Mutismo

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Tras la ventana de la oscura habitación se vía el aguacero que golpeaba sin
cesar los finos cristales, con cada gota que caía jugaba a encontrarle la salida
entre los surcos de barro que se habían formado, quizás, por el polvo de los
años y otras tantas lluvias.
Mi dedicado juego solo se rompía por algún trueno que ensordecía mi reciente
curada mente...

27 de agosto 1995
Casa de mi abuela materna.

Hacia apenas unas cuantas horas que había llegado a la casa en la que me críe,
todo estaba mas viejo, pero justo en el mismo sitio en donde lo recordaba, el
mueble de madera al estilo Luis XV, alto casi como la misma pared que lo
alberga y ancho como toda ella, seguía ahí, vigilante frente a la puerta, en el
fondo, en el lado izquierdo de la escalera que subía a la segunda planta.
Los sofás siempre en discordia, se me escapo una media sonrisa al recordar
que como le gustaban los tres tapizados compro uno de cada uno para no tener
que sufrir la dicotomía de elegir, el mas grande bermellón, y los dos restantes
uno con unas flores naranjas muy chiquitas que apenas se veían y el otro, de un
color, un mostaza chillón. Los coloco en medio círculo para que entre ellos se vieran, justo frente a una
chimenea que jamás se uso.
Las paredes que formaban el salón están empapeladas por un tapizado de
flores rojas grandes y grotescas, a su alrededor, como escoltas de un rey, unas
flores amarillas o marrones (que nunca logre distinguir), forman una V muy
abierta que emana una expresión de saber que han nacido para ello.
Roídas casi en gran parte por culpa de un sin fin de agujeritos que en su
momento habían servido para llevar con orgullo una muy fina y dedicada
colección de platos y platitos, ¿que habrá sido de ellos?, ¿donde estarán ahora?
El fuerte olor a rancio a causa del el encierro y el moho me provocaron mas
de una nausea, lo cual casi instintivamente me obligo a apretarme la nariz.

Me acerque a la ventana para abrirla y moviendo suavemente las ásperas
cortinas observe que clavado sobre los marcos había unos tablones dispuestos
en forma de X, cinche de ellos para arrancarlos sin más resultado que un
montón de polvo que me hizo toser, volví a mirar y un rayo de luz se coló por
la ventana entre abierta, y fue a caer como obra divina sobre un portarretratos, camine hacia él mientras el pasado inundaba mi mente.

Recuerdos

Yo nací en el año 1971, en el mejor día de primavera o eso decía mi madre. Incansablemente me contaba una y otra vez que como no sabia si seria nena o
varón ella y mi padre no se animaban a buscar nombres que no dieran la talla
con la personalidad, y que cuando me miro a la cara supo enseguida cual seria
mi nombre.
Luna, se llamara Luna.

Mi padre riendo siempre le contestaba que no hubo opción a discusión, ya que
en la habitación de mi abuela donde ella me dio a luz solo se percibía el
resplandor de la luna que penetraba por la ventana y caía inmaculado sobre mi
rostro, y que nada en esa noche se movía, tan solo mi respirar y el parpadear de
mis verdes ojos. - Y así cariño, de ahí, tu nombre.
Tome con delicadeza la foto de mi familia, y los recuerdos como un puño
invisible me oprimió el pecho, y el dolor nublo mis pensamientos, cerré los
ojos y caí al suelo sin intentar detenerme, y un torrente de imágenes golpearon
mi sien.
1979 celebraba mi octavo cumpleaños, y como en todos los anteriores
viajábamos a la casa de mi abuela a festejarlo, ella decoraba el salón con globos
de colores simulando un sin fin de arco iris; En algún lugar de la casa escondía
un regalo que a la orden de un fuerte abrazo yo salía a buscar.

El aroma a galletas recién horneadas recorría los espacios arrastrado por el aire
tibio que circulaba, despertando así todos mis sentidos.
Los latidos del corazón se me aceleraron al pensar que no he tenido
momentos más felices que esos.
Mientras rebuscaba en los rincones dispuestos a hallar mi tesoro escondido,
mis padres aprovechaban a ir por mi pastel de cumpleaños que eligieron con los
personajes de moda.
No se cuanto tiempo pasé inmersa en mi búsqueda hasta que al final encontré
el regalo, baje corriendo al salón a alardear de mi logro y me percate de que
mis padres no habían regresado, pensé que me había vuelto mas lista, o que mi
abuela ya no tenia ideas para esconder mi regalo, ya que siempre estaban aquí
antes de que yo lograra encontrarlo. Camine hasta la cocina presumiendo de mi victoria, esperando mis
acostumbrados aplausos, y en cambio, solo me abrazo el silencio, observe
curiosa a mi abuela parada inmóvil mirando a la ventana, era delgada, y
siempre llevaba unos vestidos largos y ceñidos, entre azules, negros o
marrones, su pelo era lacio y lucia un gris plateado, que supongo en su
momento debió de ser negro
Intenso, siempre recogido por un moño perfectamente peinado, me moví
despacio con la intención de asustarla y el cristal me devolvió el reflejo de sus
penetrantes ojos negros, que al mirarme, delataron ternura y dolor.

Mutismo [One-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora