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Capítulo 1: La Carta

Los Cuervos eran una organización dedicada a cazar monstruos y criaturas malvadas que deseaban acabar con la humanidad. Eso incluía una amplia gama de ejemplos: Vampiros, hombres lobo, demonios, youkais, espíritus malignos, etcétera. Los Cuervos habían existido prácticamente desde la caída del Imperio Romano, sin embargo su existencia no estaba en los libros de historia. Después de todo, mientras menos información hubiese de ellos, era mucho más fácil moverse entre las sombras sin ser descubierto. 

En pleno siglo XXI era simplemente una locura el pensar que algo como aquello seguía existiendo. Pero era verdad: Entre nosotros caminaban aquellas criaturas esperando que en un descuido pudiesen acabar con nosotros. 

En un principio, los Cuervos solo habían sido nueve personas normales dispuestas a acabar con aquellas criaturas que los asesinaban sin piedad. Aquellos Nueve eran conocidos como los fundadores de la Organización y solo en un par de años, habían logrado crear un pequeño ejército capaz de combatir con aquello que parecía imposible de vencer.  

De a poco, comenzaron a crecer y a tener influencias alrededor del mundo. En un principio vivían en una mansión en un bosque, sin embargo con el paso de los años cada uno de los Nueve había tenido familia y formado su propio clan; varias disputas por el poder habían manchado de sangre la historia de los Cuervos, pero hace siglos atrás se había firmado un acuerdo. El poder de la Organización residía en el Consejo formado por Nueve personas, un representante por cada clan. Y quien estaba por sobre ellos era el Líder, apodado cariñosamente como "Papá Cuervo" o "Mamá Cuervo". Este era elegido por el Consejo de los Nueve y debía pasar por una serie de pruebas para llegar a dirigir.  El Líder a su vez podía elegir a su Mano Derecha, es decir, la persona en la cual más confiaba; y a su Mano Izquierda, aquella encargada de hacer el trabajo sucio (Por ejemplo, silenciar a quienes duden de su mandato). 

En mi caso, mi familia descendía de Ernst Haelck Bondevik. El Quinto en unirse a la Organización y conocido por haber sido un mercenario buscando venganza por sus compañeros asesinados por una horda de vampiros. Se había dedicado a entrenar a los otros ocho en el arte de las armas y haber sido el encargado de entrenar a los nuevos reclutas en un principio. 

Como era de esperarse, en mi familia habían existido muchas leyendas. Desde la primogénita de Ernst Haelck que había asesinado a su propio hermano menor luego de que esta se convirtiese en vampiro. O bien, de cuando la familia Bondevik había resistido durante 3 noches protegiendo a un pueblo de la invasión de una legión de demonios. 

En resumen, mi apellido había dicho que yo estaba lista para grandes cosas. Sin embargo estaba convencida que cuando habían repartido los genes de la genialidad Bondevik, mi madre se los había dejado a mis hermanos. Yo era la cuarta entre cinco hermanos. 

Los hijos de los Cuervos normalmente recibíamos educación como cualquier persona en pleno siglo XXI, solo que entre nuestras actividades extracurriculares se nos entrenaba para ser cazadores de monstruos en el futuro. Normalmente, todos éramos entrenados apenas podíamos caminar. Una vez al año íbamos a la Torre Antigua, el lugar donde se reunía el Consejo y Papá Cuervo, para que les demostrásemos todo lo que habíamos aprendido de nuestras familias. 

Mi hermana mayor, Marie Bondevik había sido probablemente una de las mayores revelaciones del siglo. Según papá me había contado, Marie había demostrado una puntería que incluso podía desafiar a quienes le doblaban la edad. 

Luego estaban mis hermanos gemelos: Vilheim y Erik Bondevik. Ambos tenían una conexión tan especial, que su coordinación a la hora de ejecutar ataques en dúo era un espectáculo digno de ver. Eran las manecillas de un reloj. Ambos se movían en compás del otro. 

Y por último, mi hermano menor, Friedrich Bondevik. Al principio yo había creído que él era parecido a mí: una persona normal. Sin embargo, el mocoso era una especie de genio en miniatura que amaba las ciencias y pensaba en que tipo de armas podían ser más letales en las pieles de los monstruos.