Día de entrenamiento

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Al día siguiente necesitaba algo de movimiento, estaba demasiado preocupado para pasarme el día sentado pensando. Llamé a Enzo y en la azotea nos preparamos para un pequeño combate. Mientras estaba esperando, hizo algo que me extrañó. Se puso los cascos.

-¿Qué haces escuchando música?

-Me gusta para luchar. Me motiva.

Sacó la espada mientras se movía al ritmo de Bangarang de Skrillex, y yo me limité a crujirme los dedos. Una estocada, dos, cuatro, ocho. No lograba darme. Decidí atacar. Pecho, cabeza, abdomen, hombro. Cuatro puñetazos y al suelo, aunque se levantó mucho más rápido de lo que esperaba. Empezó la parte más fuerte de la canción, soltó su espada y saltó hacia mi lanzándome un puñetazo que no vi hasta que impactó en mi mandíbula. Un empujón más con su poder y me tiró. Empezó a esquivar mis ataques, era mucho más rápido que yo. Tras recibir sus ataques y encajarlos como pude, me di cuenta de cuál era su baza, la distancia. Lo acerqué a mi con mi fuerza, de un solo giro de muñeca lo dejé a centímetros de mí, y le ataqué allí. Con la palma de la mano le golpeé entre los ojos haciendo saltar los cascos de sus oídos, di un golpe igual en su estómago dejándolo doblado y me giré sobre mí mismo levantando atrás la pierna y dándole un talonazo en el abdomen que lo levantó del suelo. Lo miré, se quitó dolorido la chaqueta dejándose solo la camisa de Cazafantasmas, ya que hacía calor, y poniéndose de nuevo los cascos dijo...

-Luchemos en serio.

Saltó hacia mí dándome una patada en el aire en mitad del pecho que me dejó al borde de la azotea. De forma dificultosa me puse en pie y esperé su siguiente ataque, y una oleada de puños golpearon mi costado y un codazo en la sien me dejó en el suelo. Sin querer sonreí, había aprendido a luchar, estaba listo para pelear hasta con Inés. Lo miré, aguantando el dolor, con una mirada de ojos color azul acero determinante y expresión de póker, era un guerrero al fin.

Joshua subió y nos preguntó si queríamos bajar a hacer algo, y yo asentí. Enzo me ayudó a ponerme en pie y fuimos a casa a por un balón,  salimos a la calle y caminamos hasta la pista de fútbol.

El demonio de la guardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora