La tormenta se había desatado despiadadamente en la parte céntrica del reino, sobre todo en el castillo y en la ciudadela que lo representaba. Esa noche, la mayoría de los negocios habían cerrado temprano, los comerciantes tomaron sus mercancías a toda prisa para resguardarlas de la lluvia, mientras los soldados cambiaban sus metálicas armas por otras de madera para evitar que un rayo los rostice. En sí, las cosas estaban bastante agitadas para los habitantes... pero mucho más en cierto rincón del palacio.
La caída de los rayos se encargaba de disimular el sonido de dos alientos chocando entre sí, provocado de dos bocas que se devoraban con desespero, de dos lenguas que se bebían mutuamente en una danza desenfrenada, en una ansiedad indescriptible. La reina de Hyrule se encontraba besándose apasionadamente con el Comandante del Ejército, con el héroe que salvó su reino, y además de eso, su escolta personal. Hace poco menos de un año habían reconocido que se amaban, motivo por el que decidieron ocultarlo de los curiosos.
Zelda se deleitaba con cada beso que su amado le brindaba, se abrazaba a su cuello para profundizar la caricia, mientras Link la estrechaba más de su cintura. El joven la apretó tanto que creyó que iba a desfallecer, hasta el punto que sus labios soltaron un ligero quejido, y fue en ese momento que sus temores nacieron... o más bien volvieron. Sin aliento, inmediatamente se alejó del agarre, mientras que su escolta se quedó estático y agachó la cabeza al suelo con pesar.
- Lamento si te he incomodado. – dijo Link, avergonzado.
- ¡No! ¡No digas eso, Link! Todo... fue mi culpa. – dijo la reina, apenada.
- Tú eres una dama decente y respetable, es normal que hayas reaccionado así. Como sabrás... soy inexperto y torpe en este tipo de cosas.
- Y yo igual y lo sabes. Ya no te preocupes.
El joven se acercó a su compañera, la tomó de las manos y las besó con cariño, mirándola a los ojos con tal encantamiento que parecía perderse en el mar de los mismos. La reina lo miró de la misma manera, cautivándose por su dulzura y sintiéndose avergonzada por su mal actuar... por sus malos pensamientos.
- Ya es tarde. Te llevaría a tus aposentos, pero como ves aún hay mucha gente deambulando por ahí. – explicó el joven, lamentándose.
Inmediatamente se apenó al escuchar las palabras de su querido héroe, incómodas, pero ciertas. De ninguna manera se avergonzaba de amarlo, si fuera por ella gritaba a los cuatro vientos todo lo que sentía, lo presumiría como el valioso hombre que era... pero no podía, o más bien no debía, pues desde que fue coronada como reina el consejo no le quitaba la mirada de encima, estaban atentos a cualquier falta que pudiera cometer para juzgarla en sus acciones. Incluso, dudaban en permitirle tomar la regencia por no estar casada, cosa que le pareció absurda debido a que ese era su derecho de sangre. Su vida estaba demasiado emproblemada y de ninguna manera quería mezclar a Link en eso. No quería que lo cuestionen, que lo juzguen, o peor, que intenten separarlos. Ya había tenido demasiadas pérdidas en la dolorosa época del Crepúsculo, no estaba dispuesta a sacrificar lo único que le daba paz y felicidad.
- Siento mucho esto, mi amor. – expresó, entristecida.
- Nada de eso. Entiendo que nadie puede saber lo nuestro, y prefiero mil veces que las cosas sean así a no verte. No importa la manera, sólo quiero estar contigo y feliz. – expresó el guerrero, sonriente.
- Gracias... también me haces muy feliz. – respondió ella, retomando la sonrisa en sus labios.
- Ya es tarde, creo que es mejor que nos retiremos. Nos vemos mañana, princesa.
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Ritual de relajación
FanfictionUn año ha transcurrido desde que Hyrule recuperó la paz, y ese tiempo fue suficiente para que entre la regente del reino y el héroe de la luz naciera un sentimiento de antaño. Sin embargo, la situación comenzó a ponerse tensa, sobre todo para la rei...