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c a p í t u l o  u n o:

❝ malos entendidos.

Stiles paseaba por los pasillos de la casa de los ecos, asustado por el reciente suicidio que había ocurrido en el mismo lugar que pasaría el resto de sus días (si era necesario), buscando encontrar un teléfono con el cual comunicarse con alguien que no tenga problemas mentales como todos allí.

— ¿Se va a referir a aquellos como un accidente? —preguntó absorto en la situación.

Por un momento, el adolescente creyó que la enfermera se pondría a llorar por la mirada que dio hacia el techo antes de hablar. —Incidente.

—Un poco mejor pero aun así, necesito el teléfono. Sólo cinco minutos o tres, por favor sólo será una llamada.

— ¿Quieres dormir, Stiles, o quieres que te presentemos nuestro sistema de restricción de cinco puntos? —contestó, ahora, con un poco más de rudeza que la primera vez.

Entonces lo entendió, el muchacho entendió que no podría salir de allí ni aunque quisiera.

Para cuando se dio vuelta rendido, un chico estaba saludándolo con sus muñecas atadas a la cama. —Soy Oliver.

No le quedó otra opción que decir su nombre y quedarse plasmado viendo el lugar en que lo había dejado la señora, cerrando la puerta tras ella. Dándole la oportunidad que él quiso, dejarlo encerrado para no herir a nadie.

—Hubo un suicidio, ¿Verdad?... ¿Es lunes? Siempre hay más suicidios los lunes.

Los gritos de Stiles pidiendo salir de la habitación eran ignorados, como los demás gritos de "auxilio" que pedían. Oliver comentó algo bastante curioso, "Es este lugar, algo sobre la manera en que está hecha. Todo tiene eco, en algún momento retumba. Por eso la llaman la casa eco.".

Ya decía Stiles que algo escalofriante tenía aquel lugar, siempre solía tener ese sentimiento cuando se acercaban momentos malos. Había tenido ése sentimiento desde que la puerta había quedado abierta en su mente, como si todo él estuviese mal o iba a estar mal en algún momento cercano.

Un grito como los de Lydia sonó en medio de la noche, el compañero de habitación de Stiles dormía, pero eso no le importó a Stiles al momento en que corrió hacia su puerta gritando "¡Lydia! ¡Lydia ¿Qué haces aquí?!". Un susurro pasó por la puerta de Stiles, como si fuera una memoria de alguien más que recordaba Stiles, un recuerdo robado.

La pequeña nena vagó por los bosques, rebuscando por el lugar que había visto por última vez a sus padres. Se había despertado en medio de la noche queriendo ir a tomar un vaso de agua pero como si fuera instinto animal, terminó en medio del bosque gritando por sus padres.

De pronto, empezó a oír susurros. "¿Hola? ¿Alguien me oye?" habló con el miedo impregnado en su tono de voz. Nadie la oía, sus voces parecían tan cercanas. Como si estuvieran dentro de su cabeza, indicándole que siguiera derecho, que se toparía con algo que no podría soportar su cuerda mente.

Por alguna torpe razón, la chica les hizo caso. Obedeció a un problema neuropsicológico que conocía bastante bien. No fue por diversión, ni mucho menos por dominación. Más bien, por el miedo a lo que las voces podrían hacerle si no seguía sus indicaciones. Estaba aterrorizada de que ésas voces permanecieran allí por el resto de sus días, volviéndola menos cuerda a cada segundo.

Lo que encontró fue increíble a simple vista, del mal modo. Increíble en la forma de que pensó que su mente le estaba jugando una mala pesadilla de aquellas que terminan con ella llorando durante toda la noche. Primero las voces, luego los cadáveres de sus padres. No sabía qué hacer, ella no lo había hecho. Ella sabía con certeza que jamás sería capaz de desgarrarles la garganta de aquella cruel manera, al menos no a su madre.

Entonces atormentada por los, anteriores susurros, que ahora eran gritos y, mirando a los ojos blancos de sus padres;

ella

lo

hizo,

ella gritó.

Ése recuerdo, deambulando por la mente de Stiles, fue su entretenimiento durante toda la noche mientras miraba la enrejada ventana. No podía dormir, eso hubiera hecho que lastime a varios inocentes, pero se entretuvo con el atormentado recuerdo que había tenido de aquella pequeña banshee.

Cuando su compañero despertó, sólo le hizo falta una idiota excusa para hacerle creer que todo iba bien.

Al abrir las puertas, su "generoso" compañero quiso darle una vuelta por las instalaciones. Llegando al patio más cercano, Oliver empezó a contarle sobre la unidad cerrada, las personas con TOC y los que se creían Jesús.

—Oye, ¿Por qué la urgencia para usar el teléfono?

—No creo que éste lugar sea seguro para mí o cualquier persona.

Una persona gritando el nombre de Meredith entró en el lugar, captando la mirada de Stiles. Sus pasos fueron con fuerza, queriendo llegar al lugar en donde estaba la chica del teléfono que ahora caminaba en otra dirección con prisa.

Stiles entendió, al ver los ojos mieles de aquella chica, que había sido ella la pequeña banshee del recuerdo de anoche. — ¿Quiénes son ellas?

—La chica del teléfono es Meredith, es un poco rara, pero la chica que gritó su nombre es Amelia y, créeme, ella sí que es rara.

—Oliver, tú eres un poco raro —lo miró sabiendo que tenía razón y siguió su argumento dirigiendo su mirada al suelo. —, Meredith es muy rara y Amelia no creo que sea rara, sólo que tiene un problema personal con Meredith y malos entendidos.

—Nadie termina por un mal entendido en un hospital psiquiátrico, Stiles. —sonrió Oliver dándole el paso hacia el teléfono.

Stiles intentó usar el teléfono pero no tenía línea, le preguntó sobre aquello a Oliver y éste le contó que como no preguntó, él no se atrevió a contarle que desconectaban los teléfonos después de un suicidio.

Apoyó con fuerza el teléfono en su base y comenzó a caminar con pasos decididos. — ¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó su compañero.

—Salir de éste manicomio.

Pero en su camino se encontró a una chica que ya había visto antes, era la mujer coyote que habían salvado. Por un momento creyó que ella podría ayudarlo, pero cuando llegó la hora que le contaba que era amigo de Scott; Malia lo golpeó.

Su mirada se hizo borrosa y sintió unas manos heladas en su brazo, entonces escuchó una voz diciendo "él no hizo nada, ella lo golpeó" y la mirada de Stiles se enfocó en los agujeros que daban al sótano donde estaba él mismo en el suelo frente a un hombre vendado.

ECHO   ' s.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora