Tan absortas estábamos con el vestido que no nos acordamos de donde nos encontramos. Bueno, al menos yo no. Pensé que ya no había clientes. Y mira que sorpresa, en todo este tiempo tuvimos audiencia.
¡Qué vergüenza!
Estuvo escuchando nuestra pequeña charla-discusión y observando.
<<¡Trágame tierra!>>
Como quisiera que se abriera un agujero negro delante de mí en este preciso momento para escabullirme en él. Se me contrae el estómago al estar expuesta de esta manera y sobre todo ante un hombre que no me quita la mirada de encima, es demasiado penetrante. Como si sus ojos fuesen rayos láser atravesando la tela con la que está hecho el vestido y viendo más allá de lo debido, a lo prohibido.
—Me vas a comprar ese vestido, ¿verdad? —la chica se acerca a él insinuante sin dejar de señalándome, en realidad señalando al vestido. Al cabo es lo mismo porque estoy embutida en él.
El hombre laser -ridículo ¿no?, hasta apodo le he puesto al mirón este-, se pone de pie y ahora puedo tener una mejor visión de él, de cuerpo entero.
Es alto, medirá cerca de un metro noventa y tantos. Soy buena con los cálculos, así que, lo dejare en uno noventa y dos metros. Sus piernas largas tonificadas, pecho y brazos musculosos, no exageradamente pero si notables en su ropa formal, pantalón gris tubo ajustado, camisa azul oscuro arremangada sobre los codos, zapatos café y para rematar el conjunto y retozo de colores un cinturón café lo completa.
Subo la mirada hasta su rostro. Eso, indudablemente no fue la mejor idea.Él es… es en extremo apuesto. Guapísimo. Su cabello es castaño claro. Su bello rostro cincelado. ¡Madre de Dios! Sus ojos… su color… son azul zafiro, un azul que me envían directa a las playas de Cancún y que me hipnotizan por completo. Reafirmo mi pasión por el color azul y el de sus ojos es mi favorito.
¡Pero… ¿qué demontres estoy haciendo?!
Ahora soy yo la que lo está observando de arriba abajo.
«Patética»
Aparto la vista de él y me concentro en la persona que abre abruptamente la puerta. Creo que el chillido de la chica se ha escucho hasta en Roma, eso es una exageración pero… ¡Dios! Esa chica tiene un megáfono en vez de boca.
Un Ian desconcertado entra y frena en seco. ¡Ay no! Lo que me faltaba. Viene a darme el tiro de gracia. En ningún momento había deseado más que ahora ser como la chica de los cuatro fantásticos, invisible. Por favor, que no sea tan despiadado conmigo. Por lo menos que me mate con tiento.
—¡Santos infiernos! —Ian irrumpe solo como él sabe hacerlo, “al estilo Ian”—. Cariño. Pero si… ¡Guau! —chilla atónito.
El Ian dramático ha resurgido de las tinieblas y hace su pronta aparición justo en estos momentos de incomodidad total para agrandar más mi vergüenza.
«¡Y aquel hombre no deja de mirarme!»
Quiero salir de aquí como el correcaminos, a toda prisa. No volveré a probarme nada parecido ni mucho menos aquí, un lugar exclusivo para los clientes. Ni en un millón de años lo volveré a hacer. No, a menos que sean prendas largas y no como este vestido que a leguas grita “Mírame, saboréame. Cómeme con los ojos” eso mismo que hace Ojos Láser.
—Lo vez. Hasta a Ian has dejado boquiabierto —proclama Alexa divertida haciendo énfasis en el nombre de nuestro amigo gay.
Ian sale de su estupefacción y camina hacia nosotras. Se para frente a mí, cosa que le agradezco enormemente porque así me cubre de la mirada insistente de Don Mirón.
ESTÁS LEYENDO
Amor Sin Medidas
RomanceGénero: Drama-Romance Las mentiras y secretos pueden ser dolorosos, amargos, destructivos pero también necesarios para proteger lo que más quieres en la vida. O tal vez no. Todo sucede porque así debe de ser. El problema es no saber que hacer cuando...