Cualquiera con una mente oscura, está destinada a encontrar un poco de luz, aunque la luz sea oscura.
Prologo.
-Sabes que no me queda otra opción verdad- susurro entre las tinieblas.
-Pero no puedes entrar ahí es peligroso, hay arcángeles por todos lados- la voz de Adamo se escuchaba nerviosa.
Pero como no iba a estarlo, cruzar portales era peligroso y mas los prohibidos. Pero Lucifer sabía que tenía que hacerlo, tenía que hostigar al destino para que le dijera quien era la elegida.
Y antes de que Adamo (su fiel sirviente) pudiera articular palabra, el ya había cruzado, hacia las mazmorras del universo.
Sintió un mareo. Había llegado, pero lo esperaban ya, los Arcángeles.
-Mis queridos amigos, no hay porque detenerme, vengo en son de paz- busco con la mirada, aquella luz que era el destino.
-Por favor me comería un humano antes de creerte Lucifer. Replico un Arcángel, que se encontraba adelante.
-Tú, no conoces el significado de paz- abucheo otro.
-Ya basta- grito el primero- ¿Qué quieres?
-Hablar con él, sobre la Enhalem- dijo con voz firme.
-Debilítenlo- el arcángel chasqueo sus dedos, y dos ángeles se le acercaron.
Lo tomaron por la nuca y sintió una corriente eléctrica acompañado con un suave silbido que le recorría el cuerpo. Después lo encaminaron hacia adelante.
-Pensé que ibas a ser más malo, Pero no lo eres. Me gusta- dijo Lucifer.
El arcángel solo sonrió, y le dio palmadas en su hombro. Lucifer no era tan odiado después de todo. Y los arcángeles no siempre eran fieles guerreros.
Cruzaron por varias colmenas enormes en donde habitaban sirvientes y había varios Arcángeles cuidando al hombre que estaba detrás de una cúpula y gran círculo azul, en el que se notaba el mundo en sus manos. El hombre era terrorífico, sin pupilas en los ojos, con una gran línea, con forma de espinas, que le venían desde la clavícula hasta la frente. El destino en persona.
Aquellos tatuajes los tenían todos los seres celestiales, eran las mismas líneas, solo algunos lo tenían en diferentes partes. Lucifer también las tenía. Después de todo era puro. Hijo de la luz. Los hijos de la luz.
-Eres muy predecible, Lucifer- alzo la cabeza, dejando ver esos ojos sin pupilas.
-Tú, sabes quién es la elegida. Dímelo- Dijo sin más.
-No puedo eso alteraría todo.
La furia lo abarroto, iba a tortúralo. Pero había recordado que el hombre era inmune a su furia. Los arcángeles lo notaron y lo tomaron con fuerza, dejándolo inmóvil.
-Solo dime como será, me encargare de buscarla- reclamo.
-¿Te das cuenta de lo que me pides?- se levanto de su asiento- es muy peligroso, ella tiene que crecer lejos de esto, es una humana por supuesto, será débil al principio pero tu sabrás quien será, ella te lo hará saber. Cuando sea el momento, pero si tanto quieres saber…
-DIMELO- grito con todas su fuerzas.
-Los ojos color plata, te harán hipnotizar, podrá verse fuerza en ella, pero por dentro la debilidad es su fuerte. Sin inocencia, cabellos dorados largos y hermosos. Eres tu y ella el rosto de un amor de peligro y prohibido. Ella lo dará todo y tú le darás lo más importante de ti, tu alma. La amaras, pase lo que pase, es la unión más hermosa que hare.
Lucifer quedo sorprendido. Amar a quien destruiría a Alejandría. El ángel caído que se ha encargado de torturar, molestar y enfermar a Lucifer. Todo para obtener uno de los más grandes tronos del universo. Y como no puede derrotarla ya que hay algunos Arcángeles que están de su lado, tiene que sacrificar a algunas humanas enamorándolas para poder ver si son las elegidas pero todo es en vano, por eso estaba ahí, necesitaba respuestas.
Con fuerza se soltó de los Arcángeles, escuchaba el ruido de una risa psicópata del la líder de los ángeles caídos y una niebla negra llenaba las colmenas pero los Arcángeles no hacían nada, no podían. Era un trabajo imposible, entonces supo que era hora de regresar a su lugar, detrás del hombre de las respuestas estaba un portal, se acerco a él, el arcángel lo seguía por seguridad, pero él no tenía intenciones de hacer nada, no ahora y no a seres celestiales, ya se desahogaría con los humanos. El hombre se hizo a un lado dejándolo pasar, Alejandría ya había tomado su figura y miraba a Lucifer como una psicópata mira a la nada.
Y cruzo, ahora lo más importante era buscar a la elegida no importa cuando tiempo pase. Para él los siglos significaban días.
Nunca me detuve a analizar mi trágica y atolondrada vida, había pasado los peores momentos de mis dieciocho años de vida en la niñez, y se supone que esa etapa es disfrutar de aquellos dulces que te perforaban los dientes, era jugar en el patio con tu padre mientras tu madre te veía desde la ventana y fregaba los platos. Pero eso nunca pasó para mí, todo fue muy monótono y muy bien organizado, en vez de que los dulces perforaran mis dientes fueron las tragedias los que me perforaban el alma, dejando pequeñas marcas que el tiempo jamás va a atreverse a borrar. Pero hay esta lo emocionante de mi vida a pesar de todo eh estado intentando disfrutar de esa trágica y atolondrada libertad.