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Voy a intentar seguir con esta novela, no pude porque hace tiempo que no estoy creativa así que... disfruten.

Connor y Ryan esperaban fuera de la camioneta ya que las chicas no tuvieron tiempo de vestirse antes y debían hacerlo ahora. Al terminar de ponerse los vestidos se maquillaron ligeramente y arreglaron el cabello. Alexx llevaba su vestido despampanante con el cabello suelto y relajado mientras que Phoebe tenía su vestido seductor y el cabello recogido en un rodete.

Ambas salieron del automóvil y Connor les dio sus pases, él ingresó junto con Alexx primero y Ryan detuvo a Phoebe antes que ella atraviese la puerta.

—¿Qué sucede?—preguntó ella esbozando una sonrisa.
—Quería decirte que luces bien.
—Gracias.
—Y quería darte esto, dentro perderemos el contacto así que nos comunicaremos mediante eso ¿si? Ponte esto en la oreja—le entregó el pequeño audífono.
—Bien—dijo ella.

Ambos ingresaron al edificio. La fiesta era en un salón con barra y sillones que tenía grandes ventanales que daban a la hermosa vista de Miami.

Las mujeres se quedarían solas en el lobby unos minutos hasta que todos los hombres llegasen; Ryan y Connor estarían entre ellos.

Una joven con cabello corto y vestido negro se paró frente a todas las mujeres.

—Muy bien. Prepárense porque conocerán al hombre de sus vidas... Todos ellos son dulces, tiernos y sensibles, lo que una mujer quiere—decía—Iré a la otra sala, donde ellos se encuentran luego volveré y ustedes ingresarán con confianza y una gran sonrisa.

La joven se fue.

—Claro, como si yo quisiese un hombre sensible—rió Scott.
—Tu encajarías bien con Ryan—comentó Alexx. Phoebe se ruborizó y evitó seguir hablando de ello.

La mujer volvió y las hizo pasar a la sala. Phoebe divisó a Connor pero no había señales de Ryan.

Todos estaban dispersados y Scott trataba de no llamar la atención.

Colocó su mano en el audífono y habló.
¿Hay señales del tipo?—preguntó.
No lo veo por ningún lado—dijo Connor.
En la barra, Phee—dijo Ryan. Phoebe estuvo a punto de hacer un comentario sobre ello, Ryan la había llamado Phee y eso le había parecido extremadamente raro. Y dulce.

Olvidó eso y se dirigió a la barra, observó a un hombre castaño con ojos verdes que tenía un reloj Rolex dorado en su mano izquierda y un habano en la otra.

Él la observó y le sonrió, pidió dos tragos y se acercó lentamente a Phoebe.

Puso una mano en su cintura y le susurró;

—Podría darte todo lo que quieres en una noche...—. Scott sintió el aliento a whisky mezclado con cigarrillos baratos. El tipo, a sus ojos, era un idiota pero debía actuar, no como si estuviese enamorada si no como una interesada total. Se mordió el labio inferior y puso una mano en el pecho del hombre.

—¿Y qué es lo que quiero?—preguntó.
El hombre le ofreció un vaso de whisky. Ella lo aceptó.
—Albert O'Donnell—dijo.
—Phoebe Anderson—respondió ella. Él la tomó de la mano y comenzó a llevarla hacia una parte más apartada.
Ambos estaban a solas.
—Cuéntame sobre ti—dijo Phoebe.
—Soy un emprendedor de la vida. Tengo dinero y puedo tratarte como mas desees—comentó mientras fumaba el habano. —¿Te gustaría jugar?
—Claro...

El hombre tomó a Phoebe de la cintura y comenzó a llevarla hacia las habitaciones del segundo piso. Entraron en la tercera habitación y él la lanzó sobre la cama.
Se quitó el saco y comenzó a buscar entre los cajones.

Phoebe deslizó su mano por su pierna buscando el forro del arma, el hombre aún permanecía de espaldas hacia ella hasta que un estallido lo hizo voltearse rápidamente.

No provino del arma de Phoebe, si no de otro altercado en el mismo piso.

—Salgamos de aquí—dijo él.
Se volteó hacia Scott y ella se levantó de la cama, la tomó del brazo y ambos salieron de la habitación.

Caminaron rápido por el pasillo, en ese tramo la placa de Phoebe se desprendió y cayó. Se detuvo a recogerla y Albert O'Donnell en un segundo comprendió quién era ella, al siguiente la empujó hacia una pared evitando que ella tomase su arma.

¿Phoebe? ¿Fuiste tu? ¿Phoebe?

La voz de Ryan por segundos le transmitió tranquilidad, él llegaría y todos estarían bien pero ese disparo la había asustado.
Mientras luchaba por zafarse de las enormes y pervertidas manos oyó otro disparo.

Había sido su arma, sentía el cañón caliente sobre su pierna y tomó coraje para empujar con todas sus fuerzas al hombre y sacar su arma que en algún momento de la disputa había disparado.

Él estaba en el suelo, con ánimos para volverse a levantar y por la esquina más cercana apareció Ryan empuñando su arma.

—Demonios, llegas un poco tarde—rió sobándose sobre el vestido la parte quemada.
Ryan le sonrió y se acercó al hombre.
—Quédate allí, O'Donnell.

Se los hago cortito porque estoy actualizando en examen.

CSI: MiamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora