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Me enamoré loca y perdidamente de él, sin saber o sin querer. Un día pasó de ser un amigo cualquiera para pasar a ser algo más.

Me encantaba, el hecho que me prestase atención, que me hiciera sentir bien, que me apoyara y me consolara cuando un gilipollas me había hecho llorar.

Hizo que aprendiera a quererme, o al menos a no ser tan dura conmigo misma, a no avergonzarme de ser como soy, a no ser débil por hacerlo. Estuvo ahí secando cada lágrima, curando cada herida, gritando conmigo para relajarnos, escuchando la misma música a todo volumen para evadirnos de todo y todos, sacándome sonrisas y también siendo poco a poco el motivo de las mismas, dando caricias y mimos como señales de confianza y de cariño.

Pese a mi mal humor, a mis malas caras y miradas, a mis estupideces y ralladas, él estuvo ahí. Pese a lo que le dijesen los demás sobre mi o sobre mi pasado, me ayudó, me hizo reír, me dio sus preciosas sonrisas...

Yo me preguntó; ¿Cómo putas se fijo en un ser tan insignificante e invisible como yo?

Destrozos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora