Carta I - Poema I

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1 de marzo de 1937. Berlín, Alemania.

Querida mía:

La vida era maravillosa. Debo decir. Eso es un hecho del que podía disponer por siempre si me daba la gana. El caos a mi alrededor era la comunión de cada una de mis palabras. La sangre virginal en mi pecho, las lágrimas y el sudor esparcido por el suelo... los gritos de dolor haciendo eco.

Antes, cuando me dejaba llevar por los absurdos sentimientos, flaqueaba y yo también lloraba. Antes, cuando era un perdedor, un triste pedazo de carne en el mundo, sin vida, sin nada. Antes, cuando yo también luchaba y amaba. Antes.

Es cierto que nada de lo que hago es correcto, ¿pero qué realmente lo es en éste mundo? Tú, por supuesto.

Recuerdo los días en los que yo no era nada, y estaba ella... Julia, la luz de paz que lleno mi vida cuando el dolor golpeaba con fuerza mis venas. Ella fue mi salvación y mi dura condena. Todavía, cuando veo el sol, la recuerdo. Recuerdo cuando sonreía y lo feliz que era, lo feliz que yo era. Recuerdo cuando amaba al tiempo y a mi temperamento. Recuerdo cuando vivía y cuando yo le quite cada pedazo de vida.

¡No, no creas que yo la maté! Fueron mis secretos, mis miedos, mi orgullo, mi sadismo, mi falta de fe en mi mismo. Te diré la verdad, te escribiré en esta primera carta cada detalle. Pero eso sí, no dejes de amarme. Te lo pido, vida mía, porque sin tu vida en mi vida, ¿qué sería de ésta historia vacía?

Perdóname,

"Las emociones son irrelevantes cuando se quiere obtener el resultado de toda aquella masacre: dinero, fama, alabanza... poder.

Justo cuando estaba a punto de apagar otra vida, otra inocente, frágil, mutilada y humillada vida... se abrió paso el silencio. Y con ésa extraña calma, el indeseable destino. Todos me miraron fijamente, con los rostros desencajados de años de horror, muerte y dolor... y algo muy cercano a la compasión. ¿Absurdo, no?

Algo en mí se rompió, como hace años no lo hacía. Todo se detuvo. Mi vivencia, mi realidad, mi espera.

Escuché el inconfundible sollozo de quien sería mi próxima víctima y no pude evitar mirarla. ¿Por qué tan siquiera quería matarla? No podía entenderlo. Y no pude evitar, tampoco, navegar mi mirada por cada rincón de la vasta habitación. La sangre esparcida, los murmullos sucios, las mujeres usadas, los hombres violentados, el sudor enjaguado en lágrimas.

Todavía, hoy, después de tres años, esa visión me persigue por las calles.

Pero ya no sólo se trataba de mi ambición de poder. Sino del placer de saber que, a pesar de todo y todos, el mundo temblaba si era yo. ¿En qué momento me convertí en un ser tan vil, tan inhumano? ¿En qué momento el maltratar brutalmente a alguien se volvió algo rutinario? Y eso había pasado con Julia. Un ser puro, adorado... el cuerpo bondadoso tuvo que pagar por cada uno de mis pecados. No te diré exactamente cómo la mataron, porque se me nubla la mirada sólo de pensarlo.

Consumido, tomé firmemente la Luger que cernía en la sien de la rota mujer. Y corrí. Por horas, tratando de alejar los demonios adheridos a mi piel, acallar el veneno de la culpa, el sentimiento de perdida y ruina. Buscando un pedazo de la misericordia que siempre me rogaban.

Pero ellos no me la dieron".

Aquella noche mi alma se sintió sacudida, fue como si algo dentro de mi explotara o reventara en mil pedazos.

Algo me dice que siempre estuvieron esperando eso: yo, roto y acabado. Algo me dice que en sus oscuros corazones siempre estuvieron esperando verme avergonzado y destrozado. Ellos no son como tú, jamás sentirían lastima, sólo perversión y burla. No sienten, no laten, no quieren.

Te extraño, todos los días. Estoy tratando de encontrar el modo de volver a ti y de que tú vuelvas a mi. Jamás te sientas pérdida, yo siempre, de cualquier manera, estaré aquí para ti. Vuelco siempre mis pensamientos al lejano tiempo. Tan efímero, tan nuestro. Te necesito en mis noches y mis días. Es cierto que tienes tus defectos, pero te quiero. Incluso más a pesar de ellos.

Te escribe un hombre solitario, acomplejado y abandonado. Te escribe un hombre valiente y latente. Te escribe un hombre que te ama por sobre todas las cosas. Te escribo para hacerte saber que cuando te fuiste, me llevaste contigo.

Te quiero. Tal vez hoy, tal vez mañana, tal vez infinitamente.

Siempre tuyo. Siempre mía.

Ancel Schwarz.

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5 de Marzo de 1937. Prusia Oriental , Alemania.

Añoro la cercanía que me aleja de ti cada día.

Añoro cada pedazo de tu cuerpo,

cada trozo que la vida me de para absorberlo.

Amado mío, limpia mis lágrimas

que se sacuden en mis mejillas

por el dolor de la distancia.

Por el dolor de mis brazos al no poder apaciguarte,

al no poder estrecharte.

Perdóname tú a mi por mi cobardía,

por tener que conformarme

con tenerte entre líneas.

La vida condena,

pero en tu piel todo se arregla.

Entre tus brazos y tus labios,

entre tus sueños y todo lo

que siento cuando te llevo por dentro.

Cuento en las hojas

el tiempo que falta para verte de nuevo,

pero siento que caen y caen

y sigues sin cruzarte conmigo de nuevo.

El viento, el sol, el mar

me llevarán a ti, me verás y yo a ti,

me amarás como yo a ti,

y nunca, jamás,

volverás a sentir que partí.


Estoy emprendiendo el viaje a ti.

Te amo. Te comprendo. Te perdono.

Siempre tuya. Siempre mío.

Caroline, mitad de tu pecho.

Cien cartas, cien poemas y mil veces túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora