Secretos

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Desiré dio la vuelta, despacio, inhalando una disimulada bocanada de aire. Se encontró con la dulce cara de una anciana. Mas ella sabía quién se escondía realmente bajo esa apariencia magnánima.

La faz de la mujer emulaba a una pasa tiesa y marchita, el cabello plateado a los despojos que quedaban cuando los troncos eran consumidos por el fuego. Sus ojos garzos y penetrantes, eran un constante océano embravecido dispuesto a destruirlo todo.

—¿Qué haces leyendo eso? No puedo creer que te hayas atrevido a desafiarme.

—¿Esto es lo que usted no quería que viera? —Desiré agitó el documento, indignada—. ¡Ya lo sé todo!

—Voy a pasar por alto tu atrevimiento y ese tono altanero —respondió sin perder el semblante impertérrito.

—¿Eso es todo lo que va a decir? Por lo general su boca está repleta de sapos y culebras, listos para arrojar a quien ose enfrentarla.

—¿Y qué se supone debería decir?—La anciana arrugó la nariz en un gesto de desagrado—. Ya lo sabes todo, tú misma lo has dicho. No creo que nada de lo que diga deshaga esas telarañas que ahora invaden tu cabeza.

—Al menos podría disculparse por el daño causado a mi madre y a ese hombre. —La frialdad de la anciana era perturbadora—. ¡Usted les arruinó la vida!

—¡Hice lo que tenía que hacer! Santiago había desertado del ejército —Apretó los labios, la faz se tornó misteriosa y oscura como una noche sin estrellas—. Solo cumplí con mi deber de ciudadana al denunciarlo.

—No trate de cambiar las cosas a su conveniencia. Usted hizo de todo para separarlos y cuando lo consiguió obligó a mi madre a olvidarlo.

—No se puede obligar a nadie cuando en el fondo eso es lo que quiere. —Esbozó una sonrisa afilada—. Además, te recuerdo que si Edith se hubiera casado con Santiago tú no hubieras nacido.

—¿Insinúa que debo agradecerle?

Elcana compuso una mueca afirmativa y tintada de sarcasmo.

—Exactamente, ¿o acaso hubieras preferido a ese hombre como tu padre en lugar del que tienes?

—Desde luego que no —dijo sin dudar.

—Entonces, ¿cuál es el drama?

—¿Y todavía lo pregunta?

—Eres igual que tu madre. Ninguna de las dos ha apreciado lo que hecho en beneficio de ustedes. —Sacudió la cabeza en gesto de censura—. Edith quería unirse a un muerto de hambre. Y tú, pretendías casarte con un músico, ¡un músico! —Urdió un gesto exagerado con la mano—. ¿Qué futuro les hubiera aguardado a las dos con ese par de mequetrefes?

Desiré tenía una respuesta precisa para tanta soberbia.

—Sus palabras, a parte de rencor, destilan hipocresía. Usted también pensaba unir su vida a un "mequetrefe". Solo que el hombre que escogió no estaba interesado en hacer lo mismo. —Colocó el manuscrito frente a los ojos de su abuela—. Aquí explica las razones y la posterior obsesión que generó en usted al no ser correspondida. Obsesión que la llevó a atravesar límites infranqueables.

Lo que tu madre escribió no fueron más que desvaríos —siseó, molesta porque haya mencionado su malogrado romance.

¿Por qué no destruí ese libro cuando tuve la oportunidad?, caviló la anciana. En lugar de eso lo guardó, haciendo que su memoria se olvidara de él. Odiaba tener que reconocer que los años le estaban empezando a afectar.

—No lo fueron y usted lo sabe —afirmó Desiré—. Siempre le ha carcomido el no haber sido correspondida por el padre de Santiago. Y por coincidencias de la vida el hijo que ese señor tuvo amó con locura a mi madre. Como usted no pudo ser feliz, no soportó que ellos lo fueran. ¡No tolera que nadie alrededor sea feliz! —La furia recorrió sus venas como lava ardiente—. La pone enferma de envidia y de celos. ¡Por eso les hace la vida imposible a quien intenta alcanzarla!

𝑷𝒂𝒔𝒊𝒐𝒏𝒂𝒓𝒊𝒂 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora