¿Que cómo conquisté a Helena?

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¿Que cómo conquisté a Helena?

Me sentía agotado, lavar autos cuando el sol está en lo más alto debería ser ilegal, así que decidí relajarme un poco en la sala de espera. Al entrar vi a Helena, de inmediato sentí cómo el universo me decía que ese era el momento para conquistarla, así que me acerqué a la mujer más bella de la universidad.

-Hola, ¿tú no estás en mi salón de estadística? - me dijo con su sonrisa irresistible.

- ¡Sí! Bueno... estaba, tuve que dejar de estudiar un tiempo.

-¿Por qué?

-Es toda una historia, sólo puedo descansar 5 minutos y no sé si me alcance el tiempo para contártela.

-¿Estás bromeando? La historia de un muchacho que estudia en esa escuela y trabaja lavando autos tengo que oírla, si te regañan les inventamos algo.

No sabía cómo comenzar, por alguna razón sigo siendo adicto a la improvisación, así que decidí presentarme. Le dije que me gustaba jugar fútbol, que era una persona muy tímida y que venía saliendo de una decepción amorosa que terminó por arruinar mi vida. Primero se rio, pero terminamos apostando un helado a que eso último era posible. Le conté de aquel partido en el que me lastimé la pierna, cómo no pude caminar decentemente por cerca de una semana y claro, también cómo conocí a Gabriela.

Le dije que un día lluvioso que caminaba por la biblioteca del campus, leyendo la versión más reciente de mi periódico favorito, me estrellé en el suelo cual tortilla en el comal. Avergonzado, mojado y sin que mis músculos me permitiesen levantarme, vi una mano extendida ofreciéndome ayuda.

-¿Gabriela Perea? ¿La del equipo de voleibol?

-Así es.

-Muy bien hecho- me dijo burlándose-. ¿Y luego?

Fue una chispa instantánea, desde ese momento sentí que la amaba y que podía ver sus preciosos ojos por el resto de mi vida. Así fue como inició todo. Ella me acompañó hasta mi salón y me ayudó a cargar la mochila. Antes de llegar a la clase me confesó que se detuvo porque me vio leyendo el periódico de su padre, lo que me hizo pensar se trataba del universo diciéndome que ella era la elegida, pues el sueño de toda mi vida era trabajar para ese diario. Mientras nos despedíamos , mi maestro llegó. No solía saludarme, pues era uno de sus peores alumnos, pero al ver que hablaba con Gabriela, me abrazó como si fuera su hijo, desde entonces hasta que duró nuestra relación no volví a reprobar ninguno de sus exámenes.

-Oye, ¿ese es el gerente? -dijo Helena mientras se distraía con un empleado que pasaba por ahí.

-No, no te preocupes... será el que me grite cuando me vea sentado.

-Y después de eso, ¿cuánto tardaron en andar?

Desde entonces, Gabriela me acompañó todos los días a mis salones, mi pierna era la excusa perfecta. Los días fríos eran mis favoritos porque podía fingir que me dolía más que nunca y ella siempre me consolaba. Me llevó a su cafetería favorita, me presentó a sus amigos e incluso, cuando le platiqué que por fin había encontrado trabajo como redactor en una revista local, prometió hablar con su papá para conseguirme un puesto en el periódico de mis sueños. Todo era perfecto, hasta que un día desperté y el dolor en mi pierna se había esfumado.

-O sea, ¿te curaste?

-Así es.

-¿Y eso por qué fue algo malo?

Podrán llamarme ingenuo o inseguro, pero una vez leí que cuando una mujer se siente necesitada su instinto maternal emerge y suele confundirlo con amor. En realidad todo iba muy bien, pero así como el universo me dijo que teníamos que estar juntos, en ese momento me dijo que si se enteraba de que podía caminar por mí mismo, dejaría de amarme. Así que decidí fingir que seguía lastimado. Esencialmente mi vida seguía siendo la misma, los únicos sacrificios eran desperdiciar un poco de tiempo en los traslados y faltar a mis partidos de fútbol. Por otra parte, estaba saliendo con la mujer que amaba y había conseguido un trabajo en el negocio familiar. Incluso pude cambiarme de departamento, con mi nuevo sueldo podía permitirme eso y más.

Sueños conscientes - Cuentos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora