Cuando todos terminaron de abrir sus regalos, la sala se convirtió en un verdadero campo de batallas verbales. Se formaron grupos de exclusión y cada uno hablaba sobre sus propios temas.
No me malentiendas, así era mucho mejor para mí, pero se fue todo al chasco cuando Theo decidió expresar la duda que nunca faltaba en ninguna maldita reunión:
—Lag... Adrianna —llamó con timidez el niño junto a mí, inspeccionando de arriba a abajo la nueva computadora que Dan le había regalado—. ¿Qué significa Intel?
Adrianna parpadeó con inocencia en mi dirección.
—Que te lo diga tu tía.
¡Será bruja!
¿Todavía queda alguna duda de su maldad? Nadie sabía mejor que ella cuánto odiaba la informática y los temas sobre sistemas computacionales.
Por suerte ya estaba preparada y todo gracias a su guapo novio, que de camino me dio lecciones rápidas sobre temas básicos.
—Es el procesador —dije en automático, sin apartar la mirada de ella—. Para computadoras portátiles creo que es bastante bueno. Aunque para computadoras de escritorio yo preferiría AMD. Aparentemente, la tuya siendo i7 funciona con cuatro núcleos que simulan ocho, es un procesador de gama alta.
Vaya, ni siquiera yo podía creer que se me hubiera pegado algo de las lecciones exprés de Killian.
Crucé los dedos detrás de la espalda, esperando haberlo recordado todo a la perfección y rogué porque no me preguntaran para qué demonios eran los núcleos en un procesador o qué significaba a que fuera de gama alta.
Adrianna arqueó una ceja en mi dirección y, con un simple y discreto asentimiento, me cedió la jugada.
Killian imitó su gesto y se llevó una copa de vino a los labios sin apartar la mirada de mí.
Seguro estaba dándose de topes por haberme cedido la jugada. Bueno, si le servía de algo: su novia seguía conservando la delantera. Seguro que ella se encargaría de aclarárselo más tarde, después de lustrar sus diplomas enmarcados en su oficina de Taiwán.
—Necesito tomar un poco de aire —aclaré cuando me percaté que toda la familia me miraba con la boca abierta.
Otra vez era el centro de atención.
Dios santo. Iba a vomitar.
Me puse de pie de inmediato y me disculpé para salir a tomar un poco de aire.
La brisa de Navidad era fresca. Nunca tuvimos unas festividades sin nieve, mucho menos una Navidad con lluvia, pero mi madre aseguraba que pronto tendríamos incluso una Navidad con más de 20°C, porque el cambio climático era un tema de no tomarse a la ligera.
Me perdí un par de minutos contemplando el cielo ennegrecido. Las estrellas se arremolinaban unas junto a otras. Recordé la teoría de la velocidad de la luz y su explicación sobre cómo podríamos estar contemplando la luz proyectada de estrellas que murieron hace años. La teoría era triste, pero siempre me fascinó, en especial después de saber que si alguna vez se apagara el sol, los seres humanos tendríamos al menos ocho minutos más de luz, justo el tiempo que tardaría la luz en dejar de proyectarse.
—¿En qué estás pensando? —preguntó una voz varonil, mezclándose con la de mi subconsciente.
—En la velocidad de la luz y las proyecciones de los astros.
—¿No es un poco difícil para ti?
Cuando me convencí de que la voz era real y no una mala jugarreta de mi hiperactiva imaginación, me giré.
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Con sabor a miel
HumorClaire desea ser una chef mundialmente reconocida, pero Killian Collingwood, el nuevo CEO de la línea de hoteles donde trabaja, no se lo pondrá fácil. *** Claire ha aprendido dos cosas la noche de Navidad: 1• Cómo salvar la vida de un ciervo. 2• Có...
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