T R E S

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— Tenemos que movernos. — Ordeno la chica comenzando a correr en paralelo al río. Los dos chicos la seguían desde atrás.

Tenían que escapar del pelotón de bichos a sus espaldas o en cualquier segundo serían consumidos por ellos.

Jadeantes y con los músculos adoloridos seguían huyendo sin detenerse.

En el momento en el que llegaron a los pies de grandes edificios sus pisadas resonaron en la abandonada ciudad y la horda a sus espaldas no les brindó descanso alguno, no había tal beneficio.

El artista miro hacia atrás unos segundos, al sentir a esos monstruos pisarle los talones, su cuerpo se tenso en el momento que una pequeña niña saltaba del pelotón para tratar de alcanzarlos por su cuenta. Regreso la vista al frente tratando de no pensar en todo lo que sufrió la pequeña al ser devorada y su familia al perderla.

Tuvo que tragar con fuerza para deshacer el nudo que se había formado en su garganta antes de ponerse a la par de los héroes pero en ese instante la chica del traje rojo y negro se adelantó varios metros en un abrir y cerrar de de ojos para saltar hacia un edificio y con una patada quebrar el cristal de un ventanal haciéndose paso al interior.

— ¡Vamos! — Incitó el rubio extendiéndole la palma de su mano.

— Dijiste que ya no tomarías mi mano. — Le recordó sin dejar de correr. Faltaba menos de cincuenta metros para que llegaran al edificio.

— ¡Nath, olvida eso! — Sus ojos denotaron emergencia y una vez más ofreció su mano, insistente.

El pelirrojo sacudió la cabeza haciendo justo lo que el chico le pidió, olvidar aquello, y tomo su mano sintiendo como al instante sus dedos se entrelazaron con fuerza y el héroe jalaba su cuerpo hasta rodearlo con su brazo. Sintió el estómago subir hasta su pecho cuando sus pies dejaron de tocar el suelo y se elevaron en lo alto con el arma del rubio.

Nathaniel escondió el rostro en el pecho de su compañero al ver que la ventana que iban a cruzar no era la misma que Ladybug.

Fue en ese momento que la solidez del cristal cedió ante el impacto de sus cuerpos y se adentraron en el interior del lugar rodando hasta golpearse contra el cuerpo de un mueble de oficina. Abrió los ojos y poco a poco pudo apreciar el ardor de las cortadas que comenzaban a sangrar en sus brazos y piernas. 

— ¡Idiotas, se equivocaron! — Regaño la chica señalando con obviedad la ventana sin cristal por la que debieron cruzar.

Ambos adolescentes se pusieron de pie con dolor y de inmediato sacudieron de sus ropas y cabellos los trozos filosos del ventanal. Adrien, que no había sufrido más que algunos rasguños que en rostro se acerco al chico mas bajo y comenzó a ayudarle a deshacerse de los cristales incrustados en su piel.

París en crisis【Adrien x Nathaniel】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora