Fragmentada

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Una sensación extraña me recorrió todo el cuerpo, haciéndome temblar, tratando de sacudirme del cuerpo esa sensación que se sentía como una invasión corporal

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Una sensación extraña me recorrió todo el cuerpo, haciéndome temblar, tratando de sacudirme del cuerpo esa sensación que se sentía como una invasión corporal.

Por unos instantes el tiempo se detuvo, un silencio acompañó esa pausa temporal. En mis oídos escuché un pitido largo que lastimaba mis oídos. Era muy agudo.

Llevé mis manos a mis oídos para cubrirlos, pero fue inútil. Traté de gritar, pero no pude. Súbitamente se detuvo. Al voltear a ver qué había sucedido, parecía como si no hubiera pasado nada. Empecé a asustarme, no podían ser solo nervios.

El auto en el que iba pasó por aquel puente que se extendía durante un par de kilómetros. Entramos a aquél túnel, dónde sólo oía el eco del auto dentro de este. El pánico me invadió.

Fue cuando escuché una canción que parecía ser transmitida por alguna señal en la radio. Una canción con notas melancólicas, que era vieja, el sonido inclusive se escuchaba de menor calidad, cómo si fuera tocado en un tocadiscos de cuerno. A pesar de ser prácticamente imposible que llegará una señal de radio ahí.
Sentí frío y esa extraña sensación en todo mi cuerpo que me estremecia, advirtiendome de algo. Fue en ese instante que la vi. Estaba sentada en el otro extremo. Una mujer de pelo castaño oscuro, lacio que había sido recogido con delicadeza.

Estaba sentada a mi lado impasible. Sus delgadas manos, blanquecinas como mármol descansaban sobre sus piernas, mientras jugueteaba con sus dedos y aquel relicario que había sido dejado en la habitación donde había esperado el momento de partir al altar.

La oscuridad no me permitía ver con claridad, pero ahí estaba. Su piel era nívea, tenía el aspecto de alguna pieza escultural fragmentada, como si ella se estuviera desmoronandose debido al tiempo.

La canción que sonaba en el fondo a pesar de ser bella y tratarse sobre un amor infinito, dedicado sólo me asustaba más. Sentí mis manos frías y el leve temblor en mis manos. Me quedé sin palabras. No sabía si sólo estaba alucinando. No la podía ver con claridad, ya que la luz era intermitente, debido a los tragaluz que había cada cierta distancia.

Su mirada iba pérdida en algún lugar, sólo veía hacía en frente. Sus labios se movían al compás de la letra de la canción, seguro la iba cantando para ella misma.
Sus ojos reflejaban tristeza, melancolía, que no era ocultada por el bello color verde de sus grandes ojos.
El terror se apoderó por completo cuando vi que ella vestía un vestido de novia, uno que había sido blanco mucho tiempo atrás. Ahora más bien era de ese color amarillento del cual se tornaban las hojas blancas con el tiempo.

—Me espera, él me está esperando.—

Susurró con una voz sepulcral, desesperada.

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