Prólogo

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15 de Febrero de 1937. Turingia, Alemania.

Caigo, suavemente, en el abismo de todos mis errores. El confiar, encabeza la lista, como cada pequeño detalle que compartí ilusamente.

Caigo en cuenta de que él está ahí, esperando una respuesta, una señal de que estamos en la misma página y no soy solamente fragmentos de una mente dispersa y acabada.

Un río de lágrimas surca sus mejillas y no puedo hacer nada para evitarlo. Estoy rota. No soy yo, no soy lo que quiere ni lo que yo quiero. Estoy condenada a vivir en un infierno si no me marcho muy lejos. Física y emocionalmente. Y jamás, jamás, permitiría encerrarlo en el mismo ataúd.

Me acerco paso a paso a él, tratando de cortar aunque sea esta mínima distancia. Cuando su aliento es capaz de mezclarse con el mío, acaricio su rostro, vacilante de cualquier reacción, y cuando apoya su mejilla en mi palma, algo terriblemente cerca al alivio me invade. Memorizando cada uno de sus rasgos, desde sus pestañas, hasta el lunar en su lóbulo izquierdo, me inclino, rozando sus labios, mientras mis dedos descienden suavemente por su garganta. Lo miro a los ojos, por un momento que pareció dulcemente eterno. Y lo beso. Poniendo todo mi amor en su sabor. Poniéndome a mi en él y él conmigo, firmemente perdido. Sabe claramente a un poco de amor, a un poco de vacío y a un poco de despedida.

Sabía a un poco de perdón.

Entendí que yo me iba y que las circunstancias me empujaban a hacer lo correcto. Entendí que estaba obsesionada con el pasado y con las cicatrices que me dejaron. Entendí que lo amaba, pero que jamás lo dejaría acabar como yo: miserable y perturbado. Entendí que la vida es corta y nuestras decisiones la definen. Entendí que mi vida es él y que moriré un poco todos los días al no poderlo ver. Entendí que no todo es como queremos y debemos aprender a vivir con ello. Entendí tantas cosas en aquel beso. Me entendí a mi y un poco a él. Entendí que estamos condenados a vivir al paso de lo que buscamos y encontramos.

Cuando separo mi boca de su tierno veneno, lloro también. Lloro al saber que lo extrañaré, al comprender que la depravación ajena me ha llevado hasta esto. Lloro de añoranza y felicidad, lloro de fe y humildad, lloro de tristeza y un poco de paz. 

—Mi amada...— Me susurra tan suavemente, con la voz quebrada y la vida igual. ¿Por qué, oh, por qué? Sabía que un rotundo no quería escapar de sus labios, pero era imposible. 

—Mi amado, entiende que debo irme, que la vida me ha puesto en ésta situación y que me alejo sólo por mi inmenso amor. Volveré a ti. Volveré más fuerte, más serena, más pacifica y terrena. Volveré más tuya y más mía. Volveré más nosotros. Y te amaré, tanto, que nunca recordarás haber sentido algo lejano.—Suelto su mano, tomo torpemente el reguero de bolsas esparcidas en el suelo y lo miro por última vez. Lo miro de verdad, a todos sus sentimientos y todos sus secretos. Él, callado y firme en el suelo, me miró a su vez. Y algo cercano al entendimiento cruzó sus ojos, arqueando sus labios y formando una pequeña y valiente sonrisa.

Aprieto mis pasos, estrujo mis labios y unas lágrimas caen. No puedo, no quiero, ahora que me voy nada se siente correcto... No quiero, pero debo. Esto es por mi, por él. Estoy parada, a la mitad del pasillo, por él. Estoy a punto de dejarlo todo, por él. Estoy buscándome a mi misma, por él. Algo brillante se cruza entre mis parpadeos, y ahí, postrada en la esquila de mi mesa de trabajo, está la estatuilla de mi Adler. Llamándome. La tomo delicadamente entre mis manos, con los revoltijos de cosas en mis brazos y la aprieto contra mis labios. Besando un recuerdo. 

Cuando volteo mi mirada, sigue ahí, roto por mi. Guardo sin que lo note la estatuilla en el bolsillo derecho de impermeable y le sonrió por última quien sabe vez.  Con la visión de mi bien, abro de par en par las puertas del salón. 

Y me alejó, a un mundo sin él, pero que me llevaría mil veces de nuevo a su piel.



ADVERTENCIA: Esta historia contiene lenguaje fuerte y escenas de violencia; así como contenido sexual explícito. Se recomienda discreción.

Investigué mucho acerca de la Alemania nacionalsocialista, pero hay algunas cosas en las que cruzo la línea. Todo es meramente ficción.

NOVELA ORIGINAL.

Queda prohibida su adaptación, así como el robo parcial o total de la misma.

Espero que les guste. ¡Gracias por leer! Besos.


Cien cartas, cien poemas y mil veces túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora