Capítulo 1 - Presentaciones

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La sombra de una chica se veía desde los primeros árboles del bosque, subía delicadamente a aquella roca gris, recubierta con un musgo rosáceo. El cabello rubio le relucía con la roja puesta de sol.

Su nombre resonaba numerosamente en su cabeza, quizás le hablaba alguien por telepatía, ¿quién la llamaba? De nuevo volvió a escuchar "Naldryc... ¡Naldryc!"

- ¿¡Quién eres!? - preguntó, nerviosa - ¿¡Qué quieres de mí!?

La risilla de una chica con el pelo castaño se escuchó, Naldryc volteó.

- Kawazen Bladeeyes, mujer cisne, habilidad: telepatía. Y tú eres Naldryc Starshine, de una especie casi en extinción, ¿verdad? - los latidos del corazón de la chica de encima de la roca fueron tomando su ritmo normal.

- Sí, soy yo - se frotó los ojos, se percató de unas ojeras enormes bajo sus ojos - ¿qué ocurre?

- El reino de Misurea te pide un favor - llevó su mano hacia el bolsillo de su grueso abrigo y sacó lo que parecía una flor, con pétalos de los colores del arco iris - esta es la flor de polvo, una flor casi única, como lo es tu especie, tiene propiedades mágicas, como todo lo que ves a tu alrededor, pero lo que "ocurre" - respondió a la anterior pregunta - es que la especie de esta flor ha dado vida a todo eso. Cada una de estas "madres" han recorrido el valle del olvido, el bosque del baile y todos aquellos sitios con los humanos, ya que también son escasos.

Os contaré algo sobre los humanos, en concreto, de la Tierra.

Aquél planeta era bastante bonito, bueno, según los que allí estuvieron, que conocieron la naturaleza en esa roca, pero cuando Naldryc nació, todo eran máquinas, incluso los humanos eran programados, nos cambiaban el cerebro por un simple chip, y con eso no podíamos hacer ni la mitad de las cosas que se hacen con un cerebro normal, Naldryc, básicamente, se libró, siempre fue un bebé un poco... Nervioso, por lo tanto se escabulló.

Los humanos como Naldryc averiguaban la manera de salir de aquél mundo podrido, pisar las tierras de Limuloon, y reunirse con gente como ellos, que también habían escapado, y con criaturas de piel de dragón, ojos violáceos y miradas de consuelo.

- Tienes que recorrer todos esos lugares con esta flor equipada - siguió informando Kawazen

- De acuerdo - intentó finalizar la conversación, la chica de ojos café.

- Y ya tienes guardaespaldas - dijo otra voz, de hombre, a sus espaldas, de la que no se habían percatado hasta ahora -. Lasdeh Rainarrow, de la corte élfica, mucho gusto.

Kawazen y Naldryc se quedaron sin palabras, pero de repente, la híbrida estalló en cólera.

- ¿¡Qué haces aquí Lasdeh!? - le gritó al elfo - ¡Yo iba a ser la guardaespaldas! ¡Me lo dijo Ate-chan!

El elfo calló, pero no se separó las chicas.

- ¿Sabes? - empezó a hablarle Lasdeh a Naldryc en el oído, de manera que Kawazen no les escuchara - no me enviaron aquí, lo que ocurre es que parte de la familia Kawazen es bárbara, aunque no lo parezca. Su fuerza es brutal y no queremos que cause problemas, de manera que la capitana del equipo destello, Ate-chan me dejó venir.

- Pero entonces... ¿Serás mi guardaespaldas o no? - dijo, todavía sin entender

- Olvida eso, yo sólo vengo a hacer bulto - paró un momento, y sin darle importancia al ruido que le había echo parar, volvió a hablar - y a impedir que Kawazen no te haga volar por los aires, porque es una experta en eso. 

Kawazen seguía enfadada. Nada más verla puedes pensar que es una chica formal y responsable, pero al encontrarse con el elfo toda aquella imagen desapareció.

Soltó un bufido, y tendió la flor a Naldryc.

- ¿Eh? - se extrañó esta - se supone que esta flor brilla cuando toca las manos de un humano...

- Mira, da igual, yo me la quedo y la cuido - le soltó, ya algo molesta - cuando brille en mis manos te avisaré.

Los dos personajes asintieron con la cabeza. A Lasdeh le cayó la coleta de color rojo en el hombro al agachar la cabeza, y Kawazen le susurró por lo bajini, algo parecido a "¡Córtate esa maldita coleta! ¡Pareces una mujer!"

Obviamente, Lasdeh no parecía una mujer, Kawazen lo hacía para chincharle. 

Sin embargo parecían llevarse bien, pese a los gritos que la licántropo le dedicaba al elfo.

Misurea - La Flor de PolvoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora