Capítulo 2
Zayn Malik se detuvo ante la puerta del apartamento, mirando con desazón el suburbio marginal en el que se encontraba. Doce años atrás su amigo Mike Harker había tenido posibilidades de convertirse en una gran estrella de cine, pero su carrera se había truncado y por eso vivía en aquel barrio. Zayn había procurado mantener el contacto con él, pero hacía cinco años que Mike no lo veía. La puerta se entreabrió con un crujido.
—¿Quién eres tú? —inquirió una voz apagada.
—¿Mike? Soy yo, Zayn.
—Diablos. ¿Zayn? —Mike se apresuró a invitarlo a pasar y cerró rápidamente la puerta—. Temía que fueras el casero.
Se saludaron efusivamente. Mike seguía conservando su atractivo, aunque tenía los ojos legañosos y la nariz enrojecida.
—No te acerques demasiado —le dijo a Zayn—. No quiero contagiarte la gripe.
—¿He venido en un mal momento? —inquirió Zayn mirando el traje negro y la corbata blanca que llevaba—. Parece como si estuvieras a punto de asistir a una gala de cine.
—Si estuviera acostumbrado a ir a esas cosas, ¿crees que viviría en un barrio como éste? —le lanzó una mirada cargada de ironía.
Mientras tomaban café, Zayn le preguntó con cierto embarazo si aún seguía dedicándose al trabajo de actor. Y con mayor embarazo aún, como respuesta a sus preguntas, le habló de su éxito en los negocios.
—Todavía me acuerdo de cuando entraste en Empresas Charteris —le comentó Mike—. Te dije que terminarías dirigiendo tú la empresa, y así ha sido.
—No es para tanto —repuso Zayn—. Deberías irte a la cama —le dijo a Mike.
—Tengo que salir. Sobrevivo trabajando en una agencia de acompañantes, y esta noche tengo trabajo.
—¿Trabajas de gigoló? —exclamó Zayn, consternado.
—No, maldita sea. ¡No soy un gigoló! Mi trabajo es absolutamente respetable. Si una mujer tiene que asistir a algún acto social y carece de pareja, llama a mi agencia y me contrata. Sólo tengo que ser atento y causar la impresión adecuada. Ella se vuelve a casa, a su cama, y yo a la mía.
—Que es donde deberías estar ahora mismo. No puedes acompañar a una mujer en ese estado. Le contagiarás la gripe. Llama a tu agencia para que envíe a otra persona.
—Demasiado tarde —replicó Mike, presa de un ataque de tos.
—¿Cómo es ella?
—No lo sé. No la conozco. Se llama ______ Norton: es todo lo que sé. Se trata de una gala comercial, así que probablemente se ajuste al tipo de mujer ejecutiva: cuarenta años, ceñuda, demasiado ocupada haciendo dinero como para mantener una relación...
—Vete a la cama —le ordenó firmemente Zayn—. Yo iré en tu lugar.
—Pero me dijeron que me querían a mí en concreto...
—Creía que habías dicho que no la conocías.
—Y no la conozco. Pero quería a alguien muy atractivo.
—¿Y yo soy el monstruo de Frankenstein? —sonrió Zayn, en absoluto ofendido.
—Recuerdo que siempre has tenido más éxito con las mujeres del que te correspondía. Y no entiendo por qué, visto lo mal que las tratabas.
—Nunca tuve que arrastrarme ante ellas para halagarlas, si es eso lo que quieres decir. Mi padre solía decir que las mujeres eran como autobuses. Siempre que se iba uno venía otro —se echó a reír—. ¿Sabes? Solía asegurarse bien de que mamá no andaba cerca antes de comentármelo.
Era cierto que Zayn no tenía los rasgos absolutamente perfectos de Mike, pero muchas mujeres lo encontraban muy atractivo. Era alto, moreno, de fuerte constitución y con un poderoso aire de autoridad. Sus ojos castaños irradiaban una intensa energía que daba un acentuado carácter a su rostro. Su boca era ancha y generosa, y encantadora su sonrisa. Era un hombre, en suma, que habría destacado en una multitud.
—No puedes ir y punto —declaró—. Usaré tu nombre, y me comportaré lo mejor que pueda. Será mejor que pase por casa para cambiarme de ropa.
—No hay tiempo. Me espera dentro de veinte minutos: tendrás que llevar mi traje. Afortunadamente tenemos la misma talla —Mike tosió de nuevo—. Espero que no te haya contagiado la gripe.
—Nunca me contagio. Soy invulnerable. ¿Qué estás mirando por la ventana?
—Ese impresionante coche, con matrícula de este año, aparcado bajo mi casa. Si fuera tuyo, nadie pensaría que eres un actor sin un céntimo, obligado a trabajar de acompañante.
—Gracias por el consejo. Lo aparcaré cerca de su casa e iré a buscarla a pie, para que no sospeche. Y ahora métete de una vez en la cama.
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______ se alegraba de que su acompañante se estuviera retrasando. Así tendría tiempo para dar de comer a Zarpas antes de salir.
—Vamos, date prisa. Va a venir de un momento a otro.
Zarpas reapareció un par de minutos después, chorreando agua después de haberse remojado en un charco, y no tardó en demostrarle su cariño saltando a su regazo.
—¡Oh, no! —gimió ______, mirando las manchas que le había dejado en el vestido.
Fue apresurada al dormitorio, se quitó la prenda y empezó a buscar otro vestido de noche, rezando desesperadamente para que sus peores temores no se vieran realizados.
Pero no tuvo éxito. No tenía más opción que llevar el vestido de satén azul oscuro.
—¡Desagradecido animal! —le espetó a Zarpas—. Te rescato de la calle y ahora me haces esto.
Reacia, se puso el vestido, que le pareció todavía más atrevido que cuando se lo compró. La prenda se ajustaba a su cintura y a su vientre plano como si fuera una segunda piel. Se había recogido el cabello castaño de una manera muy sofisticada, y haciendo juego con el vestido lucía un collar y pendientes de diamante.
En aquel momento parecía una joven mundana capaz de enfrentarse a cualquier problema o adversidad. Deseaba sinceramente poder sentirse así. Terminó justo a tiempo, precisamente cuando estaba sonando el timbre. Y tan pronto como abrió la puerta, comprendió que había cometido el gran error de su vida.
El hombre que tenía delante era sencillamente impresionante, aunque no fuera guapo a la manera clásica: irradiaba un aura de arrogancia y de implacable voluntad. Desde el primer momento, mientras se miraban fijamente a los ojos, ______ comprendió que él, por su parte, se sentía igualmente atraído por su aspecto. Y de pronto empezó a ser consciente del aspecto que presentaba con aquel vestido. Su mirada la hacía sentirse como si estuviera desnuda, y evidentemente aquel hombre estaba disfrutando a placer del espectáculo, lo cual la indignó sobremanera. Después de todo, lo había contratado ella. Y lo que era aún peor: distinguió un brillo irónico en sus ojos, como si hubiera adivinado sus pensamientos y se estuviera divirtiendo aún más.
—Buenas tardes, señor Harker. Se ha retrasado un poco, pero no importa.
—Le presento mis disculpas —pronunció él en un tono nada apologético—. Se me presentó una emergencia, pero ahora ya soy todo suyo —añadió, levantando las manos.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó ______ de repente—. ¡Vaya unos gemelos!
Supuso que los gemelos de su camisa eran todo lo que se podía permitir un actor fracasado, pero eran baratos y de mal gusto, como si se los hubiera comprado en un mercado de baratillo.
—Son los mejores que tengo. ¿Qué les pasa?
—Nada, yo... —______ se esforzó por encontrar una manera discreta de decirle lo que pensaba sin ofenderlo, aunque resultaba verdaderamente difícil—. No son lo bastante... quiero decir que no van bien... quizá yo pueda sugerirle... Espere un momento.
Corrió a su dormitorio y buscó los gemelos que le había comprado a David para su próximo cumpleaños. Eran de plata con incrustaciones de diamantes, y le habían costado una fortuna.
Su acompañante alzó las cejas, asombrado, cuando ella le pidió que extendiera las manos. Rápidamente le cambió los gemelos, y cuando levantó la mirada, lo sorprendió observándola con una expresión de tierna ironía que la hizo estremecerse de emoción. Después de observar con atención los espléndidos gemelos, fijó sus ojos brillantes en el collar y en los pendientes que lucía.
—Me alegro de que hagan juego con sus joyas —murmuró.
—Aquí tiene las llaves de mi coche, señor Harker —pronunció ______, ignorando su comentario—. ¿Nos vamos?
Se dirigieron al garaje, pero cuando abrió la puerta para descubrir su estupendo todoterreno, empezó a experimentar ciertas dudas.
—Quizá sea mejor que conduzca yo —extendió la mano para recoger las llaves, pero Zayn no se movió.
—Suba al coche —le dijo él con una tranquila firmeza que la sorprendió—. He venido aquí para hacer de acompañante suyo, y lo haré con propiedad. No quedaría bien que usted condujera. La gente podría pensar que ha tenido que contratarme.
______ se abstuvo de replicar y subió al coche. Él empezó metiendo la marcha atrás con soltura, como si condujera ese tipo de coches todos los días.
—¿Qué rumbo seguimos?
—Vamos al centro. Diríjase a la plaza Trafalgar y ya le indicaré yo desde allí.
Cuando ya estaban en la carretera, Zayn le preguntó con naturalidad:
—Bueno, ¿qué cuento vamos a contarle a la gente?
—¿Cuento?
—Acerca de nosotros. Si alguien nos pregunta, tendremos que responderles lo mismo. ¿Cuándo nos conocimos?
—Oh... la semana pasada.
—Eso es demasiado reciente. ¿Por qué no el mes pasado?
—No —se apresuró a decir—. Eso es mucho tiempo.
—Entiendo. ¿Es que iba a salir con otro hombre? ¿Cómo es que le ha fallado en el último momento?
—Porque... porque tuvimos una discusión.
—¿Quién dejó a quién?
—Nos separamos por mutuo consentimiento —repuso tensa.
—¿Quiere decir que fue él quien la dejó plantada?
—Yo no he dicho tal cosa.
—¿Estará él allí esta noche?
—Puede que sí.
—Entonces será mejor que me diga su nombre, sólo por si acaso.
—David Conner —respondió, incómoda.
—¿Ya ha decidido cómo nos conocimos usted y yo?
—No, no sé... ya se me ocurrirá algo —repuso distraída, ya que se estaba deprimiendo por momentos.
—Ya estamos cerca de la plaza Trafalgar. Guíeme.
—Vamos a Catesby, donde la Cámara de Comercio de Londres celebra su cena de gala. ¡Cuidado!
—¡Perdón! Se me ha escurrido la mano del volante —se apresuró a decir Zayn, aunque en realidad se había llevado una desagradable sorpresa. Allí habría mucha gente que lo reconocería. Tomó una rápida decisión—: Será mejor que lo sepa. Mi verdadero nombre no es Mike Harker.
—¿Quiere decir que es su nombre artístico?
—No, yo... no importa. Me llamo Zayn Malik. Ya casi hemos llegado. Rápido, dígame algo sobre usted.
—Me llamo ______ Norton. Soy la nieta de Barney Norton, de Distribuciones Norton.
—¿Distribuciones Norton? —repitió Zayn—. ¿De camiones y almacenes?
—Sí —respondió, sorprendida de que conociera su empresa—. Está entre las mejores empresas de su sector, y nos estamos ampliando rápidamente por Europa. Pero creo que eso no tiene por qué saberlo...
—Sí, no diga nada que sea demasiado complicado para mí —repuso con ironía—. Mi única neurona no alcanzaría a comprenderlo.
—Gire por la siguiente calle a la derecha, y encontrará el aparcamiento.
Zayn apagó el motor, pero cuando ella se disponía a salir, le ordenó que se detuviera:
—Espere —salió él primero, rodeó el coche y le abrió la puerta—. Después de todo, es para esto para lo que he venido —le comentó con una sonrisa.
—Gracias —le dijo, y aceptó su brazo.
La joven no pudo disimular un ligero temblor al sentir el contacto de sus dedos, y levantó involuntariamente la mirada hacia él: vio entonces que la estaba mirando con una expresión que la dejó sin habla.
—Es usted preciosa —pronunció muy serio—. Y me sentiré muy orgulloso de entrar ahí con usted del brazo. ¡No, no lo diga! Le da igual que yo me sienta orgulloso o no: eso no forma parte de nuestro trato. Bueno, a mí no me importa que a usted le importe o le deje de importar. Se lo repito: ¡es usted maravillosamente hermosa!
—Gracias —balbuceó al fin ______—. Me alegro de que apruebe... mi aspecto.
—Yo no tengo que aprobar nada —repuso Zayn, irónico—. Y desde luego no apruebo esta situación. Una mujer como usted no debería contratar a ningún hombre, y si lo hace es que algo hay que marcha mal. Usted es esplendorosamente sexy, una tentación para que cualquier hombre haga cosas de las que pueda arrepentirse después. Ojalá dispusiera de tiempo para indagar en esa contradicción.
—Mis contradicciones no le atañen —le espetó, ruborizándose.
—Lo harían si yo así lo quisiera —respondió despreocupadamente—. ¡Es una pena que no tenga tiempo para ello! —deslizó un dedo delicadamente a lo largo de su mejilla—. Creo que deberíamos entrar.
—Sí —repuso ella, recordando con esfuerzo el motivo por el cual se encontraban allí.
______ había asistido a muchos actos en Catesby, y estaba familiarizada con su fantástico interior decorado en colores rojo y dorado, con la fantástica escalera curva y sus vistosas arañas. Pero aquella noche parecía como si estuviera viendo aquello por primera vez en su vida. Las luces eran más brillantes, más vividos los colores de los vestidos de las otras mujeres, y el contraste del negro y blanco de los esmóquines de los hombres más intenso de lo que recordaba haber visto nunca.
Fue al guardarropa a dejar su estola. Al salir para reunirse con Zayn, que la estaba esperando al pie de la escalera, tuvo tiempo de contemplarlo a una prudente distancia, entre los demás hombres. La comparación obraba en su favor. Era casi el más alto de todos, y el de aire más impresionante. Pero lo que más le impresionaba era la confianza y autoridad que parecían emanar de su persona. Había visto esa apariencia antes, pero en hombres que lideraban grandes corporaciones; ¿cómo era posible que un actor fracasado hubiera podido conseguirla? Un actor, pensó. Por supuesto. Simplemente estaba representando el papel exigido.
—Enhorabuena —lo felicitó al reunirse con él.
—¿Perdón?
—Has dado en el clavo —le comentó, tuteándolo—. Parece totalmente como si pertenecieras a este ambiente selecto.
—Gracias —repuso con sospechoso candor—. Pero la verdad es que me siento muy nervioso entre toda esta gente tan importante.
—No son realmente importantes. Sólo se creen que lo son porque tienen dinero. A la mayor parte de mis amigos de este ambiente no les importa lo que puedan pensar de ellos —con expresión traviesa, añadió—: Simplemente mantén levantada la nariz, y te tomarán por uno de los suyos. Estoy segura de que tendrás un gran éxito.
—Entonces... ¿me aseguras que no te sientes ni un poquito decepcionada con nuestro trato?
—Al contrario, creo que ha sido una verdadera ganga para mí.
—Quizá no lo haya hecho tan mal hasta ahora, después de todo. Bien —le ofreció su brazo—. ¿Vamos?
Juntos subieron las anchas escaleras y entraron en el enorme salón que ya se hallaba repleto de gente. Zayn se dio cuenta inmediatamente de que ______ destacaba entre todas las demás mujeres presentes... y se preguntó, mientras aspiraba su delicioso perfume, qué tipo de amante podría haberla rechazado.
Se abrieron paso entre la multitud, sonriendo y saludando a gente. Algunos lo conocían, y Zayn pasó algunos apuros intentando evitarlos. Sería muy afortunado si al final lograba salir de allí sin que alguien lo reconociera.
—Vamos al bar —le susurró—. Tengo que contarte una cosa mientras bebemos algo.
—Yo tomaré un zumo de naranja, ya que seré yo la que conduzca a la vuelta.
—Dos zumos de naranja —le pidió Zayn al camarero, y se volvió sonriente hacia ______—. He pedido zumo también para mí tan sólo en caso de que luego cambies de idea.
—¿Tanta confianza tienes en ti mismo? —lo desafió.
—¿Tú crees que la tengo? Gracias por la información.
La miró con expresión burlona, y ______ no pudo disimular una sonrisa.
—Estoy segura de que la tenías —se volvió para contemplar el salón. Y de repente la sonrisa se le heló en los labios.
David estaba solamente a unos pasos de ella.___________________________-
Oh dios Zayn porque no le has dicho la verdad de quien eres???
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"Amor de Encargo"
FanficNueva novela (adaptada) todos los créditos a la autora. Espero y les guste hermosas las amo