☆Magia Bajo Tierra☆

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Al día siguiente, la nieve en la estrecha cueva había desaparecido para no regresar hasta el siguiente invierno del nuevo año.

Fueron pasando los meses, aunque, la verdad, en los túneles subterráneos que forman el bosquecillo no se siente el cambio de estaciones. Todos los senderos habidos y por haber son de paredes redondas, estampadas por hojas anchas de colores terrosos y rojizos, el suelo consta de arena suelta y la única fuente de luz son hongos luminosos que dan pista, con sus tonos celestes y amarillos, de cuándo es de noche o de día. El ambiente suele ser cálido y silencioso.

Aunque tal vez no tanto como antes de que ciertas criaturas llegaran e inundaran los pasadizos de sus risas, juegos, canciones... o peleas y discusiones.

Un veloz y pequeño borrón café con cabellera dorada pasó por el túnel, levantando finas nubes de tierra con cada pesado y largo paso. Desaceleró al llegar a una curva, miró atrás, jadeando sin parar, más, cuando comprobó que seguía siendo perseguida, hizo a un lado el cansancio y desapareció en la vuelta hacia la derecha.

—¡No! —gritó aquella que la perseguía cuando la perdió de vista— ¡Anera, ya habías dicho que hoy no querías salir! 

Finalmente llegó a la misma curva una figura igual de pequeña y rápida, vestida de verde y de larga melena roja. Se detuvo exhausta, pero sin la intención de ceder debido a ello tampoco. Miró hacia el fondo del serpenteante túnel y, gracias al pálido brillo celeste de los hongos creciendo de las paredes, se dio cuenta de la inmensa ventaja que Anera llevaba sobre ella. Su corazón dio un brinco y ella también, tomó impulso y salió corriendo de nuevo.

Muy pronto vislumbró, a través de una nube de polvo, las puntas suavemente onduladas del cabello rubio de su rival, la cual, al escuchar el sonido apresurado y amortiguado de sus pisadas, resolló con estrés.

—¡Ya déjame, Baoca! —dijo atropelladamente—. ¡Tú ya saliste ayer; es mi turno!

Era la primera vez, en toda esta carrera para llegar a la cueva del espíritu del bosquecillo, que Baoca quedaba tan cerca de Anera, casi literalmente, para pisarle los talones. Pero toda la tierra que Anera echaba hacia atrás con cada uno de sus rápidos pasos le iba cayendo a Baoca en los ojos y el resto de su cara.

Baoca se hizo a un lado, tomando la oportunidad de esquivar la tierra y de rebasar a Anera.

—¡Pero acababas de decir que no lo querías! —jadeó, emparejándose con ella cada vez más.

La niña rubia miró de reojo a la niña pelirroja, desafiante, pero con un brillo de nervios al ver cuánto la iba alcanzando. Baoca sonrió de lado, triunfante.

No obstante, Anera tomó impulso y dio un salto para atravesarse en su camino y quedar por delante una vez más.

—¡No es cierto! —respondió la rubia. Inmediatamente después, Baoca se volvió a cambiar de lado mientras se quejaba por la tierra pegándose a su cara y entrando a su boca; por su parte, Anera volvió a interponerse enfrente—. ¡Eso lo dije hace mucho rato! —Las dos cambiaron de lado otra vez—. ¡Sí quiero salir al Poblado! ¡Acabo de decirlo! —Cambiaron al otro lado—. ¡Baoca! ¿Cuántas veces tengo que decirlo?

—¡Basta, deja de hacer eso! —chilló abrumada la pelirroja entre escupitajos de tierra.

—¿Hacer qué? —se mofó Anera.

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⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

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