Le faltaba algo de valor, y decisión, sólo una pizca. Un pie en el aire, y del otro sólo la mitad reposaba sobre aquella viga mientras sus dedos vacilaban en el frío metal,
queriendo asegurarse de que no había dejado nada a medias. Sabía que había dejado algo a medias.Sólo su hermana Charlotte había contestado el teléfono, y no pudo decirle mucho, ya que su pequeño hijo no dejaba de llorar. Le agradeció de manera discreta y le dijo que los amaba.
Había llorado toda la noche, o bueno, toda la semana, así que sus ojos, aunque hinchados, estaban secos. Además le dolía la cabeza y no había comido nada en tres días. Era la peor manera de asistir a su funeral.
Sabía cómo acabaría su cuerpo: hinchado y azul. Irreconozible. Pero qué más daba, si su interior estaba peor.
Suspiró y miró la hora en el reloj de muñeca que nunca usaba porque le daba alergia, el reloj que le regaló su amado, aunque muchas veces odioso e injusto, padre.
Llevaba perfume, el que le había dado su madre, y el dibujo de un niño pequeño al que llevaba de la mano guardado en una bolsa para evitar que se mojara. Cuantas cosas para un suicidio, pero ella lo necesitaba. Los necesitaba.Eran las 2:03 am. No había mucho ruido, pero las luces iluminaban algo del agua. El cielo adornado de estrellas con la luna menguante como personaje principal no la hacía sentir mejor. Ya ni siquiera recordaba cómo había hecho para pasar por las vigas del puente y no caer sin más en el intento.
Miró hacia abajo viendo el agua fluír suavemente, en calma, así quería estar, y aunque el agua seguramente estaba muy fría, su corazón se detendría antes de saberlo, pues la distancia era demasiada, eso era bueno.
Miró la luna y soltó poco a poco los dedos que la ataban a la vida. Los recuerdos dolorosos que a veces intentaba borrar de su memoria, esta vez le servía, hacía que los invocaba en su mente mientras intentaba reunir valor para terminar todo de golpe. Con algo de suerte nadie encontraría su cadáver. Esperaba que no hubieses cámaras cerca, que nadie fuera suficientemente inteligente como para pensar que, seguramente, alguien querría lanzarse de un puente a gran distancia del agua.
Poco a poco sintió su cuerpo estremecerce por la adrenalina recorriendo su cuerpo mientras se desligaba lentamente de la vida. Por reflejo, sus manos intentaron sostenerse otra vez de algo, sostenerse de un recuerdo, tal vez, intentando de nuevo ver que no todo estaba perdido, a pesar de que ya lo habían hecho antes. La irónica metáfora de la vida. Todos buscan algo de lo que sostenerse antes de caer al abismo. Eso quería entonces, pero ya era tarde. O eso creía.
Los latidos acelerados de su corazón casi parecían querer hacer un agujero en el medio de su pecho. La adrenalina que le pinchaba en las puntas de los dedos y el estómago como pequeñas agujas crueles intentando hacerla sentir algo por última vez. Entonces se detiene el tiempo, o eso cree. No cae, pero ella no lo entiende hasta que su cabeza expulsa la neblina y permite que sienta aquel toque alrededor de sus ropas. La gravedad de pronto es más fuerte.
Escucha una respiración agitada pertubar su oído, y a pesar de que hace unos segundos tenía frío, ahora un calor abrumador recorre su cuerpo un insistencia. Su anatomía siendo apagada a las vigas heladas la hicieron dan un respingo y gemir. Bajo sus pies, el agua se burlaba de ella, eso sentía, que se reía en su cara de cómo había fallado otra vez. Podía leer en las pequeñas olas la frase "Inténtalo de nuevo más tarde" y un emoji burlesco siguiéndole.
Con la mente en blanco, giró un poco su cabeza, encontrándose con un rubio ojiazul de nariz colorada, cuya expresión dejaba ver el susto que se había llevado y cuyos labios entreabiertos expulsaban vapor blanco constantemente.
La miró de pronto y frunció el ceño. Ella seguía colgando, y sus brazos comenzaban a cansarse. ¿Por qué estaba tan tranquila? Si caíga moriría en un parpadeo, y las pesadillas lo seguirían por el resto de sus días culpándolo por no tener suficiente fuerza en los brazos un Martes a las 2 AM.
--Hey, ¿Estás bien? --pregunta sin realmente esperar que contestara. La chica de ojos marrones e hinchados lo miraba perdida. Asintió, lo que lo hizo suspirar. --Bien, escucha. Voy a sostenerte un poco más, y tú darás la vuelta y no te soltarás hasta que pueda ayudarte a pasar al otro lado. ¿Bien?
No sabía realmente por qué lo escuchaba, ni por qué él confiaba en que seguiría sus órdenes aunque, suponía, era consciente de que ella estaba ahí por voluntad propia. De todas formas iba a volver intentarlo otro día. Pero asintió con lágrimas en los ojos, y dio la vuelta, y se sostuvo mientras él la tomaba de las manos y la ayudaba a pasar entre las vigas.
El chico, confundido y agotado, se dejó caer en el frío concreto y pasó su mano por su cabello dejando salir el más grande de los suspiros. Ella lo miró desde arriba, no sabiendo qué hacer, esperando que él se levantara y dijera algo estúpido, o algo lindo y tonto, o algo que fuera muy inteligente y bien intencionado, pero que a ella no le gustara. Él la miró contrariado, se puso de pie, y la miró atentamente unos segundos.
--Ven conmigo --pidió amablemente, como si supiera lo que ella necesitaba con sólo verla un momento a los ojos.
Pues no necesitaba mucho, eso se repetía a diario, sólo quería a alguien que no la llenara de sermones, que no le repitiera una y otra vez que era una cobarde, que debía, y, aunque no supieran nada sobre ella, podía salir adelante. Con la mente aliviada de un poco de tensión dejó salir el llanto. Y entonces se preguntó: ¿Por qué, si sus ojos estaban secos, si no había bebido suficiente agua, por qué, si ya había intentado llorar antes y no lo había logrado. Por qué un completo desconocido la había salvado antes que sus hermanos, antes que su padre y madre, antes que su mejor amiga?
¿Por qué lo abrazaba si no lo conocía?
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Dulce Destino
RomanceEl vacío era tan amargo y nauseabundo, y no importaba cuanto lo pensara, no sabía cómo llenarlo. Caminaba, reflexionaba, se ejercitaba, hablaba, cantaba, trabajaba y descansaba, pero siempre volvía, sin cambiar mínimamente. Ni siquiera sabía qué era...