Capítulo 1: Un mundo de colores

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Rojo. Así era el escenario que interpretaba mi vida en esos momentos. Jamás pensé dudar de mí como humano; o peor, tener miedo a mirarme en un espejo, porque sabía que no vería a la misma persona que creía ser. 

No era yo; ¡No podía ser yo! Mi mente estaba tan alterada, que hasta llegó a sacar conclusiones más allá de mis creencias: ¡Claro!, una entidad malévola tomó mi cuerpo  he hizo tal atrocidad. Atrocidad. ¿Cómo más podría llamarlo?. Tenía en frente el recuerdo vivo de mi época "rosa", en la que mis labios pudieron crear eso que llaman "sonrisa".

Alice, mi ángel; lamento entretenerme de más contigo; pero te juro que mis ojos no podían mirar otra cosa que no fueras tú.


Y ahí estaba yo. Soñando con una cantidad de colores; pero el rojo siempre sobresalía, porque se convertía en lo que mis ojos no podían dejar de contemplar. Ya no sentía culpa: ¡Al fin eras mía!

Podría tocarte, y esta vez nadie me detendría. Si a eso le llaman ser retorcido, se equivocan. No era algo fuera de lo normal; ¿es malo querer transmitir amor y calor humano a alguien? Claro que no. Su cuerpo estaba frío, pero su corazón aún conservaba el espíritu dulce de Alice. Mi Alice...


¿Porqué lo hice? Ni yo podré responder a esa pregunta. Creo que un asesino en serie la respondería sin ningún problema ; después de todo, matar es costumbre; dar motivos de su pasatiempo es lo más de su cometido. Pero nunca lo cuentan todo. Siempre hay algo escondido en el fondo de su mente y alma. Como el color negro: lo más oscuro; no puedes ver a través de él. ¡O tal vez sì!, solo debes tener tu alma con igual oscuridad. Con esto puedo decir: para entender al asesino en serie, debes ser igual a él para entenderlo.

Dejemos mis conclusiones absurdas y concentrémonos en el cuerpo frío de Alice. Por favor... 


Cuando una máquina se enamora: 101 razones para odiarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora