¿Cómo es que vives con tu hermano?
Pero tus padres son profes, ¿no? Porque una vez yo fui...
Las preguntas de Lauren le siguen retumbando en los oídos. Su afable voz ahora está distorsionada en su memoria y suena quejumbrosa e insistente.
Pero tus padres son profes, ¿no? Porque una vez yo fui...
¡Vale, vale! ¡Ya está bien con la cancioncita!
Camila se estira bocabajo, el libro que lleva media hora intentando leer cae al suelo cuando entierra la cabeza en su almohada intentando acallar las voces que resuenan en su cabeza.
Pero todo es en vano. Las preguntas siguen repitiéndose una y otra vez, y peor, mucho peor que cualquier pregunta que él hubiera podido preguntar, es su propia respuesta: Yo los maté.
¿Cuántas veces en los años que le esperan tendrá que repetirse esas palabras?
Apenas puede recordarlo. Llovía, eso es todo lo que sabe. Habían salido a cenar fuera y sus padres quisieron pedir una segunda botella de vino, así que decidieron que Camila conduciría. Recuerda a su padre lanzándole las llaves, la carretera resbaladiza, y el sonido de los limpiaparabrisas.
En ocasiones, oye el murmullo de la lluvia en sus sueños.
Camila voltea la cabeza con indiferencia para mirar a través de la ventana. Una leve brisa mueve las cortinas. Los últimos rayos de sol se filtran por ellas dibujando bonitas cenefas sobre el suelo.
Las vistas desde su ventana son especialmente interesantes, y sin duda le llamarían la atención, si fuera capaz de sentirse interesada por algo. Cada mañana y cada noche, el parque se llena de gente que hace footing. Por las tardes aparece una legión de madres jóvenes y a todas horas se puede ver parejas de enamorados que recorren los caminos llenos de hojas. Es como un cuadro con vida propia. Antes del accidente, cuando aún le importaban las cosas, Camila pasaba mucho tiempo pintando acuarelas.
En aquella época nada le hubiera gustado más que sentarse junto a la ventana durante horas e intentar captar el cambiante espectáculo del exterior.
Camila mira el escritorio, donde están la caja de acuarelas y los pinceles que Cathy le compró. Al igual que su bicicleta y que todo lo demás, se había dejado los utensilios de pintura en casa. Cathy había tenido todo un detalle al comprarle un juego nuevo, y debería corresponder ese gesto de consideración intentando usarlo, al menos. Pero por alguna razón no logra sacar fuerzas para ello.
No cabe duda de que Cathy ha sido buena con ella en muchos aspectos. Ha trabajado muy duro para que esta habitación tuviera un aspecto agradable para Camila, y con los colores suaves y los bonitos muebles, ha quedado preciosa. Mucho mejor que la que tenía antes. En casa se mudó a la habitación de David porque era la más grande. Las paredes, pintadas de negro, eran una reminiscencia de la época heavy metal de su hermano, y Camila y su madre siempre se prometían a sí mismas cambiarlas algún día.
¿Quién le iba a decir que cuatro paredes negras pudieran transmitir tanta seguridad?
Camila se incorpora bruscamente, abre la ventana y saca la cabeza. El aire es suave y solo corre una leve brisa que le alborota el pelo sobre la cara. Es su momento favorito del día, justo cuando la tarde está a punto de convertirse en noche.
Si ahora estuviera en casa, probablemente estaría hablando con una de sus amigas por teléfono. Normalmente las cosas iban así: quedaba con las amigas después de clase, llegaba a casa y hacía su trabajo, un poco de cotilleo por teléfono antes de cenar o, si no tenía muchos deberes, un paseo en bici por los caminos de detrás de su casa.
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CAMILA
Teen FictionEs difícil guardar un secreto cuando lo llevas escrito por todo el cuerpo. Esta novela va dedicada a mi hermana favorita. Se que te encanta Camren y aunque no conozca de su relación, espero que disfrutes esta adaptación. Te quiero. B.