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ÉL

— ¿Pero qué carajos?

— ¡Shhht!

— Ah, perdón.

La bibliotecaria entrecerró los ojos al chico que no había hecho nada más que molestar durante todo ese tiempo que llevaba dentro. Las personas que entraban y tomaban un libro, únicamente deseaban de un rato pacífico junto al olor a vainilla que las hojas desprendían. Pero, Jaebum interrumpía a cada uno de ellos cada dos o tres minutos con sus palabras groseras, y eso le molestaba bastante.

— Ni una palabra más, joven Im. O se calla o se larga inmediatamente.

Cuantas ganas tenía de arrojarle todo e irse de una vez.

Pero no podía. Jinyoung le había prestando algunos libros para su tarea de literatura apenas el fin de semana pasado. Y cuando a una manada de gatos se les ocurrió entrar a casa justo en un descuido y mearlos y rasgarlos completamente, supo que estaba en apuros.

¿La bibliotecaria creía de verdad que estaba ahí por gusto? Ja.

Respiró profundamente y caminó hacia otro pasillo, antes de soltar otra grosería. Cerró los ojos y los abrió de nuevo. La nota seguía entre sus dedos.
"El libro que buscas no está en ese lugar, sino en el estante cinco, en el segundo pasillo."

Angustiante.

Escalofriante.

Preocupante.

Y no mencionaba más palabras porque no se le ocurrían otras que terminasen en ante.

Pero sí. Era exactamente eso.

Un chico moreno había llegado hasta él para entregarle eso. Y al abrirlo no tuvo otra reacción más que esa. Por ello ahora estaba bajo la vigilia de la bibliotecaria.

Leerla de nuevo le causaba repulsión y miedo. Obviamente estaba siendo observado tras sus espaldas. Y le cabreaba terriblemente ese detalle.

— Realmente... Debo estar loco. —Suspiró.

Recordó lo que dijo Jinyoung. Las palabras que soltó al otro lado de la puerta antes de irse le removieron la consciencia de algún modo y, entendió, sólo un poco, que quizá si estuvo exagerando.

Así que, pues bien. Accedería cortésmente, comenzando con estas indicaciones, sólo por esta vez. No precisamente porque él quisiera, sino por cuestiones de emergencia colectiva que implicaban su vida y su pellejo.

Y su vida.

Observó rápidamente alrededor para encontrar a quien sea que lo estuviese viendo. No hubo nadie que lo hiciera. Se relajó entonces. Caminó unos tres pasillos más para llegar al dos, ya que estos se enumeraban de derecha a izquierda, en dirección contraria a él.

Este era el pasillo más grande y largo de todos por alguna razón que no conocía. Era extraño. Ahí parecían estar todos los libros más viejos y maltratados de toda la escuela. Incluso algunos mantenían una ligera capa de polvo sobre ellos.

Hizo una mueca. Estaba comenzando a creer que esa niña solo jugaba con él. Y lo más angustiante era que, aún sabiendo eso, siguió avanzando hasta dar con el primer estante.

Frunció el ceño. ¿Cómo iba a saber qué número de estante era cada uno? ¿Debía simplemente contarlos?

Bien, pues eso haría.

Avanzó todavía más, adentrándose en ese pasillo. Cuando contó el quinto estante, frenó sus pasos y miró atentamente. Había allí un montón de libros con pastas rotas y muy desordenados. Tuvo que sostener algunos mientras acomodaba otros hasta que... ¡Eureka! Milk and Honey estaba ahí sin polvo y sin ningún doblez. ¿Cómo era posible eso? Hasta parecía un milagro.

Estimado Im JaeBum Donde viven las historias. Descúbrelo ahora