should i stay or should i go now

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nota de la autora: sobre los pronombres, de nuevo. avísenme si metí la pata. tengan en cuenta que cuando louis habla de "harry" es a propósito el uso incorrecto. puede ser confuso por el cambio de pov. pido disculpas por eso JURO QUE VA A USARLOS BIEN DESPUÉS.

The Rogue en Londres

Parte 2

SHOULD I STAY OR SHOULD I GO NOW


Olivia llega tarde porque pasa horas en su habitación eligiendo qué vestir. No quiere parecer como si le preocupara agradarle, pero quiere estar segura de verse "femenina". Olivia odia esa palabra y el hecho de que lleva años en terapia intentando deconstruirla.

Olivia tiene una alcoba pequeña que es, pero no es, la misma en la que dormía al llegar a casa de su padre. Donde antes había humedad, cajas, y apenas una luz pobremente filtrada, ahora hay un mueble grande lleno de ropa, paredes pintadas, limpias, y ni una caja salvo aquella de zapatos que todavía no fue a cambiar. En la cama de una plaza, un colchón alto y duro, y un cobertor color verde limón que compró con una de sus primeras pagas. El respaldar, como la cama, es de algarrobo, pero este tiene pintado un bonito bouquet floral lleno de rosas de distintos colores, del que sobresalen ramas de olivo. No es la única referencia a su nombre en la habitación: está el cuadro de Leighton impreso y puesto en un portarretratos en el librero, y La Duodécima Noche en la mesa de luz junto a la cama. En la puerta, del lado de afuera, en lugar de un cartel con su nombre, una rama de olivo que procura cambiar siempre antes de que se seque del todo, aunque a veces tenga que recorrer la ciudad para conseguir ramas frescas.

Es temprano, todavía, cuando Olivia se peina. Mira su reflejo con un gesto receloso. Busca la trampa que la mayoría de los días decide ignorar. El vello rebelde, las líneas hoscas, el gesto serio que siempre la hace ver como no quiere ser vista. Busca los recovecos a donde no llegaron las hormonas. La psicóloga dice que no es ni saludable ni productivo. Olivia cree que tiene razón, pero no puede evitarlo a veces. Sobre la colcha verde limón hay un vestido floreado amarillo, una falda marrón que va arriba de las rodillas y un jean noventoso que sabe que no se pondrá ese día. Hay una blusa también, estampada de flores. ¿Es demasiado? ¿Será muy obvio? ¿Por qué siquiera me preocupo? Olivia se hace preguntas y no tiene respuestas para ninguna de ellas. Se mira en el espejo, recelosa, y se cepilla el cabello.

Arriba del escritorio, en un rincón, hay un equipo de música viejo sobre el que hay un montón de apuntes. No anda ni la lectora de cedés ni la de cassettes, pero Olivia no es dueña ni de unos ni de otros. Mantiene el aparato porque los parlantes son buenos y le permite escuchar la radio sin gastar batería del celular. Suena un artista nacional de moda, de esos que no escucha, pero conoce todas las letras. La tararea. Cuando el locutor anuncia la hora, Olivia traga saliva y se dispone, finalmente, a peinarse.

La trenza le queda corta, levemente al costado. Olivia se acerca al espejo para verse de cerca y maquillarse. Su camiseta de The 1975 le queda tan grande que parece un vestido. La compró así, para usarla de pijama. Le gusta la idea de dormir con Matt Healy. O le gustaba hasta hace poco, mejor dicho, porque todavía no sabe cómo sentirse con su última "estética". Hay algo doloroso de la sencillez con la que Healy lleva el maquillaje y con la que hace de él un espectáculo. Olivia no puede ponerle un nombre a la sensación incómoda, sin embargo, la siente, y ha aprendido a no desestimar esa sinceridad desconocida. Olivia se pinta los labios de color fresa y se delinea los ojos sin mucho dramatismo. Un mechón en la línea de la frente se rebela al trenzado. Ella sonríe y se lo suelta, ensortijándolo con los dedos. Se suelta un par más, cerca de la oreja y la nuca. Luego da unos pasos atrás y se mira de lejos.

The Rogue en Londres - Larry Stylinson Punk!Louis AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora