¿La señora Grey?

Capítulo 5

Ana

Salgo disparada con el coche. Miro de reojo la hora en mi teléfono. 12:00 pm y 9 de mayo. Menudo día de mierda. Él día que conocí al padre de mi hijo. El niño por el cual ahora voy a la escuela porque ha golpeado a un compañero, aunque en realidad no creo ello. No tengo tiempo para lamentarme el día de hoy por el pasado.

Al llegar a la escuela, avanzo por los pasillos vacíos, todos los alumnos están en clase, a lo lejos se oyen las voces amortiguadas por las gruesas paredes de las aulas. Mis tacones hacen ruido cuando doy cada paso apresurado. Cuando me dirijo a la oficina de la directora, al final del pasillo, en las bancas que se encuentran alado de la puerta de la oficina principal, está sentado mi pequeño, con la vista clavada en sus pies. En cuanto más me acerco, él logra escucharme y reconocerme.

—¡Mami! —corre en mi dirección y apenas me da tiempo de inclinarme hacia él. Termino de rodillas en el suelo, con Ted colgado de mi cuello. Se aprieta contra mí y lo envuelvo en mis brazos para sostenerlo.

—Hola, amor. —beso su cabellera cobriza. No tardo en separarlo de mí y de inmediato inspecciono su cuerpo. —¿Cómo estás? ¿Te hiciste daño? —ahueco su rostro y al no ver ninguna herida, levanto cada uno de sus brazos en busca de marcas.

—Estoy bien, mamá. No me pasó nada —tiene razón. Frunzo el ceño.

—¿Qué ha sucedido?

—Golpee a un niño —musita encogiéndose de hombros, como si fuera lo más común del mundo. Le miro severamente.

—¿Haz golpeado a un niño a propósito? —hace una mueca, pero asiente. —¡Theodore! —exclamo. Bufo de pronto molesta —Sabes que estaba trabajando, ¿verdad? —él baja la vista.

—Lo siento, mami —murmura.

—¿Qué fue lo que...?

—Señorita Steele, la estamos esperando —la profesora Victoria interrumpe mi pregunta cuando abre la puerta y nos ve. Asiento y lentamente me incorporo. Aliso la falda y tomo la mano de Ted.

—No importa que pasó, yo voy a defenderte allí dentro —le digo a mi hijo al oído cuando la profesora se encuentra de espaldas.

Entramos a la oficina. Hay un enorme escritorio enfrente mío, la profesora toma lugar alado de éste y detrás de él, se encuentra y vieja y estirada directora. Me mira con evidente culpabilidad. Miro a mi derecha cuando siento que mi nuca quema ante una insistente mirada. Una mujer de unos treinta años me observa de manera furiosa. Un pequeño se asoma detrás de ella, tiene una venda en la nariz y un pómulo hinchado. ¿Mi hijo hizo esto? ¡Imposible!

—¿Querían verme? —les digo tratando de lucir para nada intimidada. Estoy nerviosa, Teddy nunca había tenido problemas con sus compañeros, soy madre primeriza, cosas como estas siguen siendo nuevas para mí.

—Tome asiento por favor. —me encamino despacio hacia un sofá y cuando estoy sentada, posiciono a Ted en mi regazo —Queríamos informarle sobre el comportamiento agresivo de su hijo y las consecuencias que conlleva —dice la estirada con desagrado. Reprimo una mueca y asiento.

—Antes que nada, quiero aclarar que Ted jamás se había comportado de esta manera, así que aún no creo cierto todo esto. Quisiera escuchar que fue lo que pasó antes de que acusen de algo injusto a mi hijo. La profesora Victoria sabe perfectamente que Teddy es incapaz de matar ni a una hormiga.

—Las hormigas son seres vivos, también —musita en voz baja Ted. Suspiro, la maestra me imita y mira con ternura a mi hijo.

—¿Injusto? Permítame decirle que su hijo le rompió la nariz al mío solo porque querían jugar, no hay más que decir. Puede comprobar la agresividad si quiere del rostro de mi hijo, Theodore merece una expulsión del colegio. —Me muerdo la lengua e inspiro antes de lanzarme contra la mujer que habla como si mi hijo fuera una calamidad de persona. No puedo arrancarle la horrible cabellera cobriza y darle más motivos a la vieja arrugada de expulsar a Ted. Me remuevo en el asiento.