1979, algo se encuentra y algo se pierde

24 3 0
                                    

Laura estaba en su pequeña cama, concentrada en escuchar a Marco, que le

estaba contando una vieja leyenda de la isla de Okinawa. Generalmente iba

a la cama acompañada por su mamá y juntas leı́an unas páginas de un libro.

Noche trás noche continuaban la lectura donde la habı́an dejado la vez anterior

y seguı́an ası́, durante muchas noches y muchas semanas seguidas. Sin embargo,

cuando la madre tenı́a que terminar unas tareas, iba a la cama acompañada

por Marco, el cual, fin de evitar cualquier confusión con la lectura, le contaba

una historia. Aquella noche Laura estaba muy interesada en el relato sobre

dos hermanas obligadas a vivir separadas la una de la otra contra de su voluntad.

Sakura, la hermana mayor, habı́a sido cedida por el padre para pagar

una deuda de juego y Sandalo, la menor, desde entonces, sa habı́a prometido

a sı́ misma que aprenderı́a el karate para poder, algún dı́a, librarle.

La historia de Sakura y Sándalo:

Agena habı́a sido un maestro de karate. Sus puñetazos eran tan fuertes como

el hierro y sus dedos podı́an penetrar la corteza de los árboles. Sin embargo, un

dı́a su mujer murió y, aunque sus hijas se esforzában en no hacerle faltar nada,

él estaba cada vez más triste y ya no encontraba razones para continuar por la

vı́a de las artes marciales. El tiempo que antes dedicaba a la práctica, ahora

lo pasaba en los locales de juego y habı́a olvidado cuando cada mañana, lev-

antándose decı́a: "El orden es la primera ley del cielo". De hecho transcurrı́a

los dı́as en compañı́a de delincuentes de todas clases y ya no distinguı́a entre

el bien y el mal. Además del cielo, la suerte también le habı́a abandonado

y, dı́a trás dı́a, perdı́a sus pocos ahorros. Para seguir bebiendo y jugando, se

habı́a endeudado mucho, hasta el dı́a en el que los acreedores fueron a golpear

a su puerta. Al no encontrar nada excepto sus hijas, atraparon a Sakura, que

ya tenı́a catorce años y le llevaron consigo para venderle y recuperar al dinero

que habı́an prestado al padre. Cuando Agena regresó a casa, lloró y se deses-

peró por su mala suerte, pero, en vez de ir a buscarle, tomó la última botella

de sake y se la bebió entera. Sándalo se habı́a quedado cerca de la chimenea

llorando y siguió de esta manera durante dos dı́as. Luego, el sábado, besó al

padre, que estaba durmiendo borracho tirado en el suelo y se dirijo hacia Naha

para alcanzar la casa de Matsumura, el maestro que habı́a forjado las manos

de su padre.

Laura escuchaba el relato, fantaseando sobre poder hacer como Sándalo que

enfrentaba las dificultades  contando con sus propias fuerzas. Mientras que pensaba en esto,

Sólo cuenta el karateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora