Parte I

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El pueblo estaba colmado de alegría para cuando aquellos dos viajeros llegaron juntos al lugar. Sus ojos brillaron al ver como los habitantes de la pequeña localidad se preparaban para lo que era el "Carnaval de las luces" de aquel verano. Kyungsoo, estudiante de medicina, tomó la mano de Jongin, su pareja, el chico que quiso en secreto por tres años mientras lo veía trabajar en la facultad de Artes.

- Parece que estás muy feliz de estar de vuelta... - sonrió el moreno, apretando su mano, sintiendo la libertad de poder hacer ese acto con naturalidad, ya que la gente en el pueblo estaba muy apurada, corriendo de un lugar a otro, con los preparativos del evento. El más bajo sonrió ampliamente, sus grandes ojos negros brillaban con fulgor, para luego inspirar, mirando el paisaje natural y rústico de aquel pueblito costero.

- Ha pasado un año desde que no venía, y el Carnaval de luces es un acontecimiento que me gusta mucho. Desde que era un niño... - miró sus manos unidas a las del más joven, con una sonrisa más amplia. - Y vengo contigo... Eso me hace muy feliz también... -

Jongin se moría por robarle un beso a ese chico serio que no solía decirle cosas adorables tan seguidos, pero se contuvo. Sólo pasó el pulgar por su mejilla de manera cariñosa, en agradecimiento, y echó un vistazo al lugar: predominaban el dorado pálido y el blanco de la arena y la tierra, adornado por el verde en variedad de tonos que se desplegaban por las copas de los árboles de distintas alturas y especies. Saliendo de la arboleda estaba el río del que Kyungsoo le hablaba de sus recuerdos de niño y el mar de fondo, con su brillo celeste brillante, dado los reflejos alegres del sol veraniego de temporada. El paisaje era coronado por un pueblo hecho de casas de madera, de distintos colores, e incluso sin pintar, que daban al lugar un toque fresco y relajado, de hogar y tranquilidad.

- Me habías dicho que era un pueblo hermoso, pero "encantador" también le queda... Fue muy bello lo que dejaste atrás por tu sueño de ser médico... -

Kyungsoo miró el suelo polvoso, con nostalgia. - Es el problema de los pueblos pequeños. -

- ¿Volverás algún día? - en la mirada de Jongin había curiosidad sana, a pesar de que la posible respuesta pusiese en vilo su relación de un año.

- No lo sé... - respondió Kyungsoo, con honestidad. - Sé que mis padres están aquí, y que al volver retribuiría lo que ellos me dieron. Además un médico siempre es bienvenido en un pueblo pequeño y aislado. - el pelinegro alzó la mirada - Pero el futuro es incierto. Nadie sabe dónde estaremos mañana o qué estaremos haciendo. Además... quiero pensar que mi futuro ya no debo imaginarlo de manera individual... - su sonrisa de corazón iluminó su rostro y Jongin tomó su mano sin miedo, seguro, feliz de saber que él podría estar presente en el futuro de Kyungsoo, en el lugar que fuera, en el momento que sea.

- El tiempo lo dirá... - los ojos del moreno se hicieron estrechos como medias lunas, en un sonrisa cómplice, para luego dejarse conducir por las calles de tierra blanca y arcilla hacia la casa de Kyungsoo, a las afueras del pueblo y cerca de la playa.

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- Veo que ya están preparados para ir a acampar a la isla Geho... - la madre de Kyungsoo sonreía mientras echaba un vistazo a los bultos acomodados en la puerta de la cocina. Kyungsoo y Jongin desayunaban, él más pequeño sonrió a su madre.

- Quiero que Jongin vea el festival desde el centro mismo de la fiesta. Tal como lo hacíamos papá y yo... - el alto apretó la mano del pelinegro y la madre sonrió con suave nostalgia. El padre de Kyungsoo había fallecido hace algunos años y aún era muy sensible para madre e hijo su ausencia.

- Sé que a Jongin le gustará mucho también... - la señora se acercó con el sartén y les tendió más huevos revueltos y llenó sus cuencos con arroz. - La música, los barcos con disfraces y luego las luces flotantes mientras se canta la canción de la nostalgia es un espectáculo muy hermoso Jongin. No te arrepentirás... -

AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora