#1

124 7 2
                                    

La Cotidianeidad

Otra vez mi amor y su cansancio pasaron por la puerta de casa, al llegar a ver sus ojos mi día se ilumina pero su ceño fruncido estruja el centro de mi pecho.

La comprensión se hace presente en mi y al mirarnos solo puedo recibirlo con una sonrisa verdadera a la que él débilmente y con obligación responde intentando formular una igual que solo se queda en el fallido intento.

La comida lista sobre la mesa, nuestra parlanchina hija y sus historias y yo, en la espera de algo, un no sé que, solo algo.

–Estaba rica la comida mi amor –Pronuncia con un tono poco audible y mi entusiasmo vuelve.

–Gracias mi amor –Respondo sonriendo como tonta.

***

No pasa media hora desde que llegó a casa y ya no soporta a nuestra pequeña, es comprensible está cansado y aún no se acostumbra a sus pilas diarias que llegan a atropellarte. Reniega y reniega, se queja por todo y por nada, lo escucho, lo comprendo pero mi corazón se comprime de igual manera.

–¿Cómo no decidí no tener hijos? –Al escucharlo el nudo diario en mi garganta dice presente.

–Quizá si ella no estuviese no estaríamos juntos –Le respondo en calma y sin ánimos de ofenderlo, simplemente intentando hacerle comprender el peso de sus palabras.

–Pero estaríamos mejor –Responde de forma muy cruel.

Mi corazón se rompe, él no lo ve, lagrimas caen, él no las ve. El día se acaba, las luces se apagan, pero el dolor no cesa, pocas palabras y tanto peso, peso que poco a poco se suma y duele en mi pecho.

Cierro mis ojos, necesito descansar, mañana será otro día. Ojos dejen de llorar, corazón deja de sufrir, mente deja de pensar que un largo día nos espera.

Unos bracitos rodean mi cuello, un beso en la mejilla y su vocecita... –Mamá, te amo mucho ata la etellita –esas pocas palabras me hacen sonreír. La abrazo y felices poco a poco nos quedamos dormidas.

SitucionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora