De repente despiertas durante la madrugada, buscando su esencia. Abrazas la almohada como si se tratara de su cuerpo. Llega la sensación de vacío en el estómago y sabes que esas son las ganas revoloteando, empujándote a pensarlo.
Se te ha nublado el mundo. Su ausencia ya se nota, en los caminos que anduvieron juntos, cada vez que se tomaron de la mano, que se dieron un beso, que se vieron a los ojos y se enamoraron.
Los recuerdos te hacen reír y llorar a la vez. Tu corazón le grita "vuelve" mientras te preguntas si podrá sentirlo, allí donde esté.
Por largo tiempo no dejarás de preguntarte qué falló, así como se preguntan todos los enamorados. Solo que no eres de ese montón. Eres de los que aman de a poquito, de los que entregan todo y aunque los hayan herido mil veces, no temen. Eres de los que hacen planes, de los que son felices con pequeños detalles, de los que ven la Luna llena y saben que nunca habrá distancia larga mientras puedan tocar la misma estrella.
Te duele el momento. Te duele la noche sin su presencia. A pesar de eso, sabes que pasará. Quizá durante un tiempo será lo más difícil del mundo, pero lograrás superar su ausencia. Aún al pasar de los años, se presentará a tu mente como un recuerdo de esos bonitos, que te marcan. Puede que nunca dejes de amarlo, como en esa historia del hilo rojo, donde los destinados se mantienen atados aunque solo se crucen por un momento y luego sigan sus caminos.