Capitulo II

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23 de Abril.

Inerte en aquella silla, acolchonado negro, respaldo oscuro, a lado de dos damas jocosas quienes no dejaban de criticar a la diversa cantidad de personas que pasaban a recibir su premio al podio.
-¡Mira aquel! Escuche que es algún tipo burócrata de provincia. - Comentaba con una emoción eufórica a la otra señora: una cuarentona, de cabello lacio, castaño, adornada con perlas en todo su ancho cuello, blusa morada, la cual apenas cubría sus pechos.
- ¿En serio? Ha de tener relaciones con varios políticos del distrito. - Señalando con una vista fija a un grupo de hombres de etiqueta con traje negro, corbatas rojas, de edad mayor y uno que otro joven entre el grupo. - ¿Será posible que mantengan alguna relación con la hija del magistrado?
-Escuche que era una mujer vulgar, viciosa por lo que se escuchaba en variados rumores, popular entre los hombres.
El auditorio se llenaba de susurros clandestinos que solo tenía como objetivo la crítica. A la esquina del auditorio cerca de la entrada de caoba tallada, pequeños bordados dorados, un vitral que ocupaba la mayor parte de la puerta, donde el cónsul Orozco y su grupo de activistas se mantenían serios durante toda la ceremonia, pero eso no quitaba que algunos de ellos hiciera comentarios sobre alguno de sus rivales. Del otro lado del auditorio cerca de los pilares de mármol cilíndrico, grisáceos, tallados de rayas ascendentes, el padre de Emilie: un magistrado, de cincuenta años aproximadamente, presencia fuerte, físico muy atlético, un hombre reconocido en todo el distrito como: uno de los más poderosos hombres; se rumorea que tiene el poder y los contactos para desaparecer a quien deseé. Estaba rodeado por su séquito de gorilas, su mano derecha, algunos hombres hipócritas que buscaban beneficios y bajo su brazo su hija Emilie.
Los altavoces en ambas esquinas del auditorio reproducían los constantes suspiros del delegado Valdez: nervioso por diversos chismes de adulterio que lo relacionaban con la hija de un empresario estadounidense.
Cuando los susurros cesaron. Anunciaron el último de los premios a voz del presidente y los comentarios de aquellas señoras jocosas habían vueltos:
-Parece ser que el último premio será para la hija del magistrado.
-¿En serio? -lo digo sorprendida.
-Si, por lo que me han contado será premiada por algunas campañas de caridad. - con una risa burlona en su cara y llena de celos. -Otra excusa para demostrar su poder.
Y entre risas de aquellas damas. El presidente dijo lo que todos ya estaban esperando:
-Hago entrega al reconocimiento por sus actos de altruismo y humanidad a la licenciada Emilie Linares. - Entre un mar de aplausos uniforme; se hizo el silencio.
-Muchas gracias por sus aplausos estoy muy agradecida y todo es por la causa. - con una risa simpática terminó su diálogo.
Durante la clausura del evento. El presidente fue el primero en retirarse saliendo por la parte trasera del auditorio para evitar a la prensa, que se encontraba a las faldas del auditorio. Por otra parte Emilie que se encontraba entusiasmada por su premio decidió ir a festejar con todos sus más allegados amigos y eso me incluía a mí.
Al llegar a su residencia. Pasamos por su enorme comedor, el cual ya estaba preparado para el festejo, diversas mesas con sus respectivos manteles blancos, centros florales distintivas de cada mesa, sillas forradas de tela color vino, un hermoso candelabro dorado, cubiertos deslumbrantes junto con su platos de porcelana color perla. Entonces una horda de meseros y el jefe de la cocina salieron de un par de puertas plegables que daban en dirección a una cocina minimalista blanca, bien equipada y llena de vapor de los diversos platos a servir y con una frase, y un aplauso al aire: todos los meseros se dispersaron para atender a cada unos invitados.

Una vez todos los invitados estaban sentados; empezó el festejo. Los meseros trajeron con una velocidad sorpréndete como trajeron las de botellas de Champagne Moët & Chandon, Dom Pérignon, Boërl y Kroff Brut Rose; asombrando a los invitados al portar esas carísimas botellas, destellantes, estaño plateado: servidas con una delicadeza, elegancia y con una pulcritud exquisita que para cualquier perfeccionista sería un acto de jovialidad y de fogosidad. De repente las luces se apagaron, y la voz de Emilie sonaba en todas las bocinas del comedor.
- Buenas tardes. Mis hermosos invitados, sé que se encontraran complacidos con nuestra impecable selección de Champán y mi intachable equipo de meseros.
Entre los aplausos de los invitados. Emilie actuaba como quinceañera ante ellos: seguramente ocasionado por su crisis de sentirse vieja. - Espero que disfruten de nuestros exquisitos platillos de los materiales más selectos y las carnes más finas.
Y con un ademán de manos. Los meseros corrieron hacia la cocina para que sucesivamente sacaran charolas circulares con una tapadera plateada, que reflejaba a todo el panorama desde la señorita de vestido rojo, moño gigantesco y pequeño moño a la altura de rodilla hasta una pequeña joven vestida de blanco, con estampados de flores azules, pequeño broche de moño azul rey y botón azul celeste. Al levantar la tapadera de plata, daba a la luz un platillo muy curioso a plena vista: respondía al nombre de "Bandeja paisa" según testimonios del Jefe de Cocina: compuesto por carné molida, arroz, frijoles rojos, plátano maduro, huevo frito, chorizo, aguacate, arepa, una salsa llamada "hogao" y guiso. De verdad algo extravagante y muy extraño que se sirviera en este tipo de eventos, pero a nadie pareció molestarle sino más bien fue de su agrado.

Voyerista anónimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora