Capítulo # 14

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- ¡Maldición! - mire mi ropa completamente sucia.

- Perdón enserio no me fijé... - era un chico de cabello negro.

- No te preocupes, de todos modos ya me iba a largar.

Salí de esa fiesta, no quería nada, tenía un muy mal humor con todos.

Llegue a mi casa a darme un baño y cambiarme, me recosté en mi cama.

Quedándome dormido a los pocos minutos.

*Zamasu*

Llegué al lugar donde vivo con mis padres, cuando entre fui recibido con una gran bofetada.

- ¡Auch! - grité, de verdad me había dolido.

- ¡HAZ ECHADO A PERDER EL MALDITO PLAN! -Otro golpe impacto mi cara.

- ¡Lo...! - otro golpe me hizo callar.

- ¿¡LO SIENTES!? ¡NO ME VENGAS CON EXCUSAS INÚTILES! - Mi padre Zamas, enserio está muy enfadado conmigo.

- Ya déjalo Zamas... - la voz de mi otro Padre lo hizo parar.

- Padre... Yo...

- Ni una sola palabra Zamasu. - Me hizo callar Black.

- ¿Que haremos contigo? Una total vergüenza saliste... ¿¡Como pudiste acostarte con el hijo de la mugrosa y Kakarotto!? Sabiendo que eres un doncel.

Bajé la mirada, me siento mal.

- Hijo... Sabes que ellos son nuestros enemigos, y que haríamos cualquier cosa para deshacernos de ellos, pero ahora tu te haz metido con uno de esos, lo que significa traición para nosotros, así que ahora... -con una de sus manos, me tomo del cabello.

- ¡Papá! ¡Sueltame! ¡Por favor! ¡Me duele! ¡Aaaaaah!- con ambas manos trate de que me soltará poniendolas sobre las de el.

- En ningún momento te dije que podías hablar, así que cállate.

En el trayecto a donde sea que me llevará tenía puesta la mirada en el hombre que me dió la vida, quien solamente me veía con asco.

Mi papá Black me llevo a arrastras, hacia una especie de sótano donde me arrojó cual basura, cerrando la puerta rápidamente dejándome allí... Solo.

Totalmente solo, comencé a llorar.

Enamorarme de Vegetto...

¿Estuvo mal?

La oscuridad reinaba en donde yo me encontraba solo.

Ella era mi única compañía.

*Black*

-Zamasu ya está encerrado. - informe cuando regrese con mi esposo.

— Gracias... Ahora ya sabes que haremos.

—Exacto, dame el arcillo. - estire mi mano.

—Espera... Debes de saber que cuando nos fusionemos, nunca más volveremos a separarnos.

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