SIMON SNOW: COLMILLOS DE CRISTAL

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"Simón Snow" todo el mundo ama a Simón Snow, ya sea por su físico, o el simple y maldito hecho de que ese estúpido bastardo es "el gran elegido". Ha, por favor, ese simple humano puede tener toda la magia del mundo, pero yo, con solo una gota me he vuelto igual o incluso más poderoso que él.

La verdad es que el Señor oscuro me pidió quedarme a su lado. Ahí fue cuando comencé a dudar de mí mismo, cuando tuve problemas e incluso me fugue de Watford.

Con Simón Snow en la escuela, a nadie le importara una o dos muertes de alguien. ¿Verdad?

Solo mírenlo... es Simón Snow, el maldito bastardo que me obligo a permanecer dos semestres totalmente en aislamiento, me encadenaron y encerraron en el sótano principal de la escuela, en los calabozos dentro de las gárgolas del norte... donde nadie pudiese verme o escucharme siquiera... solo los profesores saben de mi presencia ahí. Me traían comida una vez cada 5to día y apenas tenía espacio para moverme. Estaba encadenado, totalmente atado, y amordazado.

No soy un monstruo, soy una persona, una persona como cualquier otra. No es mi culpa no haber nacido como humano, y mucho menos como hechicero. Nunca pedí ser así, nunca pedí ser un vampiro, nunca pedí ser un hechicero, nunca pedí ir a Watford... nunca pedí nacer...

Con la respiración entrecortada trataba de mantenerme despierto sin tener mucho como resultado. El aire me faltaba en el cuerpo y apenas míseras cantidades de este lograban entrar por mis fosas nasales. Llevaba los labios y la nariz llenos de sangre y entre jadeos, apretaba mis manos en la tierra mojada. Me encontraba tirado en el suelo.

Un tremendo dolor en el vientre me obligaba a mantenerme despierto; cualquier persona normal (hechicero o no) hubiera perdido el conocimiento hace mucho, pero yo... yo no, yo me mantenía en este dolor infinito en un mundo que no es mío. Estaba tan cansado, que lo único que quería era cerrar los ojos, y descansar... descansar un poco...

Pero bien sabia, que si cerraba los ojos, jamás los volvería a abrir.

La inmortalidad no es para siempre, la inmortalidad solo te hace más resistente y te encadena a un mundo realista y crudo, no te deja soñar ni pensar en que habrá en un más allá...

O al menos eso pensaba.

Me llevé una mano al estómago, y retorciéndome en el suelo, comencé a vomitar sangre: otra vez.

Por primera vez, en mucho tiempo, sentía frío. Un frio tremendo que me recorría el cuerpo entero... los colmillos me castañeaban y las lágrimas se me escapaban de los labios.

Lo estoy sintiendo... el cambio, lo estoy sintiendo. Dejé de ser inmortal.

Hay cosas que el veneno no cura, simplemente el veneno no lo es todo en este mundo.

"S-Simón..." apenas pude susurrar, agotando cada vez más mis fuerzas por el esfuerzo.

La noche caía, y la oscuridad me cubría la piel. La tenue luz de la luna apenas lograba colarse sigilosamente entre las nubes de carbón, dándome una perfecta vista de un poco visible rayo de luna, que comenzó a abrazarme la piel.

Sonreí por lo bajo, mientras aplicaba presión sobre mi herida. Me estaba desangrando, y el dolor se colaba por cada célula de mi cuerpo, iniciando de mí estomago hasta subir por toda la columna.

No sentía las piernas.

Gemí del dolor, y cuando estaba a punto de rendirme; con los ojos cerrados, y la mente en blanco, comencé a escuchar un tenue susurro, que comenzaba a hacerse más y más fuerte. Apenas tenía fuerzas para abrir los ojos, mucho menos para incorporarme y ver quién demonios era.

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