habías hecho mal.

Pero no fue tu culpa.

Era la mía, solo mía.

Y mientras esté en el limbo, lo voy a lamentar.