Capítulo 2

16.2K 900 64
                                    

- ¿Dónde aprendiste a jugar así?

- Hayden, no soy tan buena, solo fue suerte.

- Ya, pues le has robado toda la suerte a mi novio.- reí levemente y cerré mi taquilla.- ¿A dónde vas?

- Biología.

- Te acompaño, está al lado de mi aula.

Ella se pasó todo el camino hasta el aula hablando de Liam, le gustaba demasiado como para no hacerlo. Me contó cómo se conocieron y como llegaron a salir y todos los amigos que tenían aparte de Scott y Stiles. Pero había algo raro en su historia, había cosas que decía que antes había negado, como si me mintiera. No le di importancia y me despedí de ella para entrar en mi aula.

Era aburrida, demasiado para aguantar despierta toda la clase, pero aún así lo intenté. Era una clase difícil y la profesora no ponía nada de su parte para que me fuera más fácil entenderlo todo. Salí del aula por fin viendo a Hayden y su novio salir juntos de la clase, rodé los ojos, desde que me mordieron no quise saber nada de novios y jamás estuve enamorada de ninguno de los que tuve. Abrí mi taquilla y cambié los libros y sí, seguía sin saber donde estaban las clases que me tocaban y Hayden había desaparecido.

- Hola.- giré mi cabeza y le vi.- Soy Mason, ¿Recuerdas?

- Claro, él que me ayudó con la clase de física.- él sonrió, se veía un chico alegre.- Necesito tu ayuda otra vez.

- ¿Ciencias sociales?- miró mis libros y asentí con la cabeza.- ¿Te puedo acompañar?

- Claro.- dije sonriendo y cerré mi taquilla.

- ¿Por qué no te presentas? Quiero decir, yo puedo hacerlo luego.- dijo mientras caminamos y pude oler que estaba nervioso, le miré con los ojos entrecerrados.

- Claro.- dije sonriendo.- Tengo 18 años y vengo de una ciudad, nueva en el pueblo e instituto y no, no tuve tiempo de ver las instalaciones del instituto, llegué ayer por la noche.

- Se te ha olvidado decir que eres buena en lacrosse.

- Ya eso...

- ¿Dónde aprendiste a jugar?

- Mi padre, le encantaba el lacrosse y me apunté en mi otro instituto, aunque luego me desapunté.

- ¿Por qué? Eres muy buena.

- Tuve varios problemas...

- ¿Cuáles?

- ¿Esto es un interrogatorio, Mason?

- ¿Qué? No, no...por supuesto que no.- reí levemente.- ¿Qué te gusta?

- Correr, hacer deporte en general, pero también me gusta comer. Me encanta escuchar cualquier música mientras hago algo, para tenerla de fondo, suelo escuchar indie pop, relaja demasiado.

- ¿Algo más?

- No tengo muchos amigos, por no decir ninguno, todos los perdí cuando me mudé y no me gusta tener novio ni el amor.

- Se podría escribir todo un libro sobre ti.- dijo riendo.

- Puede, sería el mejor libro de la historia.- los dos reímos.- ¿Y tú, Mason?

- 16 años, me vine a este instituto con mi amigo Liam, el que has derrotado hoy en lacrosse, es mi mejor amigo y comparto los mismos amigos que Hayden y él. Tengo novio, Corey, ¿Algún problema?

- No, claro que no.- sonreí.

- No tengo tiempo para escuchar música, me gusta jugar a los videojuegos y salir con mi novio y ya hemos llegado.- se paró en frente de una aula.

- ¿Algo más que deba saber?

- Sobre mí no, pero sobre el pueblo, yo que tú no saldría por la noche.

- Lo sé lo sé, en este pueblo hay un alto nivel en asesinatos. Nos vemos luego, Mason.

- Adiós, Beth.

Le miré irse antes de abrir la puerta y sentarme en mi asiento. No sé qué pasaba hoy, pero todas las clases eran aburridas, todas hacían querer tirarme por la ventana aún sabiendo que sanaría. Salí del aula y choqué con alguien, lo miré atentamente.

- Beth.- dijo él sorprendido.

- ¿Qué haces aquí?

- También me he mudado y he cambiado de manada.

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Nuestro alfa estaba loco.

- ¿Aquí hay una manada?

- No, están en un pueblo cercano a Beacon Hills, pero no pude mudarme allí.

- Bien, pero yo sigo siendo omega, así que Brad, mejor no hablemos, ya no somos betas.

- Entendido Beth.

Él se fue y pude respirar tranquila. Pelo rizado castaño, ojos color miel, tez blanca y de mi altura, fue mi mejor amigo de donde vine. De nuevo fui a mi taquilla a hacer lo mismo de siempre y por suerte Hayden había vuelto y me ayudó con todas las clases que faltaban, hasta que tocó el timbre.

Salí sonriente, no más clases hasta mañana. Corrí de nuevo hasta mi casa y llegué en menos de cinco minutos. Subí a mi habitación y tiré la mochila por los aires sin importarme donde cayera, después bajé a la cocina sin hambre, pero con sed.

Me quedé todo el día en la casa, mis padres trabajaban como siempre, así que tenía la música alta por toda la casa y estaba tirada en el sofá viendo cualquier tontería en la televisión, todo esto hasta que llegó la noche y debía acostarme antes de que mis padres llegaran.

Puse mis cascos en mis orejas y me tiré a la cama sin arroparme, hacía demasiado calor para eso. Miré al techo hasta que escuché la puerta de la entrada abajo, entonces mis ojos fueron a mi puerta, esperando a que mis padres subieran y se fueran a su habitación. Cuando esto pasó volví a mirar al techo blanco iluminado con las luces amarillas que llegaban de las pequeñas bombillas LED que iluminaban los pocos posters que tenía.

Pero me quité los cascos al escuchar un ruido en la cocina. Me senté esperando a que volviera a sonar ese ruido y después de unos minutos en silencio, un cubierto cayó al suelo y me levanté rápida de la cama. Fui lentamente, intentando no hacer ruido, por las escaleras bajando hasta la cocina, donde me quedé en el marco de la puerta mirando que sucedía.

Había un hombre vestido completamente de negro, ocultaba su rostro con una máscara y buscaba algo. Llevaba un arma en su chaqueta y una grabadora en el bolsillo de su pantalón. Buscaba en unos cajones específicos, donde yo guardaba mi comida, mis cereales, galletas, etc.

Estaba dispuesta a atacarle, pero sabía que me buscaba a mi, así que fui a paso lento hacía atrás y al no mirar, caí uno de los jarrones haciendo un estruendo que despertaría a todo el mundo. Cerré los ojos maldiciéndome mientras escuchaba sus pasos hacia mí.

- ¿Elizabeth?- escuché a mi madre y el hombre paró de moverse.- ¿Elizabeth eres tú?

Escuché la puerta de la cocina abrirse y cerrarse, el hombre se había ido. Pero ahora venía mi madre, así que cerré los ojos y me hice la sonámbula. Ella bufó enfadada viendo el jarrón caído y a mi sonámbula, me cogió de los brazos y tiró de mí con suavidad hasta la habitación, esquivó todas mis cosas que estaban en el suelo y me tumbó en la cama. Pude notar que llevaba un palo de golf en su otra mano, supongo que para defenderse, reí en mi interior mientras ella cerraba la puerta de mi habitación.

Omega (Scott McCall)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora