No podía dejar de mirarle, y él también me estaba observando. No sabía quien era, ni que hacía ahí. Pero lo que si sabía, era que parecía un ser horripilante y que si le dejaba de mirar, desaparecería e iría a por mi. Había muy poca luz en la calle, pero desde la ventana de mi habitación se podía diferenciar perfectamente su cuerpo desgarrado.
Sonó una alarma, busqué con mi mirada de donde venía ese sonido, y me arrepentí al momento de hacerlo, porque al mirarlo de nuevo, ya no estaba allí. Y eso significaba que había dado el segundo paso.