Ángeles y demonios

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Fui con Iridé al bosque donde había quedado con Enzo. Era raro, ella iba con miedo, o lo parecía, sus ojos naranjas estaban muy abiertos y centelleaban mientras miraban en todas direcciones, me cogía el brazo fuerte y se mordía el labio de abajo. Esto último me pareció jodidamente sexy, pero traté de estar centrado durante el trayecto de medio kilómetro hasta el robledal.

Al fin llegamos. Los tres que nos esperaban miraron extrañados a la diabla. Me limité a decir que era enviada de mi padre, y empecé a hablar con Enzo.

-No se cuán fuerte es alguien atado con cuerda, que no es ángel... ¿Qué te parece si medimos las fuerzas?

-Um... Bien, bien, pero tú primero.

Señalé un árbol a unos pasos de nosotros. Con un giro de muñeca y un suspiro lo arranqué de la tierra y lo hice volar diez metros sobre nuestras cabezas. Luego, Enzo tendió su mano en dirección a otro roble, pero noté cómo se agotaba y apenas lo consiguió partir.

Toqué sus sienes, y daban martillazos, y su piel pálida ahora estaba roja. Le di una botella de agua de las que Julia había traído en su bolso, y le dejé descansar sentado en la hierba. Al fin y al cabo, si era capaz de partir igual un demonio, ya era mucho. Miré el panorama y me senté a su lado, y de repente Iridé se tiró a los pies de Enzo sobresantándolo.

-Yo se hacer más, mira.

Señaló de forma delicada pero tranquila un árbol cercano, y en menos de diez segundos lo vimos arder y desaparecer en cenizas. Lorenzo miró con el ceño fruncido, los ojos azules muy abiertos y la boca entrecerrada a la criatura que acababa de dejarlo por los suelos. Como toque final, dijo en tono burlón;

-Lo mismo que con el árbol hago con un tío.

Me guiñó un ojo al decir eso y no pude evitar sonreír. Julia vino y me llamó para hablar a solas y me sacó de mi embelesamiento. Me llevó allí donde el bosque era más profundo, al lado de un riachuelo, y me dijo;

-Ariel, no debes de preocuparte de demonios infernales... Las fuerzas que van a por Lara son terrenales... Se supone que soy... Perdón, era un serafín, estaba en lo alto de la jerarquía y escuchaba todo, y no debía contártelo... Pero los que vienen a por tu protegida son los Acólitos del Anticristo. Seiscientos sesenta y seis hombres y mujeres que, al igual que tú, o Enzo, son guerreros. Demonios guerreros. Cuando Rosa muera por segunda vez se desatará el apocalipsis, cuando los Acólitos la maten y arrastren su alma al infierno y allí la destruyan Lara morirá, morirá al amanecer y el anticristo nacerá al anochecer. Será el principio del fin, el principio del Apocalipsis.

Miraba con miedo a Julia, sobre todo por miedo a qué sería de ella ahora que me rebelaba esto. Ella continuó,

-Durante el Apocalipsis, habrá una guerra de 7 años, en la que los nefilims y los ángeles custodios pelearán dirigidos por el general de los cielos, Miguel, contra los Acólitos del Anticristo. Al acabar la guerra, o bien Cristo o Anticristo habrán muerto, y el vencedor hará del mundo su reino...

-Julia, ¿por qué me cuentas esto?

-Verás, no se me iba de la cabeza aquel mensaje... El de que estaba corriendo peligro... Así que bueno, pensé que deberías saber cual es tu verdadero destino y...

Julia siguió hablando pero no la escuchaba, entonces sentía un malestar... Y sentí un alma más en el bosque. Una fuerza oscura... Poderosa...

-Rápido, hay que ir a por Rosa -dije mientras corría.

Llegué al claro donde estaban Rosa, Enzo e Iridé en pocos segundos, y Julia llegó justo detrás de mí. Nada más llegar saqué mis cuchillos, Iridé corrió hacia mí y mi diabla me preguntó, mientras caminaba a mi lado;

-¿Tú también lo has sentido?

-Sí, ve con Rosa y protégela. Julia te será de ayuda.

Llegamos a donde Rosa estaba, justo al lado de Lorenzo, y me dijo algo como,

-Ariel, siento algo raro, ¿qué ocurre?

-Saca tu espada y prepárate para luchar -respondí, alertándole y con la respiración agitada.

Lorenzo sacó su arma y nos quedamos cada uno a un lado de las tres chicas que protegíamos. Escuché un crujido, a unos cien metros de nosotros, entre los árboles. Todo mi cuerpo estaba en tensión, mi oído se agudizaba, mi vista era mas fina y me sonaba el corazón mas fuerte. Tras el crujido, silencio, un constante silencio que duró casi un minuto.

Me estaba poniendo nervioso. Sentía esa presencia acercarse, y no veía nada ni nadie. Un impulso me alarmó, y miré arriba, y un chico vestido de negro, con el pelo azul marino y los ojos azul claro caía sobre mí, con una espada apuntando directa a mi cuello.

Grité para avisar a Enzo y crucé los brazos sobre mi cabeza, y aunque no lo esperaba paré la espada con mi piel. El demonio tampoco se lo debía de esperar, ya que tuve oportunidad de apuñalarle el abdomen y clavar mis cuchillo en su pecho dos veces entre sus bufidos de dolor antes de que él intentara en dos golpes de su enorme espada abatirme. Di un leve salto atrás y esquivé sus movimientos, y cuando ya me había hecho retroceder unos metros se giró sobre si mismo antes de ir a por Julia. Alzó su espada y la bajó directa al cuello del ángel caído pero Lorenzo consiguió parar la estocada y aproveché su choque de espadas para apuñalar dos veces más la espalda del demonio y dejarlo de rodillas de un codazo en la nuca, antes de que mi compañero lo decapitara de un limpio corte en el cuello, de arriba a abajo.

Lorenzo retrocedió para estar más cerca de Rosa y Julia, y noté cómo Iridé estaba muy tensa. Me dijo;

-Amo, ahora va a pasar algo malo... Hay alguien muy poderoso aquí... Tiene el poder de los avernos...

Yo también sentía una presencia como la anterior pero mucho mas intensa y poderosa. Era alguien grande, su poder era importante y fuerte... Noté aquel demonio enfrente de nosotros... Andando... Tranquilo...

Al fin pude verlo. Aunque era más correcto decir verla, era una chica que parecía tener dieciséis o diecisiete años, rubia con el pelo recogido, de ojos aún mas azules que el chico que nos acababa de atacar pero no tan brillantes como los de Enzo. Su piel era blanquecina, y su ropa negra llevaba cintas para guardar los muchos cuchillos y las dos espadas que portaba, y además llevaba un gran arco y un carcaj lleno de flechas a su espalda. Me miró fijamente, como si fuera algo extremadamente raro. Saltó un tronco y pude ver que su cuerpo era muy delgado, puede que demasiado, y era increíblemente ágil. No apartaba la vista de mí y eso me hacía temer, junto con que su alma fuera tan oscura y fuerte. Escuché un susurro de Julia que decía;

-Oh, Dios de mi vida, es Inés.

Lorenzo y yo nos interpusimos de lleno entre ella y Rosa, y vi de refilón que Iridé estaba enfrente de Rosa como si fuera un escudo humano. Esa chica se fue acercando más, sin quitarme la vista de encima, hasta que habló;

-Fantástico, el nuevo acólito ha fallado. ¿Y quién eres tú? -preguntó dirigiéndose a mi-. Se supone que aquí debía de haber sólo un ángel, el ángel custodio, apártate y deja que acabe con él y su protegida.

-Si crees que me voy a apartar es que los vapores del Infierno han afectado a tu juicio -dije en tono burlón y con una sonrisa desafiante, que le hizo enfadar.

Vi cómo cogía su arco y una flecha, y ahora entendí porqué Iridé estaba haciendo de escudo de Rosa. Apuntó con una maestría impresionante a mi corazón, y liberó la flecha negra, que alcancé a coger con mi propia mano antes de que tocara mi pecho. Para desafiarla más, alcé mi mano con la flecha por encima de mi cabeza y la apreté hasta que se partió en dos. Ella abrió mucho los ojos y dijo;

-Vaya, eres un nefilim. Impresionante, desde el rey David pensaba que no había habido más... Visto así, mi soldado ha luchado contra un nefilim y solo ha perdido la cabeza. No está mal.

-Veo que me tienes en alta estima... ¿No piensas luchar contra mí, rubita?

El demonio de la guardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora