El mar nunca acabar de hacer la digestión de sus naufragios, el caprichoso mar que tiene escondida una bodega de ausentes. El mar, el mar siempre recomenzando, como lo repite el oleaje de El cementerio marino de Paul Valery. A sus orillas acuden los que saben que les ha robado un hermano, un amigo, un hijo, un secreto. Y el sigue imperturbable, como movido por una maquinaria secreta, fabricando olas sin el aparente estímulo de nadie. Nadie es más terco que el mar.
Esa masa de agua que lleva amores y mortajas desde Florida hasta el mar de Java, desde San Andrés hasta Yucatán, es el gran indagado en los poemas de Los hijos del paisaje, el bello e inquietante libre de María Matilde Rodríguez. Un libro al que no le encuentros antecedentes.
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¡LOS HIJOS DEL PAISAJE!
AdventureNo es un libro idílico, hecho de las postales y la belleza exterior de nuestras islas. Es el testimonio lírico, de honda belleza, de alguien que sabe que bajo el azul y los verdes de ese mar se nos oculta el drama de los que nunca regresaron. Si no...