Café.

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                      05 de Agosto, salí corriendo de mi casa... 

 Mi nombre es Robert, tengo 18 años, mido 1.77 y peso más o menos 70 kg, mi cabello es más o menos largo, no tanto como para que toque mis hombros, pero lo suficiente como para poder esconder mis ojos bajo mi fleco si miro abajo, de color castaño al igual que mis ojos, en este momento llevo puesta una playera blanca, una chaqueta de cuero, unos converse negros y un pantalón de mezclilla, son las 05:30 pm y acabo de decirle a mi padre que me gustan los hombres.  

Es algo que sé desde que tenía 12 o 13, me costó un poco aceptarlo, finalmente lo hice, claro que mi padre, un militar, no lo tomó bien, no quise discutir, antes de llegar a eso, tan solo pude correr, no es la mejor opción, lo sé, también sé que tendré que hablarlo con él cuando regrese, pero espero que al menos ya esté más calmado.

Aunque sopla el viento frío el cielo está despejado, en las noticias pude escuchar que no lloverá hasta mañana, luego de estar lo suficientemente lejos como para que mi papá no me vea caminé lentamente, calmado, disfrutando de la ausencia en mi camino, ya que a esta hora no hay casi nadie por las calles, solo una que otra persona, en mi camino había arboles, se sentía tan fresco a pesar de tener mi chaqueta, el viento movía sus hojas y creaban una hermosa melodía que daba paz a cualquiera que la escuchara, o al menos eso es lo que pasaba por mi cabeza.

Me senté en las continuas bancas de cantera rosa, viendo hacia el cielo, pensando en cómo sería mi relación con mi padre ahora que se lo había dicho, aunque casi no estaba en casa por sus misiones y todo eso, con suerte lo veía una vez cada dos meses y era por tan solo unos días, luego le llamaban y tenía que salir de urgencia. Me sentía mal por haber arruinado una de esas ocasiones, mi papá se iría a las 07:00 pm, en una hora y media, y no podría despedirme de él.

Respiré hondo y mantuve el aire en mis pulmones para luego soltarlo en un suspiro, estaba perdido en mis pensamientos, tan perdido que no noté el momento en que las pocas personas que caminaban comenzaban a correr para buscar un refugio de la lluvia.

Reaccioné finalmente y caminé mientras me ponía la gorra que tenía mi chaqueta, la lluvia no era tan fuerte, pero se veía que pronto se soltaría una enorme tormenta, fue entonces cuando recordé un café que no era muy conocido, por lo mismo era tranquilo, de la nada me entraron muchísimas ganas de un café americano. Justo en el momento en que entré ahí las gotas que caían del cielo se intensificaron; tomé asiento en una mesa junto a una ventana, donde podía observar y apreciar la lluvia. 

Un mesero se paró al lado de mi mesa, preguntando amablemente qué es lo que quería tomar, respondí sin pensar.

 - Un café americano por favor.- 

- Enseguida.- Respondió él mientras hacía una pequeña reverencia y se retiraba.

Miré alrededor, el café estaba vacío, solo estaba yo, aún así el ambiente no era solitario ni deprimente como suele ser en los días lluviosos, era más como tranquilo, el jazz sonaba y el olor a café era de lo más agradable. Entonces el sonido de la campanita que anunciaba la entrada de otro cliente llamó mi atención; era otro chico y estaba empapado. 

Su cabello era negro, un poco más largo que el mío, traía un pantalón de mezclilla y unos botines de agujeta negros, una camisa de manga larga negra y de su cuello colgaba un collar de aro, traía cargando algo, que cubría con... ¿una chaqueta? 

Arquee mi ceja... ¿por qué no se cubrió él? Un mesero corrió y le ofreció una de las pequeñas toallas que tenían para quienes llegaban así en estos días, el chico la tomó enseguida, quitó la chaqueta sacudiéndola afuera y pude ver, que lo que cargaba era un estuche, parecía un instrumento, no sé cuál, pero definitivamente era un instrumento, entonces secó el estuche con la toalla que le dieron, lo poco que se había mojado, cuando el estuvo seco, entonces se secó el cabello y entró. 

Se sentó en una mesa frente de mi y puso su estuche a su lado con sumo cuidado. 

- ¿Qué te ofrezco?- Preguntó el mismo mesero que me atendió a mi, llevaba la charola en una de sus manos y en ella iba mi café, aunque creo que le hace falta más a él que a mi, ya que estaba temblando.

- Un capuchino por favor...- Susurró con una voz muy suave, mi corazón se aceleró, ahora que lo tenía un poco más cerca pude ver que era bastante lindo, no guapo, era lindo, le calculaba de estatura más o menos 1.68, su piel era muy blanca, se veía casi pálido, su cabello era tan negro como sus ojos y sus manos eran delgadas y bastante finas, tenía las uñas pintadas, cosa que se me hizo algo extraño, pero el esmalte negro solo hacía ver sus dedos aún más blancos. La camisa que llevaba puesta se le pegaba haciendo ver su delgado y fino cuerpo, sus hombros parecían los de una chica y su cabello rosaba con ellos.

- Enseguida.- Dijo el mesero con una sonrisa para luego dirigirse a mi y dejar el café frente a mi con una cuchara. - Aquí tiene.- 

- Gracias.- Contesté.

- De nada.- Sonrió y fue a la cocina.

Sople al café frente a mi y bebí un poco, intente aguantar, pero mis ojos se desviaron hacia él, hacia ese chico. Cuando le trajeron su café, tomó su taza con ambas manos, estaba temblando, parecía querer calentar sus heladas manos, se dibujó una sonrisa en sus rosados labios, algo enrojecidos, olfateo su café, sopló y le dio un sorbo. Jamás vi a alguien que disfrutara así de un café, parecía saborearlo de verdad, unirse con su café, se notaba enseguida que lo amaba. 



No he dejado de verlo, por alguna razón. Su forma de beber café, su forma de soplar en él, su forma de ver la lluvia, la forma en la que cuida su estuche aunque no hay nadie cerca, me encanto... Finalmente pidió la cuenta, al igual que yo.

Eran las 09:30 pm, ya estaba oscuro, cuando ambos pagamos nos levantamos, aún estaba lloviendo afuera, en la puerta, él puso su chaqueta sobre su estuche de nuevo, finalmente sus mejillas habían adquirido ese tono rosado al entrar en calor, y de nuevo se tornaría blancas, pálidas. 

Él se fue, pude ver su figura desaparecer entre la lluvia, me preguntaba en el fondo de mi corazón si lo volvería a ver...


El chico del saxofónWhere stories live. Discover now