Capítulo 1

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[Lunes por la mañana.]

Todos los presos reciben su castigo nada más levantarse, la hora a la que deben levantarse cada día, dependerá del tiempo que requiera el castigo que tengan que recibir en ese momento.

Anna recibe un castigo diferente de lunes a viernes, ya que su pecado es múltiple. Si ha sido buena durante toda la semana y no ha tenido ningún castigo extra, el fin de semana es libre de castigos, en caso contrario, tengo el poder de hacerle lo que quiera durante todo el fin de semana.

Hoy es lunes, día de ortigas, así que a las 7am, tras ducharme y vestirme, me pongo unos guantes de goma, cojo la bolsa de ortigas que ya tengo lista para cada lunes y voy a su habitación.
Solo el carcelero y el responsable de cada alumno tiene llave de su dormitorio, así que yo puedo entrar en su cuarto cuando quiera. Abro la puerta y la veo dormida aún, lo cual me hace rodar los ojos y enfadarme ya a primera hora de la mañana.

— Veo que se te han pegado las sábanas, en pie. Ahora. — La ordeno. Abro la cortina y dejo en su mesa el material para el castigo de hoy. Ella sabe que si no se levanta será peor, así que perezosamente se estira y se levanta de la cama.

— Señor Cooper, antes del castigo tengo que ir baño, llevo desde ayer sin ir y lo necesito mucho. — Me pide permiso y yo niego con la cabeza.

— Ya deberías estar lista para tu castigo y en vez de eso estabas en la cama cuando he llegado, así que nada de ir al baño. — Veo que se remueve incómoda porque se hace mucho pis. Pero no me da pena ninguna. Debe estar lista a mi llegada y no lo está.

— Por favor señor Cooper, me lo voy a hacer encima, me duele la vejiga, necesito ir al baño. — Me suplica ella sin dejar de moverse incómoda porque está a punto de estallar.

— Cuando acabe tu castigo te dejaré hacerlo. — La digo sin explicar dónde lo hará. — Ahora quítate la ropa y quédate en bragas, no me hagas perder más tiempo mocosa. — La ordeno con tono autoritario y ella obedece a regañadientes. Miro sus pechos, son preciosos, no muy grandes ya que es una cría, pero preciosos, aunque aún tienen algún que otro moratón de los castigos del fin de semana.

— Las manos en la cabeza y no las bajes. — La advierto, aunque lo sabe más que de sobra. Bajo sus bragas un poco y separo sus labios vaginales. Meto ahí unas cuantas ortigas, luego entre sus nalgas meto más. Escuece y pica, pero sabe que si se mueve se las pondré por todo el cuerpo. Subo sus bragas y vacío el resto del contenido de la bolsa repartido en todas sus bragas por delante, detrás y abajo. Ella se mueve porque se hace pis y le pica mucho, y no puede rascarse. — Te he dicho que estés quietecita o será mucho peor.

— Por favor necesito hacer pis. — Suplica ella sollozando y acabando con mi paciencia. Abro un armario del baño que cierro con llave y solo a veces dejo abierto para que coja cosas, saco un pañal de su talla y me acerco a ella.

— Ahora podrás hacerlo. — Ella da un paso atrás y niega con la cabeza enérgicamente. No quiere hacer sus cosas en un pañal e ir a clase así, pero es lo que toca.
Me acerco a ella e intenta agarrarme para frenarme. La agarro del pelo tirándola hacia abajo. — Vas a hacer lo que yo diga por las buenas o por las malas niña, así que si no quieres que sea peor, y usar esto toda la semana... obedece.

— La empujo a la cama y cae de espaldas, ella llora desconsolada porque no quiere hacer esto y necesita hacer pis. Le pongo el pañal encima de las bragas llenas de ortigas. — Me pica mucho, el lunes pasado me picó hasta por la noche. — Se queja ella para ver si se lo quito, pero no cuela.

— Yo solo cumplo órdenes, yo no he elegido tu castigo y... te lo has ganado tú solita por lo que hiciste. Ahora ponte en pie. Hoy no te vas a duchar. Ponte el uniforme. Llevarás ese pañal puesto todo el día. Y ni se te ocurra intentar quitártelo porque te irás a aislamiento 24 horas.

— Ella abre mucho los ojos y niega con la cabeza. Prefiere tener puesto un pañal lleno de ortigas, que ir a ese sitio frío y húmedo sin cama, ni comida, ni nada.

— Buena chica, ahora vístete y no me hagas perder el tiempo. Es hora de desayunar. — Ella sigue removiéndose. — Si necesitas hacer tus cosas hazlo, llevas un pañal y aguantará todo lo que hagas a lo largo del día. Si eres buena, a medio día vengo y te lo quito. No olvides que te vigilo... — Cierro su baño con llave para que no pueda entrar y me quedo de pie cruzado de brazos. — Vístete o lo haré yo. — La advierto...

[Continuará]

Demonios del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora