Noche de borrachera. (ZoRobin) (One Piece).

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No es raro encontrar al Kengou de la tripulación en cualquier parte del Sunny. En la cocina, en la cubierta, en el acuario, en la torre, en los pasillos, en su habitación, en la biblioteca y en cualquier espacio que se vea lo suficientemente cómodo para echarse a dormir una buena siesta. Tampoco es raro verlo ebrio y menos sorprendente es saber la facilidad con la que se pierde. Por separado, estas tres cualidades de Zoro no sorprenden ni a la marina. ¿Pero qué pasa cuando se emborracha, se pierde en su propio barco y busca un lugar en el que dormir?

Termina en el único lugar terminantemente prohibido para cualquier hombre humano (ya que Chopper es el único que puede hacerlo al no ser humano y no estar interesado en las mujeres humanas) que ose pisar el Sunny. La habitación de las mujeres.

Vale, siendo razonables, las chicas al ver su estado de ebriedad extrema le permitirían quedarse solo por esa noche pues conocen que Zoro no es ningún Sanji, Brook o Franky. Pero siendo realistas, ni en un millón de años Nami permitiría que alguien invada su espacio personal sin su consentimiento por lo que la vida de Zoro terminaría probablemente apenas pusiera una mano sobre la puerta de dicha habitación.

Ahora tal vez lo más importante y lo que intrigaría a millones (si es que lo supieran), ¿Por qué carajos pudo amanecer con vida y si ningún tipo de reprimenda?

Pues lo mismo se preguntó el espadachín al darse cuenta de la comodidad de la que disfrutaba al estar recostado en una cama y no en su habitual sofá o hamaca…

¡¿Por qué carajos está recostado en una cama y no en el suelo o contra una pared!?

Y como no sorprenderse, haciendo de lado el hecho de que Nami le permitió quedarse, algo ya verdaderamente increíble de creer, por qué le dejó quedarse en una cama.

-"¡¿Y por qué mierdas estoy desnudo!?

¡A la mierda la lógica!

Desde que Zoro tiene uso de razón nunca, pero nunca, ha sufrido de algún tipo de resaca y mucho menos amnesia post-borrachera (muy linda, por cierto). Pero esta vez fue algo inexplicable, no recordaba nada después de su quinto barril de sake el cual había sido regalo de una chica, hija del dueño de un bar al cual le sobraba. No era tonto, sabía porque se los regalaba pero obviamente no le daría nada a cambio más que las gracias, y claro, el dueño del bar no reclamaría nada a aquel demonio amante del alcohol.

En fin, volviendo al tema. Trató de concentrarse para recordar sin ningún resultado positivo, solo imágenes… imágenes muy estimulantes, pero nada claro.

Se llevó ambas manos a la cabeza, la borrachera le estaba cobrando factura con la resaca, primera de su vida, que resultó ser una tortura. Trató de pensar aún con tan terrible dolor de cabeza. Analizó la situación lo más que pudo.

Levantó la mirada, era obvio que ya era de mañana y que estaba en el dormitorio de mujeres, pues era el único lugar suficientemente limpio y ordenado… aunque no estaba tan ordenado. Gran parte de las cosas estaban desperdigadas por el suelo, algunos objetos rotos, la silla del escritorio atorada contra la puerta, podría jurar que la cama en la que estaba recostado estaba quebrada por la mitad. Y de entre todo, la cama contigua estaba impecable, ni una sola arruga, ni un objeto sobre ella. Pero el saber de quién era daba miedo… no era estúpido, a estas alturas sabía que había pasado, aún tenía esa sensación de otro cuerpo en el suyo.

La pregunta que calaba en lo más profundo de su ser era, ¿con quién había estado?

Como golpe de suerte o mala suerte le llegó una grandiosa idea. El olor característico de las chicas. Con un poco de miedo tomó la almohada que tenía tras de sí, la contemplo por unos segundos y hundió su rostro en ella… respiró profundo…

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